Esta boca sigue siendo mía… – Susana Seleme Antelo – 19.9.2010

Aunque, como a otras bocas, las quieran amordazar.

Por eso protesta contra el proyecto de ley contra el racismo y la discriminación. Protesta, porque una cosa es combatir esas lacras con métodos democráticos y pedagógicos, como debe ser, y otra muy distinta es como lo está haciendo el presidente Evo Morales Ayma: ampararse en esa justa causa para dar rienda suelta a su permanente pulsión punitiva: el castigo ejemplar para “erradicar a los racistas” que posean medios de comunicación, según dijo.
Con esa ley, el MAS pretende poner mordazas a la libre expresión por la vía de judicializar la labor informativa de periodistas, medios de comunicación y sus propietarios. Protesto porque hasta donde yo conozco y mientras no se diga lo contrario, soy ciudadana de un ‘país libre’, aunque hoy la democracia y la libertad están heridas por el autoritarismo y el ‘racialismo’ del propio Gobierno. Con el término racialismo se identifica a los oprimidos de ayer que, al cambiar la correlación de fuerzas políticas, se convierten en opresores y reproducen los mismos patrones de poder y dominación anteriores.
Hoy vivimos lo que Franz Fanon, Jean Paul Sartre, Paulo Freire, entre otros intelectuales universales, llamaron el ‘efecto péndulo’ sobre la transitoriedad del ejercicio del poder político y la puesta en práctica de la ‘violencia horizontal’: el oprimido de ayer, hoy con poder, hiere y maltrata al opresor y también al otro oprimido. Así reproduce la relación de violencia real y simbólica sobre los demás, merced a los mismos prejuicios o fantasías de superioridad racial o étnica.
El llamado ‘racismo a la inversa’ no puede ser considerado una acción ‘políticamente correcta’ para justificar el etnocentrismo y primacía aimara sobre las 36 etnias que existen en Bolivia, entre las que no se considera a la mayoría mestiza. Con una visión romántico-utilitaria el MAS reivindica lo ‘originario-indígena-campesino’ en la Constitución Política del Estado sobre toda otra existencia étnica, con lo cual ha eliminado el principio democrático de igualdad de hombres y mujeres ante la ley.
La verdadera lucha contra el racismo no radica sólo en que no se utilice expresiones despectivas e hirientes hacia los pueblos indígenas –los llamados ‘collas’, en realidad patronímico del Collasuyo, que data desde el imperio inca– en los medios de comunicación, como parece ser a lo que apunta la ley para justificar las sanciones, cierre de medios y censura a la libertad de expresión. Si de verdad el MAS y sus hombres quieren combatir el racismo y la discriminación, deberían empezar por consensuar con la sociedad civil y la comunidad educativa –maestros-alumnos-padres– una pedagogía y una educación progresista desde la familia, la escuela y la sociedad a favor de la tolerancia, la alteridad, el respeto a las diferencias étnicas, culturales y la aceptación de esa diversidad como síntesis compleja de toda la nación.
La verdadera lucha contra el racismo es que no existan ni racismo ni racialismo, ni discriminación, sino conciencia democrática y opción por la ‘izquierda radical’, como diría Jürgen Habermas: sociedades, instituciones e individuos más democráticos, más solidarios, más tolerantes, mejor educados e informados, nuevas formas de cooperación y mayor compromiso cívico-civil. Como esta boca sigue siendo mía, la lucha contra el racismo debería empezar por los gobernantes actuales, para que no se los sindique de deshonestos, cuando en los hechos son racistas abiertos o encubiertos.

* Máster en Ciencias Políticas

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