La venganza del chanchullo – Gonzalo Chavez A.* / CORREO DEL SUR – 9.5.2010
“…evitar el “eterno retorno” al conflicto social que convierte, en un santiamén, revolucionarios en neoliberales, que no dudan en sacar al cuco de la hiperinflación. “
La oferta gubernamental de aumento del 5 por ciento sobre los salarios ha hecho que la política vuelva a las calles. Huelgas de hambre, violentas manifestaciones y encendidos discursos, de los principales sindicatos en Bolivia, parecen mostrar que el romance entre el gobierno y los movimientos sociales del sector formal ha llegado a su fin, o por lo menos, está en un momento crítico. ¿Qué paso con los juramentos de amor ideológico eterno? ¿Será que se apagó la pasión? ¿O era un casamiento sólo intereses? Veamos algunas explicaciones.
En los últimos cuatro años, desde árbol del poder se alimentó y cultivo en base a discursos inflamados una hiperinflación de expectativas en la población. En torno de los recursos naturales se fomentó un imaginario colectivo de felicidad económica instantánea. ¡Pare de sufrir¡ Llegó el gas natural. El nacionalismo extractivista revivió el rentismo, bonos a diestra y siniestra, y aumentos salariales aparentemente generosos. La revolución llegaba a los bolsillos, y era sólo el comienzo. Y ahora, de repente se les corta el maná. Sorpresa e indignación en ciertos movimientos sociales. La hipertrofia de las expectativas estuvo también alimentada por un triunfalismo económico. Este gobierno sería un divisor de aguas en la historia económica. Antes el lúgubre neoliberalismo, ahora, el luminoso proceso de cambio. Bonanza fiscal inédita, reservas internacionales que brotan por las ventanas del Banco Central, pujanza financiera, burbujas de consumo, crecimiento económico líder en América Latina en cuanto el mundo se cae a pedazos. Mimos y alabanzas inclusive del otrora odiado FMI. Además, durante cuatro años se dibujo en paraíso social y económico en la nueva Constitución Económica, bajo la consiga, está escrito, está hecho. Pues, ahora ciertos grupos quieren su pedacito de cielo, son los primeros y la fila es larga.
Otro elemento que tal vez explica la corrida salarial es que caímos en un espejismo de riqueza. Las políticas públicas se han vuelto grandilocuentes. Exuberantes planes de desarrollo, programas de inversión de 32.000 millones de dólares sin un peso en el bolsillo, ofertas de trenes bala, satélites, compra de aviones y por increíble que parezca, misiles. Bolivia en la carrera armamentista latinoamericana, ¡Uta¡ que capos, nove? Mucha gente se preguntara: ¿cómo un país que pretende comprar armas y aviones no pueda aumentar 32 bolivianos al salario de los más pobres? Siembra vientos y cosecharas tempestades.
La presión por mayores salarios se explica también porque a los aprendices de mago se le revelaron sus trucos estadísticos. En el periodo 2007 y 2008, la inflación fue de 11,73 y 11,85 por ciento respectivamente. El gran responsable de estos saltos eran los aumentos en los precios de los alimentos. Fue aquí que se decidió, en el primer semestre del 2008, hacer un chanchullo técnico. Se recálculo el índice de precios al consumidor (IPC) bajando la ponderación de los alimentos de 0. 49 a 0. 39 y se incluyó el IPC productos como heladeras celulares, lavadoras y otros bienes de lujo. Así, se “cocinaron” los datos y por lo tanto, se bajó la tasa de inflación. La magia estadística convenció algunos, pero los bolsillos de la gente se dieron cuenta. Los números decían una cosa, los estómagos otra muy diferente. Con una inflación retocada, se ofrecieron reajuste salariales del 6 y 10 por ciento, que no recuperaron el poder adquisitivo de los trabajadores. Más aún, las grandes pérdidas las tuvieron las personas que reciben salarios mínimos. Cabe recordar que la inflación de alimentos en el 2007 y 2008 fue de 20,78 y 19,38 por ciento, respectivamente. El peso del ítem de alimentos en los salarios más bajos representa cerca al 70% de su gasto. Por lo tanto, en los grupos más pobres la perdida del salario real fue mayor. En esta perspectiva, la oferta de 5 por ciento debe sonar ofensiva para los trabajadores que reciben uno y dos salarios mínimos. La magia estadística se volcó contra los hechiceros.
La historia de la lucha salarial es frecuente en Bolivia y se presenta con diferentes intensidades. Ahora la mano viene dura. El país debe cambiar esta lógica de amor y odio entre el gobierno y los sindicatos y buscar un proceso más racional y largo plazo en el manejo laboral y de empleo. De las soluciones deberían participar sindicatos, empresarios y gobierno organizados en foros permanentes. Esta sería una mejor manera de administra la legitimidad del poder. La aproximación debería ser integral y vincular, salarios, empleo, protección social y crecimiento económico. Pensar desde la perspectiva formal de la economía, que representa no más del 20 por ciento de la población económicamente activa, pero también abordar los problemas de la informalidad, que aglutina al restante 80 por ciento de las personas. Los instrumentos deberían ser las negociaciones colectivas por sectores, la creación de una institucionalidad que maneje el conflicto social, la elaboración de presupuestos plurianuales y sobretodo, políticas industriales efectivas. Gobierno y sociedad deberían ser capaces de coordinar aumentos salariales, inversiones productivas, creación de empleos dignos, incrementos de la productividad, mayor generación de riqueza, y mejor distribución de esta, así evitar el “eterno retorno” al conflicto social que convierte, en un santiamén, revolucionarios en neoliberales, que no dudan en sacar al cuco de la hiperinflación.
*G. Chavez es economista
http://www.correodelsur.com/noticias/2010/0509/noticias.php?nota=09_05_10_opin5.php