Las horas más tensas en la frontera con Bolivia – LA TERCERA.cl – 26.6.2011

El relato chileno:

La madrugada del viernes 17 en Colchane fue tensa. Una patrulla policial persiguió con las luces apagadas a un grupo de militares bolivianos y los interceptó en plena frontera. Minutos después llegó un jeep con más uniformados y armas. Aquí el relato de lo que ocurrió esa noche en el desierto.

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por Francisco Artaza y Manuel Valencia

Arrastrándome, me acerqué a unos 25 metros de distancia. Estaban al lado de un cerro, con las luces del vehículo apagadas. Con el visor nocturno los observé, pude distinguir las manchas de los trajes militares”.

El testimonio es del capitán de Carabineros Rodrigo Sarabia, subcomisario de Colchane, quien recuerda la madrugada del viernes 17 de junio. Esa noche un equipo de siete policías bajo su mando persiguió y detuvo a una patrulla militar boliviana en el salar de Coipasa, en la zona fronteriza, a bordo de dos vehículos con patente chilena.

Sarabia y sus hombres habían salido cerca de las 11 de la noche desde el caserío de Colchane, un poblado de 1.600 personas a casi 3.800 metros de altura. En Coipasa se bifurcan varios caminos clandestinos utilizados por contrabandistas y narcotraficantes, y existen más de 14 pasos no habilitados. En pleno invierno, con menos de 15 grados bajo cero, los salares se congelan y parecen carreteras para el cruce ilegal de la frontera. “Cuando íbamos en camino, nos percatamos de una camioneta que se dirigía rumbo a la frontera. Decidimos seguirlos a cierta distancia. La idea era que creyeran que también éramos contrabandistas”, dice Sarabia.

La operación marchaba normalmente. La patrulla de carabineros iba con los focos apagados para no ser vistos y los militares bolivianos aún no los divisaban. Pero un inesperado episodio complicó el panorama. Un vehículo que pasaba por el lugar con los focos encendidos alumbró el carro policial chileno, advirtiendo su presencia. Entonces, según cuenta Sarabia, la camioneta Toyota que trasladaba a los militares huyó por medio del desierto rumbo a Bolivia y empezó una riesgosa persecución.

En la camioneta apagaron entonces las luces, para no ser vistos en medio de la oscuridad, que era total. La patrulla de Carabineros se desplazó en forma paralela a la camioneta Toyota, que corría a unos 80 kilómetros por hora, hasta que decidieron ir a cortarles el paso en una punta del salar de Coipasa, muy cerca de la frontera.

“Esperamos un par de horas. Decidí subir un cerro y mirar con los lentes de visión nocturna”, cuenta Sarabia. “La camioneta había quedado atrapada en la arena cuando intentaban huir de nosotros. Tenían las luces apagadas. Empecé a contar las personas que había. Eran 10 y todos vestían trajes camuflados, estaban todos abajo del vehículo tratando de desatascarlo”.

Era el momento preciso para la emboscada. “A la cuenta de tres nos lanzamos, encendimos los focos busca caminos y les alumbramos directamente a los ojos para que no pudieran ver. Me identifiqué y pedí hablar con el oficial superior. Cualquier movimiento extraño de parte de ellos o nosotros hubiese quedado la escoba”, afirma el capitán. Los militares bolivianos portaban dos pistolas Noriko 9 mm y otras municiones.

Todo fue muy repentino. Los militares bolivianos no opusieron resistencia. “Nos decían: ‘Nos pasamos un poquito’”, dice Sarabia, al explicar su versión.

El diálogo en el desierto fue breve. Los militares bolivianos señalaron que pertenecían al regimiento 21 Illimani, ubicado en Pisiga Bolívar, un poblado boliviano a sólo cinco kilómetros de distancia de Colchane. Y que trasladaban un vehículo incautado.

La policía chilena no creyó del todo su versión. “La situación era muy rara. La aduana boliviana trabaja hasta no más a las nueve de la noche. ¡A las 2 de la madrugada quién iba a recibirles el vehículo! Les dije si tenían algún documento que consignara que el auto estaba incautado y que iba a custodia. No tenían nada”, cuenta Sarabia.

La situación transcurría con cierta tensión, la que se agudizó 10 minutos después. Un jeep Dahiatsu Terio con patente chilena llegó hasta el lugar y otros militares bolivianos se bajaron armados con dos fusiles y pistolas, de acuerdo con la versión de la policía chilena.

“Qué pasa acá”, gritó uno de los militares bolivianos. Los carabineros los rodearon para intentar desarmarlos. “Nadie entendía mucho lo que estaba pasado”, cuenta Sarabia. Fue el momento más tenso de la madrugada. Luego, el ambiente se calmó. La policía chilena les explicó que estaban en territorio nacional, que existía un protocolo para la situación que estaban enfrentando y que debían llevarlos al cuartel de Colchane.

El traslado fue en buenos términos. En la subcomisaría de Colchane dejaron a los militares en el casino de la unidad: les sirvieron sopa y más tarde desayuno, mientras algunos de ellos veían televisión.

Cerca de las 7.30 horas del viernes 17, la intendenta Luz Ebensperger recibió un llamado del general de Carabineros Gustavo Navarrete. A la jefa regional le informó de la detención de la patrulla boliviana, que los soldados se movilizaban en vehículos con patentes chilenas y que había ordenado a la policía ubicar a los dueños.

Ebensperger llamó de inmediato al ministro de Interior, Rodrigo Hinzpeter. El asunto no era fácil y al colgar con Hinzpeter se contactó con el canciller Alfredo Moreno y el subsecretario de Interior, Rodrigo Ubilla.

“Me preguntaron si conocía los procedimientos habituales para estos casos”, afirmó la autoridad regional de Iquique. Ebensperger respondió que sí, que serían pasados al Ministerio Público y que se les deportaría de no haber comisión de otros delitos. “La instrucción que recibí fue que todo debía ajustarse a derecho”, señaló a La Tercera.

La intendenta alcanzó a dejar redactados los documentos de deportación. La operación debía ser rápida y sin enturbiar las ya complejas relaciones con Bolivia. En Santiago, a eso de las 9 de la mañana, Hinzpeter, Moreno y Ubilla se reunirían en La Moneda para coordinar los pasos que se seguirían. Las tareas se dividieron.

Moreno se comunicó telefónicamente con el canciller boliviano David Choquehuanca, quien a esa hora desconocía lo ocurrido. Fuentes diplomáticas chilenas aseguran que el diálogo fue en buenos términos. Ambos se comprometieron en facilitar las cosas y superar a la brevedad el episodio, pese a que el ministro chileno le explicó que, por la gravedad del episodio, iba a enviar una nota de protesta a Bolivia. El fin de semana volverían a contactarse en tres oportunidades.

Horas después el caso tomó un nuevo rumbo. En la mañana del viernes, mientras los detenidos veían televisión en el casino de la subcomisaría de Colchane, la policía chilena ubicó en Alto Hospicio a Florencio Ticuna, el dueño de la camioneta Toyota en la que se desplazaba la patrulla boliviana. Según su relato, militares le habían robado el jeep cerca del salar de Coipasa el sábado anterior.

A los delitos de ingreso ilegal y tenencia de armas se sumaba ahora el de imputaciones de robo y receptación de vehículos robados. Por separado, el fiscal militar de Iquique y el fiscal de Pozo Almonte subieron a Colchane a entrevistar a los uniformados bolivianos. También lo hizo el cónsul boliviano en Iquique, Ricardo de la Fuente.

Camino a la frontera, el cónsul boliviano llamó a la intendenta. Se trataría de la primera de dos conversaciones que sostuvo ese fin de semana con la autoridad regional.

No es usual observar a más de 20 personas en las calles de Colchane cuando el sol pega fuerte. En la ruta hacia Bolivia desde temprano se divisan pastoras aimarás conduciendo llamas y alpacas, mujeres que cultivan la quinoa y vendedoras que ofrecen a $ 1.500 bolsas de maíz, charqui y papas a los bolivianos que se asoman desde los buses que pasan desde la madrugada hasta las 10 de la mañana. Por la tarde, el pueblo parece un campamento deshabitado y sólo se oyen a lo lejos algunas cumbias bolivianas, provenientes del vecino caserío de Pisiga Bolívar.

Pero ese viernes, el poblado era un corrillo de rumores, tras divulgarse la detención de los militares bolivianos. La noticia se esparció a los poblados cercanos, hasta oídos de Faustino Chambe Cruz, un boliviano residente en Chile. “Me asaltaron militares bolivianos como a 20 kilómetros de la frontera, dentro de Chile”, explicó a los policías y más tarde a la fiscalía de Pozo Almonte. Otros cuatro testimonios similares fueron recibidos el viernes en Colchane. Uno más apareció en Camiña. Todos involucraban a militares bolivianos en el robo de automóviles . Ninguno de ellos, sin embargo, había estampado denuncias previamente.

Al atardecer, los 14 militares bolivianos fueron trasladados hasta el tribunal de Pozo Almonte. Fueron unas cuatro horas de viaje, para el procedimiento de control de detención con un juez de garantía. Allí los esperaban los abogados de la defensoría pública, Amelia Zegpi y Sergio Zenteno. Se les ofreció la posibilidad de contratar a un abogado particular, pero rechazaron la oferta. Nunca estuvieron incomunicados. Tras leerle los cargos, el juez permitió que los abogados hablaran a solas con cada uno de los detenidos. También lo hizo el fiscal regional de Tarapacá, Manuel Guerra, quien interrogó a los dos oficiales de mayor rango por media hora.

“Sabía que estaba en territorio chileno. Es la única manera de cruzar el salar. Tenía la intención de conducir la camioneta Toyota hacia Huayllas, debido a que me encontré con un río congelado y con lodo. Pero en territorio chileno la camioneta se quedó empantanada y tuve que pedir ayuda a mis compañeros que estaban en el salar en carpas. En el intertanto llegó Carabineros”, explicó el subteniente boliviano Edber Carillo.

El juez ordenó enviarlos a la cárcel de Alto Hospicio a la espera del juicio de formalización. Un menor de edad fue trasladado al centro del Sename Arcoíris en la misma localidad. Por seguridad fueron segregados del resto de la población penal.

En las ruedas de reconocimiento se mezcló a los militares con presos de la cárcel de Alto Hospicio. “Había alrededor de 30 personas de similares características. Nosotros nos preocupamos de ir seleccionándolas sin inducción”, señala el defensor Zenteno.

Ninguno de los testigos logró reconocer a sus agresores entre los militares detenidos y el fiscal Guerra anticipó que no seguiría con el juicio. Todo indicaba que los militares serían deportados al día siguiente.

Las imágenes de los militares esposados y engrillados saliendo del tribunal y siendo imputados por robo golpeó con fuerza en Bolivia. El reclamo vino por parte de la ministra de Defensa , Cecilia Chacón. Antes, el vicepresidente Alvaro García Linera había pedido la liberación de los militares.

Tras la deportación, el domingo, los 14 uniformados fueron recibidos con honores en Bolivia. Lo mismo ocurrió el jueves con los policías chilenos, a quienes visitó el subsecretario Ubilla. Horas antes, a metros del lugar, tres vehículos salían del poblado Pisiga Bolívar y se estacionaban al borde de la zanja que divide a ambos países.

Fuente: http://diario.latercera.com/2011/06/25/01/contenido/reportajes/25-74018-9-las-horas-mas-tensas-en-la-frontera-con-bolivia.shtml

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