Economía plural e igualitarismo – Roberto Laserna – 21.1.2011
La combinación de igualitarismo y economía plural no es viable. El igualitarismo anima muchas decisiones del Gobierno, a tal punto que a nombre de luchar contra la pobreza se ha buscado reducir las ganancias y limitar los sueldos.
La Constitución reitera las promesas de igualdad y superación de la pobreza, pero se concentra en la economía plural. Más de 100 artículos describen y definen esa economía, que incluye desde lo “comunitario” (¿rural campesino e indígena?) hasta lo privado o capitalista. Es la economía del ch´enko hecha norma suprema del Estado. La CPE establece la igualdad de derechos de las diversas formas de organización económica, y ordena que se las respete como son, pero también las obliga a contribuir a la reducción de la pobreza, la lucha contra la desigualdad y la creación de empleos dignos. Lo que está en el núcleo de esta combinación de economía plural con igualitarismo es la convicción de que es posible conservar las formas diferentes de organización económica y garantizar al mismo tiempo que todos los bolivianos tengan similares niveles de consumo de bienes y servicios.
¿En qué se basa tal convicción? En la posibilidad de que el Estado genere y controle una cantidad de excedentes suficiente para subsidiar a las formas menos productivas, donde se encuentran los más pobres. Si algo así se pudiera hacer, sería por poco tiempo y a costos muy altos.
Como sostenemos en La Democracia en el Ch´enko, la economía plural, en realidad, es la principal causante de las desigualdades. Las formas económicas que la componen son distintas por su organización y por sus resultados. Aunque hay excepciones, en general, los resultados productivos de distintas formas de organización determinan los niveles de ingresos de quienes trabajan en ellas.
Esta es la explicación de la desigualdad en Bolivia: los ingresos desiguales son principalmente el resultado de productividades desiguales. Por eso, no es posible igualar los ingresos si se conserva la economía plural.
Primero, porque se necesitaría subsidios enormes (cerca de 1.800 millones de dólares al año) y, segundo, porque debe asegurarse que esas transferencias lleguen a destino y no se pierdan en los enredos de la burocracia, la corrupción y la ineficiencia. Llegar a destino quiere decir que alcancen a los más pobres y alejados, mientras se cobra a los más ricos y poderosos. No es fácil, como lo demuestran los actuales subsidios al diésel y al gas que funcionan al revés, pues benefician más a quienes tienen ingresos más altos y pueden consumir más.
Pero el mayor problema es que su efecto sería efímero, porque la productividad del conjunto se vería afectada y tenderían a desaparecer los excedentes transferibles.
Una de las principales leyes de la economía es que la gente responde a incentivos. A grandes incentivos, grandes esfuerzos. Si no hay incentivos, tampoco hay esfuerzos.
Mantener la desigualdad de productividades en la economía plural y promover igualdad en consumo de bienes y servicios rompería la relación entre productividades e ingresos. Los trabajadores más productivos y creativos, sin los incentivos de mayores ingresos, reducirían su esfuerzo. Y los menos productivos también, porque su baja productividad sería “premiada” con subsidios. El resultado, al poco tiempo, sería un descenso general de la productividad y la consecuente desaparición de los excedentes transferibles.
Así que si se conserva el ch´enko, o la economía plural, como lo pretende la CPE, el igualitarismo es imposible, salvo que sea deseable la igualdad en la pobreza generalizada.
En realidad, la historia económica muestra que si se quiere reducir la desigualdad y eliminar la pobreza, la clave es impulsar la productividad, permitiendo que funcione abiertamente la correlación entre esfuerzos y resultados, de manera que los incentivos premien a los más productivos, arriesgados y creativos. Tal vez no habrá igualdad, pero sí justicia social, que es lo que verdaderamente importa.
La Prensa – La Paz