UNA NUEVA ETAPA DEL “PROCESO DE CAMBIO” – LOS TIEMPOS (Editorial) – 10.5.2010
El nuevo sindicalismo, se ha dicho, debe consistir en “mandar obedeciendo”. Obedeciendo, se entiende, los mandatos provenientes de las nuevas élites gobernantes.
La semana que concluye ha estado signada por una serie de acontecimientos que permiten afirmar que algo nuevo está ocurriendo en nuestro país. Algo que, por lo novedoso que es, puede ser calificado como uno más de esos hitos que durante los últimos años han ido jalonando la historia contemporánea de nuestro país.
Los hechos a los que nos referimos son dos. Por una parte, la clausura del último proceso electoral con el que se puede dar por terminada toda una época de la democracia boliviana, la que se inauguró en octubre de 1982. A partir de ahora, un solo partido, el MAS, tendrá plena presencia en el escenario político nacional. Y ese no es un pequeño dato, pues no es nada frecuente que en un país se instaure un régimen monopartidista sin que ese sea el resultado de una revolución violenta. Lo peculiar del caso boliviano es que a ese punto se ha llegado con la aquiescencia de gran parte de la sociedad y con el aporte, involuntario tal vez pero muy efectivo, de quienes desde la oposición contribuyeron con sus errores a tal desenlace.
El segundo rasgo novedoso de la etapa que se inició con este mes de mayo, es la sentencia de muerte que fue dictada contra el sindicalismo libre e independiente en sendos mensajes dirigidos a los trabajadores del país por el Presidente y el Vicepresidente del Estado Plurinacional. En efecto, como se recordará, ambos coincidieron al señalar que en las nuevas circunstancias ya no cabe en Bolivia un sindicalismo dedicado a defender los intereses materiales de sus afiliados. Lo que ahora corresponde, dijo cada uno con su propio estilo y léxico, es un sindicalismo que se ejerza con, desde, para y por el poder del Estado. Dieron a entender, además, que la historia pasaría sin contemplaciones por sobre los dirigentes que se resistan a entender tan contundente realidad.
Tales palabras fueron dichas en vísperas de la muy previsible ola de protestas que se veía venir debido a lo exiguo del aumento salarial ofrecido, que contrasta grandemente con las expectativas despertadas por la supuesta bonanza económica de que tanto se jactan los conductores de la economía nacional. Y no parece casual que así haya sido, pues si algo ha mostrado el actual gobierno durante los últimos años es que no suele dejar mucho margen a la improvisación cuando de asuntos del poder se trata.
Con esos antecedentes, todo parece indicar que la ofensiva sindical en curso y la firmeza con que el gobierno la enfrenta tienden a ser algo más que otra de las clásicas pugnas entre el Estado empleador y sindicalistas asalariados. Puede decirse que será una batalla por la sobrevivencia de un sindicalismo independiente o su sustitución por otro, el exitosamente ensayado en las organizaciones campesinas, que consiste en “mandar obedeciendo”. Obedeciendo, se entiende, los mandatos provenientes de las cúpulas de poder.
Habrá sin duda líderes sindicales que se opongan a tal destino. Es seguramente a ellos a quienes se refiere el Vicepresidente cuando denuncia que la actual ola de protestas es promovida por “aliados de la derecha”, digitados nada menos que por la embajada estadounidense.
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