WikiLeaks y la Era de la Información – CONTACTO – 6.12.2010
América Latina en la Mira de la Diplomacia Norteamericana
Más allá de si está bien o mal, si es delito o no la divulgación de informes secretos realizada por WikiLeaks, hay algo innegable en esta escandalosa tormenta de intrigas, supuestas verdades y chismes políticos: Internet puede sumir a los gobiernos y a sus servicios de inteligencia en la más escalofriante pesadilla. Y en la más absoluta vergüenza.
El autor: Hernández Cuéllar es director y editor de Contacto Magazine, revista que fundó en julio de 1994 en Los Angeles, California. Ha sido además redactor de la agencia EFE en La Habana, Cuba, San José, Costa Rica, y Los Angeles, California, así como editor metropolitano del diario La Opinión de Los Angeles e instructor de periodismo de la Universidad de California en Los Angeles, UCLA
Esa es la lección que la sociedad moderna ha aprendido esta vez, con los 250 mil documentos que tiene en su poder esta organización manejada por el pirata cibernético australiano Julian Assange. En esta ocasión no se puede culpar a los medios. WikiLeaks no es un medio. No se puede culpar a los periodistas. Assange no es periodista. Y muy poco habría podido hacer Assange si no fuese por esa red de redes que nos comunica desde la Tierra del Fuego hasta las antiguas pirámides de Egipto, desde Groenlandia hasta el histórico barrio de Soweto, en Sudáfrica.
América Latina, por ejemplo, ocupó un lugar prominente en el escándalo. No importa si lo que se ha difundido sale del cuerpo diplomático de Estados Unidos. También gobiernos y líderes latinoamericanos podrían salir mal parados de esta lluvia de cables indiscretos. México, por ejemplo, habría pedido a Washington comprometer al presidente brasileño Lula da Silva en el proceso de detener el activismo político del venezolano Hugo Chávez en la región. Al mismo tiempo, la secretaria norteamericana de Estado, Hillary Clinton, se habría interesado en saber si el presidente mexicano Felipe Calderón tiene la capacidad de trabajar bajo la presión que provoca su propia guerra contra el crimen organizado. Clinton quiso saber también el estado de la salud mental de la presidenta argentina Cristina Fernández. Sólo de Argentina hay aproximadamente dos mil documentos.
En puntos más delicados, el Departamento de Estado considera que los servicios de inteligencia militar de Venezuela, ya no responden a sus mandos, sino a los de la Dirección General de Inteligencia del régimen cubano de los hermanos Fidel y Raúl Castro. A su vez, otros documentos revelan que Cuba sirve como refugio a miembros de la organización terrorista vasca ETA, a las narcoguerrillas colombianas de las FARC y al también colombiano Ejército de Liberación Nacional (ELN). Otras fuentes gubernamentales de Estados Unidos consideran al ejército mexicano incapaz de ganar la actual guerra contra los cárteles de la droga, que han cobrado 30 mil vidas desde 2006.
Los lazos de Chávez, el boliviano Evo Morales y Lula da Silva con el régimen islámico iraní, constituyen también un preocupación para Estados Unidos, de acuerdo con los documentos dados a conocer. La presencia de asesores iraníes en el Ministerio de Energía y Minas de Venezuela, para la localización y extracción de uranio, tiene con los pelos de punta a Washington. No es para menos, el uranio se usa en la fabricación de armas nucleares.
Algunos diplomáticos estadounidenses han salido en defensa de sus colegas involucrados en el escándalo. Para ellos, estos comentarios internos sobre gobiernos y líderes extranjeros es algo que hacen todos los gobiernos del mundo. Estos 250 mil documentos, dicen, estaban a la vista de casi tres millones de funcionarios del gobierno de Estados Unidos. Extenderlos a seis mil millones de habitantes que tiene el planeta, no significa nada. ¿Quién sabe? Si asi fuera, entonces no habría razón para enjuiciar al fundador de WikiLeaks, como algunos pretenden.
Assange y los editores de los medios que han tenido acceso a los documentos, los diarios The New York Times, Le Monde, de París, Francia, y El País, de Madrid, España, y la revista alemana Der Spiegel, se han apresurado a decir que ninguno de los informes publicados pone en peligro la vida ni la seguridad de persona alguna. ¿Quién sabe?
Lo que sí sabemos con toda precisión es que Internet es mucho más que un intruso juguete para matar el tiempo. Los incrédulos deben despertar de una vez. Al buscar la palabra clave “wikileaks” en Google, aparecían 383 millones de resultados la noche del 5 de diciembre de 2010. Los documentos divulgados han pasado rápidamente de las plataformas tradicionales de los medios mencionados, a las de otros muchos. Pero sobre todo, han sido trasladados a la velocidad de la luz a los 1,966 millones 514.816 usuarios de Internet que hay actualmente en todo el mundo.
La red de redes ha servido para convocar marchas, para hacer activismo, para denunciar violaciones de derechos humanos, inclusive para vender las más exóticas mercancías, con gran éxito. Ahora ha dado su primer gran golpe, y al menos por mucho tiempo será necesario, al hablar de la era de la información, aclarar si se habla de antes o después del escándalo de los documentos secretos de WikiLeaks.
Este momento histórico es escenario también de un apasionante debate sobre la validez de cierto tipo de información, y la ética que deber regir el proceso de divulgar esa información. Será un debate largo. Habrá que hurgar en los principios de la libertad de expresión, en los códigos penales, en el laberinto de los egos y en la inutilidad del oportunismo de las partes que se proponen imponer su voluntad.
(Hernández Cuéllar es director y editor de Contacto Magazine, revista que fundó en julio de 1994 en Los Angeles, California. Ha sido además redactor de la agencia EFE en La Habana, Cuba, San José, Costa Rica, y Los Angeles, California, así como editor metropolitano del diario La Opinión de Los Angeles e instructor de periodismo de la Universidad de California en Los Angeles, UCLA
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