De salarios y otras vainas – Gary Antonio Rodríguez A. – 18.5.2010

En mi última columna (“El incremento salarial”) hice votos porque el divorcio entre el Gobierno y vastos sectores laborales por el incremento salarial se resolviera favorablemente. Dos semanas después, la situación tiende a empeorar por el anuncio de un posible traspaso de los fondos de jubilación al Estado, ocasionando preocupación entre los trabajadores.
Como si no hubiera suficiente el primer conflicto –parcialmente “solucionado” por un acuerdo firmado a decir de muchos, a espaldas de gravitantes sectores como el fabril, salud y educación, que siguen en apronte- entra en escena el anuncio de “estatización” de la administración de los ahorros de los trabajadores, hoy en manos de dos AFPs privadas.

Habida cuenta de las tristes experiencias vividas –no sólo en Bolivia- cuando tales recursos fueron mal manejados y hasta confiscados por varias administraciones gubernamentales, existe el genuino temor de repetir la historia. Los especialistas dicen que, siendo hoy el Gobierno el mayor deudor de los fondos de jubilación, el hacerse cargo de su administración sería como “poner al ratón a cuidar el queso”.
Pero, a ello se suma otro anuncio: el posible incremento de los aportes patronales para el “fondo solidario”   -y en algunos casos, los pagos de los trabajadores también- con miras a jubilarse antes de los 60 años (¡la potencia económica boliviana se anticipa a todos los países que jubilan a sus trabajadores más tarde!). Así las cosas, vienen días más difíciles para Bolivia.
Si no se solucionan los conflictos en curso, y más bien se añaden otros más, algo grave va a suceder. Los reclamos de quienes no perciben las mejoras que esperaban –mientras ven cómo ciertas elites dirigentes ligadas al “proceso de cambio”, sí lo hacen- son cada vez más frecuentes, avizorando un deterioro de la “paz política y social” que se dijo estaría garantizada al culminar los interminables procesos eleccionarios de los últimos cuatro años.
Si la gente reclama en las calles, en los piquetes de huelga, y está dispuesta a sufrir la represión en los enfrentamientos ¿no será porque hay carestía y sufrimiento en sus casas? Esa gente también quiere mejorar su calidad de vida y la de sus familias, y tiene el derecho a hacerlo. Este reclamo no es de ahora, es el mismo de siempre. Si los ciudadanos de a pie estuvieran tan bien -como dicen que está el país macroeconómicamente- ¡ni siquiera reclamarían ese 5 por ciento de incremento como insuficiente! Y, si creyeran que el Estado es un buen administrador, no dudarían que su jubilación estaría asegurada. Pero, no es así.
El haber generado grandes expectativas, no ha sido bueno. Mucho menos, el haber dado lugar a que la gente presione para conseguir resultados, pues ello genera un escenario de vulnerabilidad que si bien se puede resolver cediendo incluso a posiciones caprichosas, ello ocasionará negativos “efectos de contagio”. Ahora, no ceder y usar la fuerza para ello, hará impopular a quien está al frente.
“Lo que se siembra, se cosecha”, dice una ley inmutable. Un solo maíz sembrado produce varias mazorcas. Y en la vida: quien siembra vientos, inevitablemente cosecha tempestades.
La gente es generosa en olvidar los errores políticos, esos que no afectan su vida y que más temprano que tarde pasarán al anecdotario. Pero, esa misma gente jamás perdonará los errores que se puedan cometer en materia económica, esos que afecten su día a día, que amenacen su futuro, o el de sus hijos.

• Economista y gerente del IBCE

http://eldia.com.bo/

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