Dos Chinas, un camino… – Gary A. Rodríguez – 4.10.2010

Buscando la verdad

En mi anterior artículo mostré cómo dos pequeños países, con pocos recursos naturales —las dos Coreas— siguieron caminos diferentes con resultados también disímiles. Otros dos países, con igual nombre pero dimensiones y modelos de desarrollo distintos, también tuvieron resultados dispares aunque —corregido el error— han empezado a parecerse. Se trata de la República de China, más conocida como Taiwán, y la República Popular China —la “China”—o “China comunista”.

De la experiencia de los denominados “Tigres asiáticos” (Taiwán, Corea del Sur, Singapur y Hong Kong) y los “Dragones asiáticos” (Tailandia, Malasia, Vietnam y China) es posible aprender lo que un Estado puede hacer para inducir desarrollo y pasar de ser dependientes de bienes primarios, a exportadores de bienes industrializados.

En los años 50, el Gobierno taiwanés alentó la sustitución de importaciones apoyando su industria liviana (textil, cueros, bicicletas); luego la electrónica, relojería y bienes duraderos; la industria pesada (siderurgia, astilleros, petroquímica); y en los 80 la alta tecnología. Su “proceso de aprendizaje” supuso crear empresas estatales y muchas regulaciones y restricciones, lo que luego acabó al optar por una economía de mercado, si bien mantuvo el estímulo estatal con una lógica tan simple que no amerita discusión: subsidios a cambio de estándares de desempeño, como principio de reciprocidad.

Taiwán captó mucha ayuda e inversión externa, lo que —junto al fomento de la exportación con un tipo de cambio competitivo, el estímulo al ahorro privado con tasas de mercado y medidas tributarias de avanzada (eliminación del impuesto a la renta de las personas, a los depósitos a mediano plazo y a la reinversión de utilidades)— dio el resultado esperado.

Según la OMC, Taiwán, con sólo 36.000 km2 y 23 millones de habitantes, logró un PIB de 402.910 millones de dólares (2008), un ingreso per cápita de casi 23.000 dólares y un alto Índice de Desarrollo Humano (IDH). Sus exportaciones suman 256.000 millones de dólares y el “Made in Taiwán” lo catapultó en 1999 como tercer proveedor mundial en equipos de Tecnología de la Información.

Frente a esa pequeña isla está la China continental con 9,6 millones de km2 y 1.300 millones de habitantes, nación a la que le fue mal mientras anduvo en la colectivización agraria y la nacionalización de empresas, al estilo soviético. Y, con la Revolución Cultural de Mao Tse-Tung, se aisló del mundo.

Fue Deng Xiaoping —el líder de la célebre frase “no importa de qué color sea el gato, lo que importa es que cace ratones”— quien sacó a China de su ostracismo. Dejando atrás viejos dogmas, introdujo reformas capitalistas y aunque el Estado mantuvo la planificación, fomentó la actividad empresarial, la inversión extranjera, reconoció la propiedad privada y se abrió al mundo. Se estima que desde la Reforma Económica en 1979, China recibió 1 billón de dólares en capitales —principalmente desde Occidente— por la “deslocalización productiva”.

Hoy, el PIB de esta China mix comunista-capitalista es de 4,3 billones de dólares (2008), su ingreso per cápita de 3.200 dólares, con un IDH “medio”. Los bajos salarios y el débil yuan hacen que la “fábrica del mundo” crezca desde los 90 por encima del 10%, habiendo desplazado a Alemania como primer exportador en el 2009 y, este año, a Japón como segunda potencia económica. Ahora va a la “caza” de EEUU, ¿será en el 2020? Dos Chinas, una mejor que la otra…

Gary Rodríguez es economista y gerente general del IBCE.

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