¡Qué pena, no nos equivocamos! – Gary A. Rodríguez A. / LA RAZON – 9.3.2011

Buscando la verdad -

El Informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) es lapidario: los precios de los alimentos en el mundo acaban de alcanzar su pico más alto desde 1990

A excepción del azúcar, todos los alimentos están por las nubes. Una nueva crisis alimentaria mundial se avizora y podría ser sólo el “principio de dolores”, ya que no sólo el cambio climático y una fuerte demanda en alza —sino también las deficientes políticas públicas— presionan los precios hacia arriba.


A excepción del azúcar, todos los alimentos están por las nubes. Una nueva crisis alimentaria mundial se avizora y podría ser sólo el “principio de dolores”, ya que no sólo el cambio climático y una fuerte demanda en alza —sino también las deficientes políticas públicas— presionan los precios hacia arriba.

Argentina, uno de los mayores exportadores de carne vacuna está en problemas: su exportación cayó 47% en enero de 2011 y su producción, en un 16%. Las políticas adversas llevaron a los ganaderos a liquidar sus hatos. Si esto pasa con un campeón de la producción, por acá las cosas no son tan diferentes. Un alto representante del sector ganadero boliviano me dijo hace poco, “¡qué pena, no nos equivocamos!”.

El entonces presidente de Confeagro —Christian Sattori— había sentenciado el año 2007 que, de no hacerse bien las cosas, Bolivia podría enfrentar un déficit de carne, y así será.

Según Fegabeni, en el 2007, El Niño trajo inundaciones, un crudo invierno y la catastrófica pérdida de casi $us 121 millones al sector, por la pérdida de 400.000 cabezas de ganado y la destrucción de infraestructura. Para los anales de la historia, una ministra lo minimizó y dijo que sería necesario un ¡tsunami! para una “declaratoria de desastre”.

Sólo cuando el perjuicio fue tan evidente, nació un Fondo de Reconstrucción Productiva que —según los afectados— no benefició al Beni por las altas condicionantes para acceder a los 100 millones que debía manejar el BDP. El daño quedó consumado.

En el 2008, La Niña, con otra inundación, provocó una pérdida por $us 33 millones, y la “declaratoria de desastre” provocó reversión de tierras por incumplimiento de la Función Económica y Social (FES). En el 2010, la sequía ocasionó otra pérdida por $us 53 millones y otro tanto ocurre hoy, pero las buenas políticas públicas se hacen esperar.

¿Qué devela la desgarradora expresión -“¡Qué pena, no nos equivocamos!”- dicha por un importante representante ganadero? Que jamás pasó por su cabeza el desabastecer al país, como alguien dijera en su momento; que el sector está muy golpeado; y, la impotencia de no poder hacer más, para seguir alimentando con normalidad a Bolivia.

¿Cómo enfrentar la escasez? Escuchando a quienes claman por: seguridad jurídica para la tierra, y la no aplicación del deficiente Plan de Uso de Suelo vigente; acceso real al crédito, siendo que la propiedad agraria no constituye garantía, por estar sujeta a verificación de la FES; y, entender la dimensión del problema.

Sembrar 1.500 hectáreas de pasto no asegurará la provisión de carne, como parece creer algún servidor público. Esa área es sólo el 0,01% de las 11,5  millones de hectáreas aptas para la ganadería del Beni. ¿Repoblamiento con 12.000 vaquillas? Menos.

El desafío es muy grande: con 50.000 cabezas menos, este año faltarán 10 millones de kilos de carne. El repoblamiento que debió encararse desde el 2007 arrojará resultados recién en el 2016. A corto plazo urge certidumbre para invertir y producir, así como tractores y créditos blandos para enfrentar inundaciones y sequías.

A futuro, la solución definitiva pasará por que el hato ganadero crezca hasta un equivalente de una cabeza de ganado por cada boliviano. Eso significa, 3 millones de bovinos más.

Gary Rodríguez es economista y gerente general del IBCE

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