El “macartismo” – Marcelo Ostria Trigo – 27.4.2011

MarceloOstriaTrigo_thumb1 El ‘macartismo’ fue una forma de persecución impulsada por el estadounidense Joseph Raymond McCarthy, senador republicano por el estado de Wisconsin, que encabezó investigaciones sobre personas que trabajaban en el Gobierno estadounidense, a las que consideraba sospechosas de ser agentes soviéticos y miembros o simpatizantes del Partido Comunista de Estados Unidos. Esta acción se extendió, tomando la forma de acoso, a cientos de ciudadanos y a algunos extranjeros, entre ellos, al celebrado actor inglés Charles Chaplin.

 

Esta inusual política fue posible por los temores que despertó la Guerra Fría. Es más, en los inicios del conflicto de Corea le iba mal a Estados Unidos y el comunismo se había extendido a Europa Oriental y a China, por lo que “el pueblo estadounidense estaba honestamente asustado por una posible subversión interna”. McCarthy, entonces, aprovechó el temor y desató una escalada de acusaciones. No se libraron ni las editoriales. Se dice que provocó el retiro de las bibliotecas de miles de libros considerados subversivos, entre ellos las obras sobre Robin Hood, pues el macartismo veía en el mítico personaje inglés una fuente de inspiración para los comunistas, por eso de quitar a los ricos para dar a los pobres.

En octubre de 1953, McCarthy comenzó a investigar supuestas infiltraciones comunistas en los círculos militares. Eso fue más allá de lo tolerable, especialmente para el presidente, el Gral. Dwight Eisenhower. Finalmente, el senador fue censurado en 1954 por la Cámara Alta de su país. Los líderes de su propio partido, el Republicano, permitieron que prosperara la moción de censura. Dos años más tarde, a los 48 años, el senador murió de cirrosis provocada por su alcoholismo.

Este personaje ha quedado como ejemplo de villanía y de político sectario, audaz y peligroso. Ahora se conoce al macartismo por “(1) la práctica de hacer acusaciones de deslealtad política o subversión, sin evidencias suficientes y (2) el uso de investigaciones injustas, o de métodos acusatorios injustos, con el propósito de suprimir a la oposición”.

Esto, que fue el mayor signo de intolerancia y abuso, acabó por decisión de una institución de la democracia: el propio Senado de Estados Unidos.

Este estilo se ha reproducido actualmente en países gobernados por regímenes autoritarios o con ficción democrática. Son los que, como McCarthy, ven en todos lados a conspiradores, pues la crítica siempre se la considera como orientada a desestabilizar a los gobiernos populistas. En efecto, el ‘neomacartismo’ denuncia –sin pruebas– como conspiradores a los que discrepan o se oponen al régimen; es decir, a los conservadores, al ‘imperio’, a la oligarquía, a la prensa, a la Iglesia católica y al neoliberalismo, que es acusado de causar todos los males habidos y por haber.

La mayor similitud con el macartismo se manifiesta en el acoso judicial contra los ciudadanos y en el mal uso de los canales institucionales. Sin embargo, no se espera que esos canales, sometidos al oficialismo vayan, por ahora, a terminar con la persecución judicial.

La diferencia: durante la era de McCarty “no hubo muertos, heridos o torturados; ningún ciudadano fue arrestado arbitrariamente, encarcelado sin juicio, desahuciado, deportado, exiliado o privado de sus derechos procesales”. Pero sí hubo dramas personales y el descrédito público de muchos.

Lo que sucede ahora en algunos países latinoamericanos, aunque similar en intenciones, es más violento y más cruel.

* Abogado y diplomático

El Deber – Santa Cruz

http://eju.tv/2011/04/el-macartismo/

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