Un modelo que funciona – SEMINARIOUNO (Editorial) – 1.9.2010

Santa Cruz de la Sierra, Bolivia
30 de Agosto de 2010

Editorial
Un modelo que funciona
Jueves,  26 de Agosto, 2010

Nadie sabe definirlo a cabalidad, pero funciona y da resultado. ¿Qué es, de qué trata esa frase? Pues, nada menos que del llamado “modelo cruceño” de desarrollo al que le suelen llover críticas desde todos los ángulos, pero el único que ha logrado generar excedentes y empleos en el país, en una magnitud no vista en otros departamentos. Es lo que sostienen quienes defienden ese modelo cruceño, amparados por las cifras que describen la situación económica de Bolivia y por los resultados visibles sobre todo en Santa Cruz. Uno de esos resultados es el que el Instituto Boliviano de Comercio Exterior acaba de graficar en un documental que recoge sólo treinta y tres testimonios, entre cientos de miles, de inmigrantes exitosos en la agricultura cruceña.

El documental no es una alabanza forzada a un modelo que, lejos de ser perfecto, tiene aún tareas pendientes. Es apenas una muestra de cómo es posible combatir a la pobreza echando mano de los recursos que se tienen a disposición y de la capacidad de generar oportunidades de trabajo, sobre todo productivos. ¿De qué otra manera hubiera sido posible que cientos de miles de bolivianos empobrecidos, expulsados de sus comunidades por carencias de todo tipo, hayan logrado no sólo asegurar el sustento diario de su familia, sino además acumular capital hasta convertirse en medianos y grandes productores? Los treinta y tres testimonios recogidos por el IBCE demuestran que eso sólo fue posible porque Santa Cruz generó oportunidades de empleo.

No sólo eso, es cierto. Santa Cruz tenía a su favor, y aún lo tiene, el ser poseedor de recursos naturales excepcionales que le permiten generar oportunidades en áreas potencialmente productivas y rentables, como es el de la agropecuaria y agroindustria; además de una cultura de la asociatividad -muy común en la mayoría de los bolivianos- que le permitió, desde siempre, encarar la solución de sus problemas y satisfacción de sus demandas por cuenta propia, ante la ausencia sistemática del Estado. Es lo que hicieron también los inmigrantes, sobre todo los que llegaron a trabajar la tierra: crear instituciones bajo la lógica de “la unión hace la fuerzaˮ, sobre las que cimentaron sus exitosos saltos de zafreros a productores con tierra, maquinaria y capital propios.

Pero los bolivianos sabemos que no basta vivir en una tierra rica en recursos naturales para salir de la pobreza. Que lo digan Potosí, Oruro, Chuquisaca, La Paz o Pando, bendecidos por esas riquezas, pero sumidos hasta hoy en la pobreza. La diferencia está, no cabe duda, en la forma cómo se aprovechan esos recursos. En el caso de Santa Cruz, ese aprovechamiento se dio sobre la base de un “modelo híbrido” sostenido en el libre mercado y en la asociatividad, que fue capaz de generar excedentes, de crear empleos y de iniciar un proceso de formación de mano de obra calificada no dependiente del Estado, sino más bien abierta y alimentada por la iniciativa privada.

Por supuesto que no es un modelo perfecto. Para comenzar, porque ni siquiera ha sido debidamente concebido y descrito. También, porque no ha sido capaz de acompañar la generación de sus excedentes con una política de justa redistribución de los mismos y, también, porque ha dejado al margen el componente social, entendido este como el fortalecimiento del desarrollo humano. Es decir, Bolivia tiene en el modelo cruceño una opción ganadora a replicar en otros departamentos, pero no sin antes corregir sus defectos.

Un modelo que funciona – .: Semanario1 :.
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