La farsa de la “nación indígena” – Harold Olmos y VEJA – 6.9.2010

“…la crónica sobre Bolivia más reciente de Veja, la revista de mayor circulación en Brasil y América Latina,…”

En un valle y pegada a las laderas montañosas, La Paz fue erigida a medida de las marchas, siempre en un sentido único: cuesta abajo. En los últimos cuatro años, la capital boliviana fue tomada por protestas públicas de apoyo al presidente, a la nueva CPE, a las expropiaciones y a los ataques del gobierno contra la oposición. En las últimas dos semanas, por lo menos siete marchas descendieron las calles. Esta vez las palabras de orden eran contra el gobierno. Entre quienes llevaban carteles y el puño en alto había centenas de cholas, las descendientes indígenas identificadas por sus trajes típicos que incluyen sombrero en forma de coco, enaguas y faldas coloridas. Eran madres de El Alto exigiendo aumentar el salario de los maestros de sus hijos. “Evo debe hacer  lo que está escrito en la constitución, en la que la educación y el respeto a los indios son prioridad”, decía el dirigente del magisterio, el aymara Ricardo Huarana. Entretanto, indios de Caranavi, a 160 kilómetros de La Paz, bloqueaban una carretera reclamando por una planta procesadora de cítricos y la renuncia de un ministro.

Así empieza la crónica sobre Bolivia más reciente de Veja, la revista de mayor circulación en Brasil y América Latina, en los puestos de revistas desde el pasado fin de semana. Agrega: La presencia de indios en las protestas contra el gobierno es  un fenómeno reciente en la gestión presidencial actual. Su crecimiento disminuye al nacionalismo indígena que en las últimas dos décadas creció entre los bolivianos y ganó una posición central con el discurso populista de Evo Morales  Creado en universidades estadounidenses y europeas y transferido al altiplano con la ayuda de 1.600 ONGs actuantes en Bolivia, el nacionalismo indígena promete extraer de la miseria al país más pobre de América del Sur. El argumento básico de esa forma de indigenismo es la necesidad de eliminar lo que sus ideólogos llaman “explotación secular de los blancos europeos contra los indios”. Para eso hay que empeñarse en una lucha de clases modificada, en la que el proletario es substituido por el indio. “Mientras el marxismo entiende que el obrero oprimido tiene derechos que están sobre los de los demás, el indigenismo concede al indio ese privilegio”, dice el español Alberto Camero, latinoamericanista y director de la Fundación para el Análisis y Estudios Sociales, en Madrid. En vez del “capitalismo explotador”, el nacionalismo indígena boliviano -existe también en Perú, Paraguay y Ecuador- propone la vuelta al Kollasuyo, una de las cuatro regiones del imperio incaico, que ocupaba un tercio del territorio boliviano.

Continúa: Adornada en un colorido embalaje étnico, esa mezcla de mito y buen salvaje con conceptos marxistas dio fuerza a un linaje de políticos que hasta hace poco nunca obtuvieron más del 10% de votos en una elección. Uno de ellos fue Evo Morales, representante de los cocaleros sin vivencia en las costumbres indígenas, aunque descendiente de aymaras. Morales no hablaba de vuelta al Kollasuyo hasta 2005, después de proyectarse en el país como agitador y descubierto por las ONGs y los teóricos del nacionalismo indígena. Electo ese año y re-electo en 2009, Morales desplegó el indigenismo sólo por conveniencia. El verdadero ideólogo indigenista del gobierno es el vicepresidente Alvaro García Linera, profesor universitario miembro del Ejército Guerrillero Tupac Katari en los ’90. El grupo incorporaba el nacionalismo indígena al maoísmo. Tras la posesión de Morales, muchos bolivianos seducidos por esas ideas empezaron a percibir que el discurso nativista era una farsa. Ahora reclaman por la falta de apertura democrática y la escasez de perspectivas económicas y la represión a líderes indígenas.

La revista recuerda que el nacionalismo indígena fue institucionalizado con una nueva CPE en noviembre de 2007, dentro de un cuartel y sin representantes de la oposición. El plebiscito que la refrendó fue en enero de 2009, al cabo de muchos conflictos. El texto establece que Bolivia es un estado plurinacional de 36 naciones de campesinos indígenas. “Cumpliendo el mandato de nuestros pueblos, con la fuerza de nuestra Pachamama (madre tierra y diosa de la fertilidad) y con la gracia de Dios refundamos Bolivia”, declara el prólogo del nuevo texto. Son conceptos artificiales, pues la sociedad boliviana es mayoritariamente mestiza. Los indios son apenas el 17% de la población. Pero los delirios utopistas del documento constitucional son  los que menos daño causan a los bolivianos. El peligro mayor está en que el texto promueve el caos social interno al institucionalizar la llamada Justicia Comunitaria, no sometida a la Justicia común. Hace siglos que consejos formados por ancianos castigan a los ladrones y asaltantes obligándolos a trabajos forzados. Sanciones con azotes eran raras hasta hace poco. En la práctica, la inclusión de la justicia comunitaria en la CPE tuvo dos repercusiones. La primer fue propagar los linchamientos entre la población, que ahora se cree libre para hacer justicia con sus propias manos. En Bolivia, hay un promedio de un linchamiento por semana. Frases como “el ladrón será linchado” están en paredes y en muñecos prendidos en los postes del centro de La Paz y El Alto. Los agresores no son aprehendidos ni procesados porque alegan que siguen una tradición legalizada. La segunda consecuencia fue haber creado un arma brutal contra la oposición y ex aliados de Morales.

Al valorar a la Justicia comunitaria, dice Veja, el nacionalismo indígena debilitó la Justicia ordinaria y dio luz verde para que los militantes del MAS, el partido del presidente, embistiesen impunemente contra sus desafectos. Un caso reciente mes del aymara Félix Patzi, ex ministro de Educación del gobierno. Pese a llevar ventaja en las encuestas para el gobierno de La Paz, en abril pasado, no tenía apoyo de Morales. Sorprendido conduciendo borracho, fue condenado por la Justicia comunitaria a fabricar mil ladrillos. Además, su candidatura fue inhabilitada. Si hubiese ido al pleito y ganado, no habría tenido garantizada su posesión. En Achocalla, a pocos kilómetros de La Paz, el aymara Pedro Ninaja ganó la elección de alcalde con el 32% de votos. El resultado lo dio la CNE el 10 de abril. Cinco días después, los resultados fueron alterados para beneficiar al MAS. Los votos de una urna desaparecieron. Ninaja reclamó a la CNE sin resultado. “Las personas de Achocalla saben que hubo trampa. Si continúa así, Morales no logrará acabar su mandato”, dice la revista atribuyendo la declaración a Patzi. Otros castigos anunciados como sentencias de la Justicia comunitaria son más bárbaras. En 2009, la casa cerca del Lago Titicaca del ex vicepresidente VH Cárdenas, aymara, fue invadida por militantes del MAS. Escapó ileso porque estaba dando clases en La Paz. Su hija de 16 años, su hijo y su mujer tuvieron menos suerte y fueron azotados y golpeados con palos. “La imagen de que este gobierno defiende a los indígenas se desmorona más rápido de lo que se pensaba”, dice Cárdenas. “Los indios perciben que la vida no cambió en nada…”

El texto completo se lo encuentra aqui.

El blog de Harold Olmos: http://haroldolmos.wordpress.com/

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