A las malas – Susana Seleme Antelo – 19.5.2010
A las malas (I)
Susana Seleme Antelo
Así va el gobierno en economía, gestión social y resolución de conflictos; en práctica democrática frente a la oposición política, con violación a principios universales del Estado de Derecho, como la presunción de inocencia y el respeto a la voluntad popular expresada en las urnas; amén de un débil control a la economía política del narcotráfico, entre otros quehaceres.
Tenemos un gobierno que se dice demócrata porque ha convocado a 7 elecciones, con fraude o sin fraude, en cuatro años para justificar merced al voto y la legitimación ciudadana, el ejercicio del ‘poder total’. Les falló la última para completar la dominación territorial: elección en gobernaciones y alcaldías, algunas ganadas no sólo por la oposición de los departamentos autonómicos, sino desde la ‘disidencia’ interna al MAS: los ex aliados del Movimiento Sin Miedo y otros dirigentes indígena-originarios-campesinos.
Para impedir que esas autoridades electas democráticamente asuman sus cargos, como mandan la ley y la voluntad popular, se han inventado una ley corta, más bien “guillotina judicial”, tan ‘afecta’ al Vice, violando todas las normas constitucionales. De ahí surgen los procesos contra los gobernadores electos Rubén Costas, Mario Cossío, Ernesto Suárez y alcaldes como Luís Revilla, del ‘Movimiento sin miedo’ paceño, hasta Percy Fernández de Santa Cruz y otros. Que los radicales aplicarán su rodillo legislativo, es lo más seguro. Pero no debemos ni podemos quedarnos de brazos cruzados, cuando la arremetida totalitaria de Evo Morales y compañía pretende desconocer el acuerdo político entre una ciudadanía y unos candidatos electos, en relación recíproca de mutua confianza democracia-voto.
Ese acuerdo político ciudadano entre los electores y los candidatos, puede ser violado con un impune golpe de Estado legislativo contra la ciudadanía, contra las autonomías y contra la democracia. Ojalá que unidos y organizados frenemos la prepotencia estalinista del oficialismo, para no ser victimas de otra brutal violación al orden democrático en el que creímos, a pesar del MAS, a vista y paciencia de todo el país y de la comunidad internacional, con el beneplácito y la hipócrita connivencia de quienes juraron defender la ley y la sociedad. En todo caso, siempre es un alivio recordar que la rueda de la fortuna gira…
Tenemos un gobierno que se dice de izquierda, pero que nunca fue una izquierda democrática, menos social demócrata, porque no intentó construir un “Estado de Bienestar”, que no es otra cosa que pleno empleo, salarios justos, seguridad y cobertura sociales garantizadas, cuando tuvo óptimas condiciones nacionales e internacionales de hacerlo. Pudo hacerlo sin radicalismos ideológicos, para diseñar y ejecutar políticas productivas generadora de empleos, sumadas a gestiones y políticas públicas de educación, salud y seguridad alimentaria, con el fin exclusivo de disminuir la pobreza, el más acuciante problema de Bolivia.
No hay ni magos, ni bonos, ni cheques venezolanos, ni un mísero 5% de incremento salarial que pueda sustituir aquellos valores del bienestar que las y los bolivianos nunca han tenido por falta de empleo productivo, pues 80% de su población económicamente activa (PEA) mal vive con estrategias de supervivencia. Esas estrategias son vender ropa usada, sobrecitos de shampoo, pastillas y mocochinchi en las esquinas, o que niños desde los 6 años estén lavando o cuidando autos en las calles, a las malas. (Continua)
A las malas (II y final)
Susana Seleme Antelo
Las respuestas del gobierno que se dice de ‘izquierda y socialista del siglo XXI’ a las justas reivindicaciones sociales son las que siempre usó el neoliberalismo: mantener el equilibrio macroeconómico y financiero, logrado siempre a costa de bajos salarios, despidos y disminuyendo la demanda agregada para no generar inflación. O a través de disminución de inversión pública, vía recortes al Impuesto a los Hidrocarburos (IDH), por ejemplo, con los que se ejecutan las obras departamentales.
Las actuales malas respuestas del gobierno a las reivindicaciones sociales, son producto de desconocimiento de la gestión económica productiva, transparente, con fiscalización social, movidas además por los dictámenes antiimperialistas del ‘chavismo’. Recorren partes de América Latina, ya sea por la enorme retracción de la inversión extrajera directa (IED) ahuyentada por no tener reglas claras, o por arrebatos ‘nacionalizadores’, o por ideologización extremas.
Así lo han hecho Morales y compañía, en lugar de haber seguido el pragmatismo económico de Ignacio ‘Lula’ Da Silva: apertura a la inversión extranjera para generar empleos productivos, con preservación real del medioambiente y la “pachamama”, amén de gestión exitosa de políticas sociales, que sí disminuyeron la brecha de la pobreza en Brasil.
Las respuestas bolivianas a las demandas sociales conllevan siempre represión, palos, gases, balas, muertos, heridos, presos, luto y dolor. El ‘proceso de cambio’ ha introducido una novedad, no usada antes: los sectores populares que hoy exigen mejoras salariales son acusados de ‘delincuentes, asesinos y conspiradores’.
El gobierno que se dice ‘democrático y de izquierda’, deja pasar y deja hacer a las mafias de narcotraficantes, sin controlar la por excelencia globalizada economía política de las drogas. Los capitales, insumos, mano de obra, tráfico, manipuleo, distribución, comercialización y consumo de drogas pertenecen a ilegales niveles transnacionales del narcotráfico. No se combate esa delictiva cadena de producción y consumo, atacando con mayor ahínco al imperialismo, ni confiscando de manera aislada, sin orden ni concierto, hojas de coca, pasta base, clorhidrato, ni mirando de palco el aumento del consumo nacional, con cadenas de vendedores al raleo, expertos en inducir al vicio y a la adicción.
Debiera hacerse controlando los orígenes: desde el cultivo de la materia prima, cuyo crecimiento deja dudas sobre una real voluntad política y si el guía-presidente Evo Morales, es al mismo tiempo, máximo dirigente de las Federaciones de cocaleros del trópico cochabambino. De las 12 mil hectáreas permitidas de cultivo de hojas de coca para el consumo tradicional, hace 5 años, actualmente hay más de 38 mil, según expertos.
Existe demanda, sí, por eso en Bolivia hay miles de campesinos cocaleros, procesadores de pasta básica, quizás menos cristalizadores, pero hay cientos y cientos de pequeños y grandes especuladores, traficantes y mercenarios. Estamos viviendo la presencia de las brutales mafias narcotraficantes porque no hay control y los narcos se saben parte protegida de la millonaria economía política globalizada del mercado de las drogas.
Y así, con muertos, represión, presos políticos, exiliados, narcotráfico, violaciones a la democracia, a la ciudadanía, a los Derechos Humanos, Evo Morales en persona y sus colgandejos, andan pidiendo el Premio Nobel de la Paz. Como los pollos, otra vergüenza nacional a las malas.
ENVIADO POR LA AUTORA susana seleme [susanaseleme@gmail.com]