STALIN TAMBIÉN CREÍA EN LA “LIBERTAD DE EXPRESIÓN” – Juan Marcelo Columba Fernández* – 21.1.2011

 

Hitler Stalin

No solamente Stalin, también Hitler se sentía cómodo defendiendo la libertad de expresión para las ideas que le gustaban. Sin embargo, si la libertad de expresión se limita a las ideas que a uno le convienen ¿es verdaderamente una “libertad de expresión”?

A inicios de los años ochenta, el destacado analista político y teórico del lenguaje Noam Chomsky, se vio involucrado en una enorme polémica por la defensa de este derecho civil en torno al caso de Robert Faurisson.

Faurisson, profesor de la universidad francesa, fue suspendido de sus actividades académicas y llevado a juicio acusado de “falsificación de la historia”, después de publicar algunos escritos donde negaba la existencia de un programa de exterminio en las cámaras de gas nazis. A la época, Chomsky y otros intelectuales firmaron una petición a la Corte Francesa para que se respetara la libertad de expresión en este caso, pero gran parte de la prensa local concluyó que, como Chomsky “defendía el derecho a expresar” el controversial punto de vista de Faurisson, también “compartía sus ideas” y no dudaron en calificarlo de anti-semita. Chomsky respondió afirmando que las ideas de Faurisson eran fácilmente refutables, pero solamente entrar en el debate de las mismas significaba deshumanizarse ante el horror del holocausto nazi.

Esta confusión entre “el derecho a decir” y “lo dicho”, entre “la libertad de expresión” y “lo expresado”, llevó a Chomsky a una serie de reflexiones sobre este particular. Inspirado en Voltaire, dejó claramente establecido un principio de libertad de expresión total, donde la persona que está a favor de ella la defiende incluso para las ideas u opiniones que detesta, de lo contrario no la defiende en absoluto. Un otro aspecto de vital importancia destacado por Chomsky fue la aplicación, en el caso Faurisson, de una “doctrina stalinista-nazi” donde el Estado determina la verdad histórica y castiga a las personas que se desvían de ella.

Si reflexionamos sobre estos elementos en el actual contexto político boliviano, constatamos que la élite gobernante parece encontrarse más lejos que nunca de la comprensión del principio de libertad de expresión planteado por Chomsky. El debate en torno a la libertad de expresión en los últimos meses en Bolivia ha gravitado en torno a los reclamos de los trabajadores de la prensa y la sociedad civil sobre la sistemática limitación de este derecho. Una agresiva arremetida gubernamental contra los medios de comunicación derivó en la aprobación de una ley anti-racismo que incluye artículos atentatorios contra este fundamento de la democracia moderna. Esta ley, así aprobada, permite al Estado una interpretación política del racismo, hace posible la censura y la criminalización de opiniones y críticas al poder bajo acusaciones de discriminación racial. El Estado y la justicia boliviana determinan “la verdad” en el ámbito del racismo y pueden castigar a los medios de comunicación que difundan opiniones desviadas de ella.

El problema no es insignificante. Los mecanismos de censura de la élite gobernante parecen haberse refinado al punto de utilizar el sistema judicial como instrumento de persecución política ante cualquier crítica al poder. Si el Estado tiene la potestad de determinar la verdad oficial y enjuiciar todo cuestionamiento sobre racismo o cualquier interpelación que se  le presente sobre terrorismo o manejo económico, como recientemente ha venido ocurriendo, entonces nos encontramos frente a la misma “lógica totalitaria stalinista-nazi” en su versión plurinacional boliviana.

Enviado por el autor http://juanmarcelocolumbafernandez.wordpress.com/2011/01/21/stalin-tambien-creia-en-la-%e2%80%9clibertad-de-expresion%e2%80%9d/

*Lingüista. Profesor Universitario

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