Todos los poderes en una mano – José Gramunt de Moragas • S.J. – 24.5.2010

Durante su desafortunada visita a España, Don Evo pidió buenos consejos al famoso juez, Baltasar Garzón, sobre cómo refundar (o refundir) el sistema judicial en Bolivia. Ignoro la respuesta de Garzón, pero no me extrañaría que le hubiese aconsejado, antes que nada, despolitizar la justicia. Nadie mejor que Garzón sabe de este pecado capital que prostituye a algunos tribunales.

Algo más, en la audiencia que el Papa concedió el Presidente, éste se permitió aconsejar al Pontífice  emprender un “proceso de sinceramiento” dentro de la propia Iglesia. Una suerte de reforma a lo Lutero o a lo Enrique VIII. Si la Secretaría de Estado del Vaticano le hubiese respondido, pudo recomendarle que él mismo (Don Evo) se sincerase con su propio país. Me explico: que esbozara claramente, a todos los bolivianos, sin espejitos de colores ni otros avalorios, que su objetivo era seguir ampliando su poder, más poder en todos los ámbitos nacionales. Últimamente, ocupando las gobernaciones y los municipios ganados por la oposición en justa lid.
Así fue. El pasado domingo 4 de abril se llevaron a cabo las elecciones departamentales y municipales que dieron la victoria a tres gobernadores opositores: los de Santa Cruz, Beni y Tarija, y a numerosos alcaldes insumisos. ¿Usted cree que el Gobierno acató la voluntad popular?  Pues se equivoca. De inmediato el Gobierno sometió al Órgano Legislativo Plurinacional un proyecto de Ley Transitoria de Autonomías cuyo objetivo es invalidar la investidura de las nuevas autoridades legítimamente elegidas.
Enseguida saltó la fiera depredadora dispuesta a fagocitarse a las nuevas autoridades. Pero había que hacerlo sin derramamiento de sangre, “legalmente.  Había que salvar las apariencias pues si se invalidaba la posesión de los gobernadores y alcaldes, dizque por corrupción y uso indebido de los fondos reservados, y esta imposición se hacía antes de que fuera dictada la correspondencia sentencia ejecutoriada, automáticamente se prejuzgaba la culpabilidad del imputado, es decir,  una monstruosidad ética y jurídica contra el derecho natural y la misma Constitución Plurinacional.  Visto tan grave atropello no faltó el avispadillo leguleyo a quien se le ocurrió la filigrana de permitir el juramento de la nueva autoridad, y la subsiguiente e inmediata privación temporal de las facultades otorgadas por la ley.  Repito, temporal, hasta finalizado el artificioso juicio.  Lo que no advirtió o no quiso reconocer el sabihondo de marras es que, al obligar al gobernador electo a retirarse de sus funciones, aunque fuera temporalmente, ya se le estaba aplicando una sanción por una culpa no probada. Total, aquí no hay presunción  de inocencia ni la madre que la parió (con perdón). Por estos caminos tortuosos el Gobierno prende reconquistar el terreno perdido. Así habrá consolidado el nuevo totalitarismo al que nunca renunció.
¿Y quiénes ocuparán aquellos puestos abandonados “temporalmente”?  Pues, conociendo el paño que se gasta el MAS,  serán otros conmilitones que ya están al acecho. Curiosamente,  a ninguno de ellos se les habrá encontrado en su historial ni mácula de corrupción ni de abuso de bienes reservados ni na, ni na. Como tampoco tienen falta ni culpa alguna los gobernadores y alcaldes masistas. ¡Enhorabuena!

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