¿El guión de Hitler? – Joachim Fest, HITLER – 11.7.2011

“El concepto de Hitler sobre la conquista del poder fue uno de los pocos elementos realmente propios y originales de su encumbramiento, a pesar de todo cuanto tomó prestado, en dicho sentido, de la práctica del golpe de Estado experimentado por los bolcheviques y, especialmente, por los fascistas. En su forma de producirse, la toma del poder por los nazis sigue constituyendo el modelo clásico del avasallamiento totalitario de las instituciones democráticas desde el interior, es decir, con la ayuda y no con la resistencia del poder estatal.

Con una riqueza de ideas considerable y sin el menor escrúpulo en cuanto a los medios, continuó empleando los procedimientos de los casos anteriores adaptándolos a la nueva situación. En unas jugadas perfectamente conjuntadas y concebidas, con la ayuda que le prestaban las tropas pardas auxiliares, se combinaron con tanta eficacia los ataques por sorpresa de tipo revolucionario con otros actos que parecían sancionados por la legalidad, que en casos aislados quedaba disimulada la ilegalidad jurídica del régimen porque se le anteponía una decoración muchas veces dudosa pero siempre convincente de la legalidad. En esta misma línea de conducta se basaban las antiguas fachadas institucionales, que se mantuvieron en pie mucho tiempo, por cuanto a su sombra podían realizarse profundos cambios a la situación, hasta que el juicio de los contemporáneos se definiera acerca de la razón o sinrazón del sistema, y optara por la lealtad o la resistencia: el concepto paradójico de la revolución legal era, por consiguiente, algo más que ”un truco propagandístico”, hasta el punto de revestir una importancia excepcional para el triunfo del proceso de conquista del poder. Hitler en persona declaró posteriormente que, por aquellos tiempos, Alemania anhelaba el orden, lo cual le obligó a descartar el empleo de la fuerza. En medio de la desesperación de los últimos días, mientras él mismo se exigía cuentas por los fallos y descuidos cometidos en el pasado, acumuló todas las responsabilidades por lo sucedido al sentido del orden de los alemanes, a sus manías por la legalidad y a su profundo desprecio por el caos, lo cual ya imprimió a la revolución de 1918 aquel carácter ambiguo, y contribuyó también al fracaso del propio Hitler ante la Feldherrnhalle. También reprochó a la mentalidad germánica sus insuficiencias, sus compromisos y su renuncia a una acción agresiva y sangrienta por sorpresa, lo que acarreó terribles y funestas consecuencias. “De lo contrario, miles de personas hubiesen sido eliminadas…..Uno se arrepiente tarde de haber sido demasiado bueno.”

Fuente:  Joachim Fest, HITLER  Una biografía, Planeta 2005, pp 549 y 550

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