LA CIUDAD DE LOS AVESTRUCES – Por: Any Malita – 12.6.2010

LA CIUDAD DE LOS AVESTRUCES / Cualquier similitud con la realidad, ¿será una simple coincidencia?

En un paradisíaco lugar, arrebatado a la selva y la adversidad vivía la felicidad. Los habitantes de Llanuralandia vivían contentos, habían heredado de sus ancestros un lugar donde reinaba la alegría, la libertad, el optimismo y el deseo de permanente progreso. Estaban dedicados a construir un mañana mejor, y su hermosa ciudad irradiaba ese permanente deseo en todos y cada uno de sus actos. Los antepasados de los actuales vivientes de esta ciudad habían luchado contra la desventura, habían vencido y progresado por esfuerzo propio, y habían superado sus carencias a pesar del abandono de la egoísta monarquía, que siempre había dejado a Llanuralandia en el olvido.

Con ese deseo y fe inquebrantable siempre salieron vencedores ante los esfuerzos conquistadores, envidiosos y pesimistas de reinos vecinos, quienes siempre intentaron quebrantar ese deseo irreductible de un mañana mejor; ajeno al egoísmo y la maldad.

Sin embargo, un día, un envidioso rey vecino, dueño y señor de Montañalandia; decidió destruir por completo el alma, la esperanza y la alegría de los habitantes de Llanuralandia, y para ello envió a su más temible hechicero, Torquemada, quien con su más terrible y potente conjuro empezó la persecución de sus líderes, de sus sabios, de sus intelectuales y de sus empresarios. Sólo unos pocos lograron salir de la ciudad antes que el conjuro surtiera efecto, escogiendo el doloroso exilio antes que el penoso embrujo.

El maleficio sólo tuvo efecto entre los habitantes varones, y así, con inconmensurable maldad los transformó en avestruces, y  comenzó la persecución aprovechándose de la característica natural de estas torpes y casi mudas criaturas. Algunas lograron escapar hacia la sabana aprovechándose de la velocidad de sus largas patas y la gran mayoría metieron su cabeza en agujeros, dejando al aire sus grandes y plumíferos traseros, permitiendo al maléfico hechicero escoger a su libre voluntad a quienes enjaular y a quienes ahuyentar.

Mientras unos avestruces huían despavoridos y otros eran cazados a mansalva, con la complicidad del silencio y del abuso de poder, Torquemada se paseaba como dueño de la ciudad, irrumpiendo en la paz de los hogares, amedrentando a todos y haciendo sufrir a mujeres y niños, con su insana y cruel conducta.

A partir de ese momento, en la otrora ciudad feliz, reinó la desazón y el desconcierto, vivió la desesperanza y la tristeza; se escondió la valentía y apareció el desconsuelo. El sol dejó de brillar y los días se volvieron grises, pues en lugar de las voces positivas y orgullosas de sus varones, solo se escuchaba el temeroso y gutural gruñido de los perseguidos avestruces.

¿Hasta cuándo, durará tanta maldad? Se preguntaban sus valientes mujeres, únicas intransigentes opositoras de tan evidente abuso. Y así comenzaron un valiente movimiento de protesta y de oración que buscaba revertir los efectos del maleficio.

Esta es una parte de una historia que aún se encuentra en desarrollo; el saldo del cuento, ¿sólo lo escribirán las mujeres? ¿Será posible que aún dure el maleficio?  Cualquier similitud con la realidad, ¿será una simple coincidencia? ¿Por qué no escribimos juntos el final de este cuento?……………..

“Iba la Peste camino a Bagdad cuando se encontró con Nasdurin, quien le preguntó: ¿A dónde vas?  “A Bagdad a matar diez mil personas” Después de un tiempo, la Peste volvió a encontrarse con Nasdurin, él muy enojado le dijo: “me mentiste. Dijiste que matarías a diez mil personas y mataste a cien mil”. la Peste respondió: “Yo no mentí, maté diez mil, el resto…. murió de miedo”


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