Megalomanía – Marcelo Ostria Trigo – 8.9.2010

La historia muestra arquetipos de megalómanos que han causado muchos males a sus pueblos. Varios, como Adolfo Hitler, José Stalin, Rafael Trujillo, Pol Pot y tantos otros, que creyeron que su destino era dominar el mundo.


Alexis Márquez Rodríguez, un prestigioso profesor venezolano, va más allá de lo que dicen los diccionarios. Examina las palabras y, sobre el vocablo megalomanía, explica: “La definición que de la palabra megalomanía registra el Diccionario de la Real Academia Española es demasiado escueta e imprecisa: ‘Manía o delirio de grandeza’. Lo que dice es válido, por supuesto, pero no suficiente; en la práctica ese vocablo es mucho más rico en significados”. Otros diccionarios, según Márquez, “recogen mejor esa riqueza semántica”. Advierte también que “megalomanía viene de un vocablo griego compuesto de las raíces mega (grande) y manía (locura)”. Se trataría, entonces, de una enfermedad mental. Es más: “Generalmente, la megalomanía va acompañada de otras formas de conducta que también suelen ser patológicas, como el narcisismo, el egocentrismo, el mesianismo, la paranoia, la mitomanía, el culto a la personalidad, etc.”.
La historia muestra arquetipos de megalómanos que han causado muchos males a sus pueblos. Varios, como Adolfo Hitler, José Stalin, Rafael Trujillo, Pol Pot y tantos otros, que creyeron que su destino era dominar el mundo. Pero éstos no fueron los primeros ni serán los últimos de los megalómanos encumbrados en el poder, convencidos de que la historia les ha reservado un papel mesiánico para salvar a sus pueblos de males reales o imaginarios.
El megalómano con poder alienta –u obliga– a que profesen el culto a la personalidad, la suya se entiende. Ésta es, sin embargo, sólo una de las características del líder megalómano. A su adicción por la escenificación espectacular con banderas, uniformes, enormes fotografías, etc. se esfuerza en mostrarse serio, reflexivo y sabio; aconseja, critica, amenaza y advierte peligros, y muestra el camino correcto para alcanzar la felicidad. Convoca y lanza mensajes a todo el orbe, pues está convencido de que el mundo aguarda su palabra.
Fidel Castro, luego de su larga convalecencia, ha resuelto volver paulatinamente al primer plano político –no se ha jubilado–, partiendo de unas reflexiones publicadas en la prensa cubana. Él está, ahora, fascinado con los temas de política internacional. Quizá no tiene otro remedio, porque no le alcanzaría el tiempo para explicar su cadena de fracasos en su larga dictadura en Cuba. Y como la soberbia es compañera de la megalomanía, se le ha dado por creer que es el único que percibe los peligros que corre el mundo entero. Entonces se refiere a temas ya muy conocidos: que la falta de cuidado del medio ambiente pondría en riesgo la vida en el planeta y que estamos a las puertas de una guerra atómica que podría también extinguir a la humanidad. Fidel “no parece un loco visionario cuando alerta del peligro inminente de una crisis abismal provocada por la proliferación de armas atómicas. Y termina su charla al modo de un viejo hippie: ‘Paz y amor, colegas’. (Manuel Rivas. Fidel y Aznar. El País. Madrid, 04/09/2010).
Ese pacifismo castrista tiene mucho de sospechoso, porque señala como detonante de una conflagración mundial a un hipotético, pero inminente, ataque de Estados Unidos o de Israel al Irán de los ayatolás, precisamente a los que desafían con su porfía de desarrollar su poderío atómico, todo con el fácil aplauso de los populistas que lidera Hugo Chávez. Es, nomás, la advertencia del megalómano que no alcanzó a hacer felices a los cubanos.

* Abogado y diplomático

http://www.eldeber.com.bo/2010/2010-09-08/vernotacolumnistas.php?id=100908001307

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