Chistes en serio

 

De lo que un político debe cuidarse es de comicios libres,  del derecho de libre expresión de opinión, de fanáticos. Y de chistes. (Werner Finck, satirico alemán)

En un Estado totalitario el político puede manosear los resultados de elecciones, puede oprimir la libertad de la opinión, y puede eliminar a los fanáticos. Sobre lo único que no tiene poder es el chiste. Puede perseguir a los que cuentan los chistes. Los chistes mismos, sin embargo, escapan a cualquier persecución.

Los políticos pueden hacer uso de la propaganda más ruidosa, de lemas populares, de la mentira más sofisticada, pero con sólo un chiste que llega al grano de un asunto en particular, se convierten en ridículos, lo peor que les puede suceder.
Puede pasar que a un experto con mucha agilidad en dialéctica,  un buen chiste lo venza.

Por lo expuesto queda claro que tratamos un asunto de primera importancia. Por otro lado, ¿cuán importante puede ser un chiste? ¿Quién califica los chistes? ¿Acaso la literatura? Cuanto mucho trata las anécdotas y los aforismos. Puede ser que la causa radique en nuestro lenguaje que no distingue entre chiste buenos y malos, entre estúpidos e inteligentes, entre elegantes y torpes, entre chispas llenas de “esprit” y  bromas idiotas. El lenguaje los mete todos en la misma olla: “chistes”. La persona inspirada por chispas chistosas no se distingue de esta manera del mero contador de chistes.
Los franceses demuestran más sensibilidad con respecto a este tema. A diferencia de los alemanes que sólo utilizan la palabra “chiste” , los franceses distinguen entre “esprit”, “bonmot”, “aperçu”, etc.

Existen autores con chistes citados en obras, pero ¿será que uno de ellos alguna vez  publicó la colección de sus chistes?
De tanto en tanto aparecen libros con chistes en el mercado, pero en la mayoría de los casos se trata de mercancía sin mucho valor. También son frecuentes los intentos de convertir los chistes en alta literatura, pero sólo logran que el mismo pierda su chispa.

El chiste político es diferente. Aparece junto con dictaduras y dictadores, por lo tanto es más reciente. Incorpora en muchos casos una parte de la historia contemporánea. En su momento de vigencia representa un arma filosa. Si lo atrapan se defiende con el argumento de no ser más que una broma inofensiva e inocente. Los que lo persiguen con leyes penales son tildados de ser carentes de humor. ¿Quién quiere formar parte de ese grupo? Los que menos humor tienen insisten en mayor grado en tenerlo.

Gobiernos autoritarios no pueden ser tan inteligentes como pretenden serlo, pues en ese caso deberían tolerar el chiste político. Como válvula del  descontento acumulado. Gente sonriente es menos agresiva que gente con ira. Sin embargo los dictadores cazan con todo rigor al chiste político. Hay quienes fueron encarcelados, castigados con la muerte, por un solo comentario político chistoso.

Es por estas consecuencias que al chiste político le corresponde un peso que no tienen los otros. Muchos de ellos son denominados “chistes” por  utilizar la misma técnica. Pero en muchos casos esta denominación confunde pues los chistes políticos son mucho más que un simple cuento chistoso. Un ejemplo: el odiado tirano se está ahogando y alguien le salva la vida. Recién en la orilla el salvador se da cuenta de quién es el rescatado. Cuando el tirano quiere demostrarle su agradecimiento, el salvador le pide que jamás cuente quién lo salvó. Otro ejemplo: pregunta un niño a su mamá: “¿Qué es la paz?” -  “Es el tiempo que transcurre entre dos guerras”. Sin duda estos cuentos nacieron como chistes, pero¿ acaso no son más que solamente chistes? Los mejores forman parte de la literatura clásica.  Son un  testimonio de la historia.
Tal como un chiste político puede derrotar en su momento de actualidad, un edificio de mentiras propagandísticas con sólo una crítica  envenenada, y hacer visibles abismos con la nitidez y la velocidad de un relámpago, el mismo chiste sirve, ya pasado a la historia, para hacer entender con claridad y facilidad lo que de otra manera sería difícil de explicar. Por eso el chiste es una herramienta de primera calidad en la enseñanza. Parece, sin embargo, que el prejuicio tiene vida eterna y que un chiste no es más que una fuente de nuestra alegría, pero de ninguna manera un factor moral.

Humoristas brasileños, indignados por la prohibición de chistes políticos

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El chiste en tiempos de libertad de expresión limitada – Dr. Willi Noack

El chiste en serio con contenido político y de formato sublime e indirecto no es, pido perdón por exponerme con esta opinión, una disciplina muy desarrollada en Bolivia. Si Ud. no está de acuerdo con esta triste denuncia vaya a Google “bolivianos reírse de si mismo” donde encuentra felizmente suficiente cantidad de argumentos que contradicen mi atrevida denuncia.

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