Libertad con seguridad es básica en la vida – EL DIARIO Editorial – 9.2.2011
La libertad ejercida responsablemente es uno de los mayores bienes de que dispone el ser humano, sin ella todo se convierte en dependencia y sujeción a voluntades casi siempre ajenas a los derechos humanos. Sin libertad no es posible que el ser humano se sienta seguro de existir, vivir y desempeñarse en la vida. Sin libertad es imposible la democracia y los bienes que emanan de ella.
Pero para que la libertad tenga plenitud se debe contar con la seguridad de que no será vulnerada, ni manipulada ni condicionada ni sometida a situaciones humillantes o que deterioren sus raíces, sus fundamentos y su razón de ser. La seguridad de que esa libertad es básica para la vida; una seguridad que no puede ser instrumento de quienes buscan, al otorgarla, condicionar hasta la libertad de pensamiento o supeditarla a intereses mezquinos, caprichos o voluntades ajenas a los preceptos legales.
La seguridad que precisa el ser humano para el ejercicio de su libertad tiene que ser irrestricta, no condicionada ni sujeta a intereses creados o conveniencias políticas, económicas o de cualquier otro tipo. Debe ser una seguridad que emane no sólo de lo que el individuo disponga en el diario vivir o sea la seguridad que permite la vigencia de la Constitución, las leyes y la Declaración de los Derechos Humanos; debe ser seguridad para el libre pensamiento, del que proviene la libertad de expresión, un derecho inviolable de todos.
Cuando el Gobierno dispuso la vigencia de una “ley antirracismo y antidiscriminación” y anunció la vigencia de un reglamento, surgió en periodistas y medios de comunicación el criterio de que todo ello implicaba la creación de cadenas que impidan el libre desenvolvimiento de la comunicación social, la libre expresión, la libertad de informar, difundir, analizar y comentar lo que hagan o digan quienes poseen poder político, económico y social, como son los gobiernos y cualquier estrato de poder.
Habiendo libertad, pero sin seguridad para su pleno ejercicio, implica coartar lo más íntimo y sagrado de quien piensa, opina, crea, proyecta y pone en beneficio de los demás lo que esa libertad le permite ofrecer. En otras palabras, desaparecida la libertad, todo se subalterniza, se anula, se regula y se supedita a intereses que nada tienen que ver con los derechos. La imposición del derecho de la fuerza adquiere vigencia plena para conculcar lo que propugna la fuerza del Derecho, que es la vigencia de la Constitución y de las normas legales establecidas para la vida armónica de los pueblos.
En la ya larga controversia que se tiene entre los medios de comunicación y los periodistas con el gobierno del MAS sobre la libertad de expresión, conculcada por los artículos 16 y 23 de la ley antirracismo y su reglamento, en la comunidad existe la sensación de que hubo una especie de “resignación” (con el estilo militar) porque no siempre la prensa dedica espacios importantes al tema. La verdad es que no hay tal situación en los medios y los periodistas, lo que hay es saber hasta qué punto se busca llegar con disposiciones tan arbitrarias y, además, saber quién o quiénes serán designados “jueces” que fiscalicen o juzguen la labor informativa y de opinión de los medios.
Entretanto, la comunicación social, en todas sus formas, es un alerta permanente y una razón de ser para combatir todo lo que implique vulneración o alteración de la libertad que consagra el libre pensamiento, del que proviene la libertad de expresión, un derecho irrenunciable del hombre sin distinción alguna.
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