Una nueva cultura – Carlos Herrera – 3.11.2010

Los partidos políticos de izquierda (en todas sus expresiones, desde la radical cubana hasta la moderada de Lula) son responsables de una parte importante de la historia política latinoamericana del último siglo ¿Qué han dejado en verdad además de discursos? ¿Cuál ha sido su aporte en términos de bienestar social, esto es, de ejercicio de  libertades y disminución de la pobreza?

Digamos primero que, si bien los principios filosóficos que gestaron las ideas de izquierda apuntaban a la defensa de los derechos de los trabajadores y los sectores más pobres de la sociedad, esa sola identidad histórica no basta para juzgar su aporte a la historia de nuestros pueblos, ya que para saberlo hay que examinar con cuidado si las políticas que adoptaron desde el poder (cuando alternaban con la derecha o formaban parte de gobiernos de centro) han tenido éxito en levantar el nivel de vida de las personas y en hacer más justas las sociedades.
Las preguntas son entonces ¿Con los gobiernos de izquierda, aumentaron las personas su capacidad de consumo, esto es, se redujo la pobreza de forma sostenible? ¿Mejoró el acceso y la calidad de la educación y la salud, al mismo tiempo que aumentaron las oportunidades de obtener un trabajo bien remunerado? ¿Aumentó la productividad, esto es, aumentó el número de empresas en el país, o sólo aumentaron las empresas estatales subsidiadas? ¿Se protegió el valor de la moneda, o la inflación la debilitó reiteradamente? ¿Fueron las libertades fundamentales -que son la conquista más importante de los dos últimos siglos de historia política- respetadas y fomentadas? ¿Y lo más importante de todo, fue sostenible el bienestar que los gobiernos de izquierda alcanzaron, si es que hubo tal bienestar? ¿O más bien cada vez que un gobierno de izquierda dejaba el poder, eran precisos unos ajustes brutales para ordenar la economía y devolver el orden institucional a la sociedad?
Antes de responder a lo anterior, será bueno formarse una idea cabal sobre el verdadero perfil de las sociedades que han adoptado los valores de la Libertad y el Derecho, como los pilares esenciales de su orden social. Los Estados modernos, aquellos que adoptaron las ideas que nacieron de las revoluciones americana y francesa, se distinguen de los Estados anteriores (absolutistas, medievales o antiguos) porque en su base filosófica hay dos ideas importantes: que las personas tienen unos derechos básicos inalienables que el poder político debe proteger, y que el orden social deviene de unos acuerdos políticos  materializados en las leyes, ya no de la voluntad del gobernante, es decir, rige un Estado de Derecho.
Se dirá inmediatamente que la izquierda se identifica también con estos postulados, porque nadie ha luchado como ella en la restauración de los derechos de la sociedad frente a los atropellos de las dictaduras y la derecha, pero aquí viene la cosa ¿Entiende la izquierda lo que quiere decir una sociedad con libertades individuales y con un gobierno al servicio de la gente, es decir, lo que es un Estado de Derecho? ¿Porque si en verdad entiende esto, cómo se explican entonces las leyes y los decretazos que confiscan amañadamente la propiedad privada, los atentados a los derechos de libertad económica, los ataques a la libertad de prensa y de información; cómo las represalias veladas a los que no piensan igual que ellos? ¿Y así mismo, cómo se explica (en muchos de estos gobiernos) ese desapego a la legalidad democrática, manifiesto en la abusiva práctica de gobernar a plan de decretos y de resoluciones autoritarias, pasando por encima de todo  procedimiento legal? ¿Acaso no sería lógico, si ella se adhiriera buenamente a los valores democráticos, que rigiera su accionar político con respeto de los procedimientos legales para la aplicación de sus políticas? ¿No será que estamos frente a  un deliberado escamoteo de las libertades y los valores democráticos, frente a un engaño bien montado de parte de aquellos que no comparten nuestros valores esenciales? ¿Y si esta sospecha no es cierta, entonces cómo entender que la izquierda afirme que Pinochet fue un asesino dictador y conculcador de la libertad y Castro un ángel revolucionario, si apenas llegado al poder este último, no sólo suprimió toda libertad, sino que hizo fusilar a cientos de personas, tarea que encomendó -dicho sea de paso- a su por entonces lugarteniente Ernesto Guevara?
La libertad y los derechos no pueden entenderse más que de una sola forma, como un asunto de fondo al que el orden legal, tanto como las acciones de las  autoridades, deben someterse. Lo que hasta ahora hemos visto de la participación de la izquierda en la política latinoamericana ha sido más una mezcla de ignorancia pura y simple, como de violencia obtusa, porque hasta hoy la izquierda (cuando ya existe en el mundo suficiente información y experiencia sobre los caminos para el crecimiento económico) o no acaba de discernir sobre la forma en la que se organizan las sociedades que generan riqueza a gran escala, o sólo está interesada en el poder político y en su propia subsistencia y la suerte de la sociedad y los pobres le tiene sin cuidado, que es lo que yo más bien creo.
¿Qué hacer entonces para que ella no dañe con su egocentrismo a la sociedad democrática? Pues aprender de nuevo y con más cuidado (como ya viene ocurriendo en gran parte de nuestra sociedad) todo lo relativo a los valores y las razones profundas que constituyen eso que se llama Estado Democrático-Liberal. Pero siempre de una forma inteligente y sin complejos, porque ser un demócrata liberal no quiere decir -como le inculca la izquierda a la gente simple- ser una persona egoísta y de corazón duro, sino todo lo contrario, quiere decir más bien tener un sentido cabal de la historia, ser sensible a las aspiraciones más humanas (libertad y prosperidad) y también estar en posesión de las verdaderas joyas de la historia, porque la economía de mercado (como la mejor herramienta para crear riqueza y redistribuir los recursos económicos) el Derecho democrático (como el edificio jurídico que morigera más y mejor las contradicciones y los conflictos sociales) así como la idea de libertad (como la razón última y vital de la prosperidad mundial) no son meras abstracciones filosóficas, sino el verdadero destilado de la historia.

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Fuente: http://www.eldia.com.bo/index.php?c=&articulo=Una-nueva-cultura&cat=324&pla=3&id_articulo=45187

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