No es lo mismo, pero es igual – Gary Antonio Rodríguez A. – 13.6.2011

Casi al finalizar el año 2010 el Banco Mundial (BM) anunció la recategorización del status de Bolivia, pasándonos de ser un país de “ingreso bajo”, a un país de “ingreso medio-bajo”. Tal noticia dejó en algunos la sensación de que las cosas iban muy bien, aunque estrictamente hablando para la mayoría de los bolivianos no es así, ya que el hecho de que el PIB per cápita se haya duplicado en los últimos cinco años no pasa de ser un “simple promedio aritmético” para ellos.

De otra parte, el Representante del BM en Bolivia acaba de destacar el “éxito primario” de la política económica nacional, mencionando las “positivas” y “agresivas” acciones asistencialistas del gobierno para reducir la pobreza en el país, aunque como colofón acotara: “por supuesto que se puede hacer más…”.

 

Lo cierto es que, pese al inercial incremento del PIB -dado el frenético retorno al “extractivismo” de la minería e hidrocarburos- y de lo avanzado con transferencias directas que ayudan pero no solucionan el problema, la pobreza en Bolivia azota aún a 6 millones bolivianos de los cuales más de 3 millones viven en la pobreza extrema con graves problemas de alimentación, colocándonos “en rojo” dentro del “mapa del hambre” a nivel del Continente superando apenas a Haití, lo que no resulta precisamente un gran halago.

 

Huelga decir que las políticas de otorgación de “bonos” equivalen en la práctica a regalar el pescado, cuando lo correcto sería mas bien enseñar -educar, capacitar- para que la gente pueda pescar por sí misma muchos peces de una forma sostenible y mucho más digna, desde todo punto de vista. Esto lo saben nuestros parientes y amigos que viven como parias en el exterior, y que pese a sus penurias no quieren retornar al país a sabiendas que su situación de ilegalidad migratoria pudiera implicar su explotación, maltrato y aún, muerte.

 

Convengamos en algo: los bolivianos no viven pobres por decisión propia. Tampoco por ser incapaces. Está más que demostrado que cuando un boliviano tiene la oportunidad de trabajar, se esfuerza y triunfa. Si Bolivia recibe 1.000 millones de dólares de remesas por año, quiere decir que nuestros 2,5 millones de compatriotas en el exterior producen proporcionalmente más que toda la población boliviana. ¿Por qué? Por los empleos que tienen allí, y que en Bolivia faltan.

 

Este problema endémico no solo tiene que ver con un atávico déficit de políticas públicas inteligentes para ayudar a crear buenos empleos, sino también, con una impresionante falta de voluntad para acometer contra la informalidad.

 

O, ¿no es acaso cierto que al mismo tiempo que se aumenta la presión de todo orden sobre las unidades productivas y comerciales que trabajan dentro de la legalidad, es poco lo que se hace para acabar con la competencia ilegal, lo desleal y lo “chuto” del sector informal donde -a diferencia de aquellas- no existen contratos de trabajo, horarios límite, seguridad, beneficios sociales, pago de impuestos, pero -eso sí- discriminación y explotación laboral?

 

¡Cuánto progresaría Bolivia si al sector formal en vez de castigarlo se lo ayudara! ¡Cuánto ayudaría hacerle la vida menos difícil a quien está con la ley, y cuesta arriba al que la irrespeta! Tal vez por esto, cerca del 70% del empleo que se genera es informal y de supervivencia. ¿País de “ingreso bajo” o “medio-bajo”? El problema sigue siendo el mismo: la pobreza. ¿Y la solución? La de siempre: más inversión y mercados = más producción y empleo.

Gary A. Rodríguez A.
es economista y Gerente General del IBCE

Gerencia General IBCE [gerencia@ibce.org.bo]

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