Otra vez el censo y sus ausencias – Susana Seleme Antelo – 22.1.2012

Presentación por parte de la autora:

Saludos bien mestizos, desde mi abuelo libanés, a su vez descendiente de fenicios,
mis antepasados gallegos y castellanos, descendientes de tanta mezcolanza en el viejo mudo, y de mis astillas indígenas que quizas provengan de una abuela cochabambina.
En todo caso soy una mestiza biológica, cultural e intelectual.

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“La América Mestiza, que no existe como unidad política y que por siglos ha sido negada como unidad económica, es culturalmente, una nación mestiza”,  afirma  William Ospina, destacado literato y ensayista colombiano.  Rescato esa contunde afirmación ante el artículo “Batalla por la identidad y el Estado Plurinacional” de Arturo Villanueva Imaña,  publicado en Internet por suplementos de La razón/la_gaceta_juridica/.
El articulista de marras, como la gran mayoría de los hombres del gobierno de Evo Morales, y otros, confunde mestizo con mestizaje y de ahí las contradicciones de su artículo. Sus esfuerzos por desconocer la categoría ‘mestizo’ apunta a deslegitimar a quienes la reclaman en el censo porque, según él  “lo mestizo no es un sujeto legal como sucede por ejemplo con los pueblos indígenas que, junto a los derechos individuales reconocidos para toda la población, también posee derechos colectivos propios”. En su criterio, lo mestizo,  “no tiene ninguna utilidad ni individual ni colectiva para el ejercicio de la ciudadanía boliviana.” ¡Eureka, eso es lo que nos quieren negar y de hecho nos niegan!
Según el autor, “incluir la categoría mestizo como reclaman varias voces en el país, está relacionado con la construcción de la Identidad Nacional y no se trata de un asunto estrictamente técnico y libre de toda sospecha, como se trasluce de algunos criterios”. Me veo en la obligación de recordarle, que a lo largo de la historia de la humanidad, la palabra mestizo denota mezcla y cruce biológico entre diferente grupos humanos cuyos rasgos físicos se heredan, como se han heredado los de indígenas o afrodescendientes en América Latina.
En ese orden ¿de qué cruce provienen los rasgos de los indígenas de los Andes, tan similares a los del Tibet, según quienes allí han estado,  y tan distintos a los de la llanura y la Amazonía, más cercanos a los de las Antillas, como los Arahuaco o arawak?  Los europeos, por ejemplo,  son el resultados de cruce de griegos, fenicios, romanos, eslavos, kurdos, godos, visigodos, celtas, teutones, vikingos, magiares, africanos, entre otros. La mayoría del género humano carga todas esas huellas,  y en América Latina, cargamos las de los indígenas que aquí habitan antes de la edad del tiempo colonial y las que portaban  quienes desde España y Europa llegaron con la cruz y la espada en riste.
Gran parte de la comunidad científica partidaria de la teoría de la evolución afirma que el origen de los primeros seres humanos está en África,  y acepta que uno de sus ancestros más remotos puede ser Lucy,  Australopithecus afarensi.  Sus restos fueron encontrados en 1974, cerca del lugar donde habitaba la tribu Afar, de ahí el nombre, junto con otros doce individuos de la misma especie, incluido varios cráneos, grupo que fue catalogado como “la primera familia”. En esa época estaba de moda la canción Lucy in the Sky with Diamonds, de los Beatles, escuchada en el campamento de excavación y por eso la bautizaron ‘Lucy’.
El problema del articulista de marras es que confunde mestizo con mestizofilia racista, cuestionable desde la ciencia biológica, la antropología y la emergencia de lo étnico, según los expertos y estudiosos en el tema. Desdeña, además,  los desafíos éticos a la hora de abordar las identidades en general, mucho más en el particular ‘Estado Plurinacional’,  y olvida la intromisión del poder político en la construcción de ese  Estado que intenta imponer el pensamiento y la cultura únicas.
Villanueva crítica al mestizaje como “imaginario nacional homogéneo, monocultural, individualista y liberal en el que las identidades culturales y la diversidad étnica se anulan y desaparecen”, cuando es eso, precisamente,  lo que Evo Morales y compañía quieren para Bolivia: “homogenizar la cultura y la identidad”. Por eso  intentan imponer a toda costa la cultura indígena aymara, que sí es individualista y liberal, si miramos su febril práctica comercial capitalista. No en vano algunos economistas e intelectuales bolivianos llaman a los aymara ‘los fenicios del Altiplano’.
El mestizaje es intercambio y convivencia entre culturas diversas que genera procesos de aculturación a partir de los cuales un grupo humano asimila de forma violenta o involuntaria, valores ajenos a su tradición y cultura. Esos procesos dejaron luces y sombras, como las dejadas por conquistadores y colonizadores en todas partes del mundo donde se asentaron. Los  pueblos aborigenes e indígenas conquistados en la América morena fueron sometidos al cruce violatorio, doloroso y brutal, amén de que se les impuso violentamente religión, lengua y costumbres ajenas a su historia y su cultura. Así se construyó la relación entre conquistadores, criollos, indios, mestizos, y por extensión entre mestizaje y aculturación como patrón  del nuevo orden social para consolidar la colonización vía la encomienda y esclavitud. ¡Y a pesar de ello, las culturas indígenas pervivieron, perviven  y mantienen sus valores culturales, contra todo intento de borrarlos!
Hoy en los albores de siglo XXI, con la necesaria e impostergable visibilización de los pueblos indígenas en Bolivia, las y los mestizos de este país, no afectamos ni desconocemos los derechos individuales y colectivos de los pueblos indígenas.  Esos derechos si los vulnera y desconoce el propio Gobierno, en el caso de los pueblos indígenas del Oriente y algunos de Occidente, que reclaman el cumplimiento del capítulo IV, artículo 30 y sus 16 incisos inscritos en  la Constitución Política del Estado. En capítulo les otorga “la libre determinación y territorialidad” además del derecho a la consulta previa, entre otros.
El presidente Evo Morales -que se dijo indígena- no respetó ninguno de esos derechos en el caso del Territorio del Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS) y la carretera de la discordia que parte en dos el hábitat de indígenas yuracarés, mojeños y chimanes. ¿Con que ética política  hablan los comedidos portavoces del oficialismo masista de “derechos colectivos propios” de los pueblos indígenas? No es enumerando 36 etnias -o 57  en la papeleta censal- como se deben respetar los derechos individuales y colectivos propios de los indígenas: es cumpliendo las leyes y valorando sus derechos ancestrales sobre su territorio y su cultura.
Las personas que nos recocemos mestizas –y somos muchas, como señala el autor aludido- reclamamos estar reconocidos en la radiografía societaria que es un censo, como lo que somos, y  no como ‘Otros’ o ‘Ninguno’, pues no somos ni lo otro, sino todo lo contrario. Somos mestizos con todos los derechos individuales reconocidos para todos y cada uno de quienes habitan este país, que fue República hasta que llegaron los ‘descolonizadores’ Morales-GracíaLinera y compañía a borrar las huellas de la historia.   En eso consiste  la descolonización masista, mientras todos los miembros del gobierno y demás instancias de la burocracia estatal maneja Hummers y Toyotas privados, no del Estado; viste trajes y corbatas de marcas europeas, o son confeccionados por carísimas modistas y sastres  bolivianos con tela de alpaca o baby alpaca. Nada de malo hay en ello, solo que no condice con el discurso anticapitalista, antineoliberal y anticonsumista, por un lado, y la exaltación del ‘socialismo comunitario’ y la austeridad por otro.
Convengamos que el mestizaje, como leí en algún lugar,  no puede ser un cajón de sastre donde todo vale y donde la riqueza de los origenes y las diferencias se pierde. Peor aún, que nada de ellas resalte en ese  ‘todo’ que, a pesar de las diferencias, es un ‘producto mestizo’. Por eso,  exigimos estar en el censo como lo que somos: mestizos, en una nación mestiza y  multicultural, cuyo gobierno debería respetar la riqueza de todos los orígenes y sus diferencias, sin dañar el sentido de la unidad en la diversidad.

Enviado por la autora susana seleme [susanaseleme@gmail.com]

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