Entre el hambre y la corrupción – Hugo Salvatierra Rivero / HOYBOLIVIA – 26.5.2010
Se ilusionó al pueblo con un cambio, que nunca llega. Se entusiasmó al humilde con mejores condiciones de vida, que nadie la siente. Se dibujó un país lleno de amor, fe, unidad; pero cada vez estamos más lejos de lograr esas quimeras.
El boliviano de hoy, ese pluricultural, bilingüe y folclórico, que ha soportado más de cuatro años de improductividad gubernamental, empieza a sentir los efectos que provoca un buen discurso populista, que no es capaz de desarrugar un estómago vacio. La plata no alcanza para nada en los mercados, lamentan las amas de casa y sufren los niños en los hogares más empobrecidos. Esos, (clases populares) a los que se los ha venido engañando están rompiendo el cascarón, se están levantando. Aunque la bala criminal los esté tumbando.
Es que el hambre es el signo más cruel de la pobreza y esa figura avanza a pasos agigantados en el país. Hay gente humilde que busca alimentos en los contenedores de los mercados. Familias que solo tienen la capacidad económica para alimentarse una vez al día. En otros casos, el alimento solo es café, o agua de palta y pan.
Mientras que al otro lado de la calle, esos que dicen defender a los humildes, a los pobres y miserables, están en la opulencia y el derroche. Aprovechan el momento de gloria, para satisfacer sus más míseras necesidades. Además, de malgastar dinero anunciando la compra de armamentos, aviones, satélite y otros juguetitos tecnológicos, cuando el drama del hambre adquiere cada vez mayores dimensiones en el país.
No existe el mínimo entusiasmo del gobierno por solucionar el problema de los humildes, de los pobres, de los indígenas. Sin embargo, somos testigos del florecimiento de una nueva casta en Bolivia denominados cocaleros chapareños. Esos que han dejado de producir la tierra para dedicarse al cultivo de la Coca materia prima para la producción de droga que está contaminando y matando a la Pachamama.
Mientras tanto, el pueblo sufre y empieza a sentir hambre. Pero es necesario conocer que el hambre no depende tanto de la escasez de alimentos, sino de la insuficiencia de recursos económicos y de políticas gubernamentales para garantizar a todos los bolivianos, tener un acceso seguro a los mercados y a los productos alimentarios. En otras palabras, el hambre no se extingue por Decretos ni leyes cortas, sino con trabajo honesto, con estrategias y con inteligencia, que tanta falta le hace a este gobierno.
Mientras el hambre amenaza de muerte a muchos bolivianos, el narcotráfico y la corrupción en el país han alcanzado niveles insospechados, dejando jugosos dividendos a los portadores del indigenismo. Pese a ello, el gobierno continúa dejando crecer los cultivos de coca y creando nuevas empresas estatales para festín masista.
Los indigenistas de condominio (actual gobierno), han puesto de manifiesto que para luchar contra el hambre en este país, basta un Decreto Supremo que incluya un incremento salarial del 5 por ciento para las clases populares. Mientras que para la corrupción, solo basta tener aval, llegar a un alto cargo y aprovechar el verano indigenista. Total, en Bolivia solo sufren cinco personas: Yo, Tu, Él, Nosotros, Vosotros, menos ellos, los del MAS. Esta es una versión del socialismo del siglo XXI.
* Comunicador Social
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