De cuarta – Francisco Faig / El País Digital.uy Editorial – 30.4.2011

Se nos prometió un país de primera. Vamos camino a uno de cuarta.

(con un comentario de  Marcelo Ostria Trigo)

El gobierno sabe que nada sustancial ha hecho para mejorar la calidad de la enseñanza pública, pero no está dispuesto a enfrentar a sus ideologizadas bases sindicales que impiden una reforma sustantiva y revolucionaria. Así, el principal motor de ascensión social está roto. Pero la izquierda se complace en repartir computadoras.

El presidente es capaz de decir que nada tuvo que ver el ejecutivo con la anulación de la ley de caducidad, pero fue su ministro de relaciones exteriores quien planteó el tema. Y como en esas conferencias de prensa informales nadie repregunta, quedará expuesta, a quien quiera verla, la mentira de la fórmula Mujica – Astori: sí le enmiendan la plana al pueblo; y sí lo hacen por iniciativa presidencial.

Gobierno y Frente Amplio son capaces, sin ruborizarse, de culpar al “neoliberalismo de los noventa” de la inseguridad. Porque la necedad impide asumir que sus medidas fracasaron con estrépito. Los mega operativos son vulgares razzias fascistoides que estigmatizan a los pobres y que los intelectuales de izquierda no denuncias porque las hace un gobierno frenteamplista. Las leyes de procedimiento policial y de humanización de cárceles no dieron resultado. Las mesas de seguridad ciudadana dicen lo que todos ya saben. El fortalecimiento de la guardia republicana sigue sin hacerse. La responsabilidad es pues, de la contundente ineficiencia y desidia propias de un gobierno de cuarta.

Aceptamos de buena gana que nuestro presidente no use corbata, diga puédamos y váyamos frente a un selecto grupo de empresarios regionales, o haga pasar vergüenza institucional al país en su racista discurso de Perú. Porque es rasgo folclórico; sincero; acorde con el paisito. Porque es condescendiente con la mediocridad de cuarta propia del petiso con ínfulas de ser de primera.

Hemos perdido sentido de exigencia en la de calidad de las políticas públicas. Hemos perdido también, respeto en la convivencia urbana colectiva. Camino a la barbarie, se multiplican los episodios de justicia por mano propia y de cortes de ruta por reclamos vecinales frente a la inoperancia del gobierno.

Ya no hay sentido de urbanidad. Montevideo sufre una endémica polución sonora que la hace invivible. A los ómnibus y taxímetros que no cumplen con la reglamentación y martirizan a toda la ciudad, se suman las motos de caño de escape abierto (que también agobian al vecino en el interior) y las alarmas de los autos y de las casas, a lo largo de todo el año. Pero también están los insoportables ruidos periódicos: el bullicio de los ensayos nocturnos de murgas en enero, el estruendoso repiqueteo de las tardes de fin de semana de la comparsa del barrio, o los gritos y la música al alba de los feriantes semanales.

Hay otro camino posible. Precisa que rompamos la anteojera ideológica que sacrifica el sentido crítico individual en el altar de la pertenencia identitaria colectiva frenteamplista. Un país de primera precisa exigencia ciudadana de primera.

El País Digital, 30.04.2011

Zelmar Michelini 1287, piso 5, CP.11100, Montevideo, Uruguay

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Comentario de Mauricio Ostria Trigo  Columna Mi opinion [columna_mi_opinion@hotmail.com]

Se viene proclamando, con cierta razón, que el presidente uruguayo José Mujica, pese a sus antecedentes guerrilleros, preside un gobierno –el del izquierdista Frente Amplio– que se distingue por su moderación si se lo compara con lamentables ejemplos en el continente: Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua.

Quizá, esto sirve de alivio, pues mostraría que la mancha populista no se ha extendido al siempre admirado Uruguay, pese a la presencia cercana, en la otra orilla del río, de la peor expresión del peronismo populista: el de la presidente argentina.

Pero no se advierte, por esa moderación que encubre otros designios, que la esencia democrática uruguaya está siendo lastimada. Las expectativas de los orientales –así se llaman a sí mismos los uruguayos– se ven frustradas cuando advierten graves asomos de ilegalidad en el oficialismo, que desvirtúan su tradicional respeto por las leyes y la justicia.

El siguiente artículo, que lleva la firma de un excelente columnista de El País de Montevideo, muestra cómo la fundada esperanza uruguaya de ser un país de primera, se está frustrando por un gobierno que parece empeñado en convertirlo en uno de cuarta.

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