Nuevo mapa de conflictos – EL DIA (Editorial) – 18.8.2010

Pasó Potosí y los conflictos tienden a aumentar. Lo ocurrido debe obligar al Gobierno a desarrollar su capacidad de gestión.

Los analistas creen que el paro y bloqueo de 19 días de Potosí “ha abierto las puertas a una nueva configuración de los conflictos sociales de Bolivia”. En términos profanos eso quiere decir que para hacerse escuchar con el Gobierno de Evo Morales hay que recurrir a una medida similar o mayor a la que encararon los potosinos.
Las previsiones no son nada auspiciosas para el Gobierno, no sólo por la intensidad de los conflictos sino también por la cantidad. Un estudio reciente revela que, en promedio, la administración del MAS ha enfrentado 68 eventos conflictivos por mes en el primer semestre de 2010, algo superior las estadísticas de 2009 y muy por encima de los números históricos, al menos los registrados en los últimos 40 años. La tendencia es al aumento, según el informe de “Riesgo y Seguridad Bolivia”, que registró el récord de 117 protestas en el mes de mayo.
Lo más llamativo del estudio es que Santa Cruz ha pasado a encabezar la lista de las regiones más conflictivas junto con Cochabamba y La Paz. La mayoría de las protestas han tenido como “adversario” al Gobierno central y en segundo lugar a las empresas del Estado. Aunque en ninguno de los casos se ha visto amenazada la estabilidad política, ni se ha puesto en duda el derecho del presidente Morales de ejercer el cargo, sí se ha cuestionado seriamente su capacidad para hacerlo. “Al demandar atención, objetar decisiones, exigir cambios en los planes y proyectos gubernamentales, este enorme cúmulo de acciones conflictivas erosiona severamente la capacidad de gestión del Gobierno, de por sí afectada por los cambios institucionales que se propuso llevar a cabo. Podría incluso establecerse con bastante certeza que hay una correlación inversa entre la cantidad de eventos conflictivos y la calidad de la gestión”, dice el informe.
Pese a estas evidencias, el Gobierno sigue insistiendo en que Bolivia vive una “falsa conflictividad” y considera que Potosí protestó por nada, motivado por la derecha con el fin debilitar la imagen de Evo Morales. Detrás de esta afirmación está la evidencia de que el país atraviesa por una relativa bonanza y que los conflictos no tienen móviles económicos, sino que son demandas de participar en la abundancia. De hecho, mientras los potosinos bloqueaban, se registraban nuevos récords en los precios de los minerales, hecho que no frenó en ningún momento las protestas, porque quienes estaban en las carreteras y en las manifestaciones están convencidos que Potosí seguirá siendo, pese a ello, la región más pobre del país, mientras los gobernantes compran aviones, viajan en primera clase y derrochan los recursos públicos.
Los potosinos han festejado con júbilo y se declaran ganadores frente a un Gobierno al que obligaron a dialogar, al que esta vez no le dio resultado la descalificación del adversario y tampoco pudo recurrir a la represión. Lo que está en duda es la capacidad del Gobierno de cumplir con los compromisos asumidos. Ese ha sido el problema eterno, el de un Estado que no resuelve problemas y que se dedica a “apagar incendios”. ¿Podrá el Gobierno de Evo Morales romper con esa vieja práctica? ¿O es que debemos prepararnos, los cruceños, los paceños, los cochabambinos, los orureños y los benianos para imitar a Potosí?

Pasó Potosí y los conflictos tienden a aumentar. Lo ocurrido debe obligar al Gobierno a desarrollar su capacidad de gestión.

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