Negociar bajo máxima presión – Julio César Caballero M. *®® Caballero pregunta – 22.6.2010

Si está sentado en una mesa de negociación y tiene un juicio penal en su contra iniciado por su interlocutor, está en un escenario hostil de negociación. Ese escenario empeora aún más si sabe que su interlocutor no negocia, sino impone, desconociendo sus derechos y haciendo sentir su poder coercitivo a través de la fuerza que proviene de los organismos de seguridad del Estado.

Entonces, si éstas son sus condiciones de negociación, seguramente el resultado será desfavorable para sus intereses por un simple cálculo racional. Esto porque el ambiente se enrarece con una dura hostilidad aplicada a la negociación, salvo que el desfavorecido tenga una conducta desviada al masoquismo. No forma parte de ninguna matriz de análisis o una aplicación del método Harvard de negociación, pero todos sabemos que lo básico es conocer con quién se negocia en política. Quien está atado de pies y manos y negocia que le saquen la venda que cubre sus ojos, puede que alcance a ver quién lo tortura, pero eso no es necesariamente el acceso a la libertad que necesita. Alegrarse y darse por satisfecho por ello es poco menos que ingenuo. Desde que se inició el proceso de acumulación de poder del actual proyecto de Gobierno, el principal elemento que manejó la maquinaria pensante de los proyectistas es saber adónde querían llegar, y en menos del tiempo previsto está quedando claro que lo lograron con la construcción de las condiciones para ejercer el poder total.
Creer que se puede desviar unos cuantos grados la trayectoria hacia ese objetivo es partir de una premisa errada en la negociación. Si se levanta la cabeza y se observa con detenimiento todo el proceso, desde sus inicios, el negociador porfiado podrá ver que el proyecto de gobierno ha ido cumpliendo, paso a paso, sus etapas de consolidación, y en cada una de esas etapas hubo quienes pensaron que llegaron a desviar, contener o arrancar victorias en sus negociaciones que fueron sólo victorias pírricas. En democracia, por lo menos en la liberal, es imposible avanzar sin negociaciones y, por ende, con pactos que permitan la supervivencia y el respeto en una sociedad abierta y plural.
Pero no es el caso de esta democracia, que languidece asfixiada por un proyecto que tiene claro que el poder no se comparte, que su estructura vertical es la más funcional a sus objetivos y por ello la oferta de ‘autonomía’ inserta en la Constitución no es más que una aspirina con ‘efecto placebo’ (“sustancia inocua que carece de valor terapéutico directo, pero que se administra a los enfermos por su efecto sugestivo benéfico”).
Alguien nos metió en un berenjenal jurídico haciéndonos creer que el estatuto cruceño estaba al mismo nivel que cualquier otro documento aprobado por el soberano y que era poco menos que intocable. Ahora ‘compatibilizarlo’ con la Constitución será una tarea de los políticos de turno, ya que los que teorizaron con la libre determinación de los pueblos y el derecho natural por encima del derecho positivo verán de palco el proceso.

* Periodista y cientista jurídico

http://www.eldeber.com.bo/2010/2010-06-22/vernotacolumnistas.php?id=100621225644

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