LA QUINTA ETAPA DE LA “REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA” – LOS TIEMPOS (Editorial) – 28.7.2010
La industrialización en lo económico y el poder total en lo político, serán los próximos objetivos. ¿En qué consistirá la “revolución cultural”?
El pasado martes, durante el acto de inauguración del XXI Congreso Ordinario de la Federación Especial de Trabajadores Campesinos del Trópico, una de las que aglutina a mayor cantidad de productores de coca, el vicepresidente Álvaro García Linera anunció que nuestro país está asistiendo al fin de una etapa de la “revolución democrática y cultural” y al inicio de otra, que vendría a ser la quinta.
Cada una de las cuatro anteriores, según García Linera, habría marcado un hito en un proceso que se inició en el año 2000, cuando se produjo la “guerra del agua” en Cochabamba. La “guerra del gas” organizada alrededor de la consigna de evitar la venta de gas a Chile habría sido el segundo hito; el triunfo electoral en diciembre de 2005 el tercero; la lucha para derrotar a los sectores adversos al “proceso de cambio” marcó la cuarta etapa. Consumado ya el propósito de aplastar a la oposición –tarea cumplida en gran medida gracias a las inclinaciones suicidas de ésta– y aprobadas las leyes fundamentales del nuevo Estado, estarían ya dadas las condiciones para el inicio de la nueva etapa, la quinta.
La quinta etapa, según anunció García Linera, consistirá en una “ofensiva estratégica” orientada a la construcción y la toma del poder político, económico y cultural, es decir, ya no sólo del Gobierno, “sino del poder para tener la capacidad de decidir y mandar sobre la política y la economía” del país. Dicho en otras palabras, a la obtención del poder total, el poder sin límites, objetivo último para el que todo lo hecho hasta ahora no habría sido nada más que parte de un moroso pero necesario proceso preparatorio.
En el discurso vicepresidencial que comentamos no se dieron mayores elementos de juicio sobre la manera como se plasmará en los hechos prácticos “la toma del poder político, económico y cultural”. Sin embargo, algo de ello se puede colegir a partir de una serie de mensajes, no necesariamente verbales, que el gobierno da de manera constante.
En lo económico, se ha anunciado ya la decisión de concentrar esfuerzos y energías en programas de desarrollo, entendido éste en los términos más convencionales. Es decir, industrialización intensiva, apertura de caminos, construcción de plantas hidroeléctricas y todo cuanto sirva para incrementar la participación del Estado en la economía nacional de modo que, por lo menos en términos relativos, disminuya la del sector privado.
En lo político, de lo que se trata ahora que ya no existe oposición digna de tal nombre es, como se desprende de numerosos mensajes presidenciales y vicepresidenciales, de dirigir la “ofensiva estratégica” contra los “traidores”. Es decir, quienes por uno u otro motivo se han ido –y sin duda se irán— alejando de los conductores del proceso. La exclusión, por primera vez desde hace cinco años, de los “movimientos sociales” de la evaluación semestral de la labor del gabinete ministerial también da indicios sobre lo que eso significa. Nada que pueda considerarse sorprendente o novedoso.
Es poco, en cambio, lo que se puede vislumbrar sobre lo que traerá consigo el componente de “lo cultural” en la nueva etapa del proceso de cambio. Pero sin duda pronto comenzarán a verse las primeras muestras de lo que eso significa.
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