ENFERMOS DE POPULISMO E INDIFERENCIA – Ciro Añez Núñez – 27.4.2010

“Los países donde gobierna el populismo, concentran sus fuerzas en la legitimación mediante el voto popular, creyendo que por eso son democráticos,….”

La Real Academia Española, define enfermedad como la “alteración más o menos graves de la salud”.

Si hablamos de la salud de aquellos países que llevan por rótulo “democráticos”, debemos entender por salud: la calidad de vida que ofrecen a sus ciudadanos, en el ámbito social, económico y político.

Haciendo una revisión, vemos que aquellos países donde reina el populismo, se encuentran con graves problemas en varios factores, como ser el respeto y protección de derechos, libertades y garantías de las personas que son las bases del Estado Social y Democrático de Derecho, además de un deterioro en las instituciones,  resquebrajamiento del principio de división de poderes, poco incentivo a la inversión privada, al producto agregado, a la ciencia y a la tecnología, entre otras deficiencias.

Los países donde gobierna el populismo, concentran sus fuerzas en la legitimación mediante el voto popular, creyendo que por eso son democráticos, olvidándose de la división de poderes, protección de derechos y libertades, respeto a la propiedad privada, etc.

La democracia no puede ser reducida simplemente al voto, echándose por la borda sus demás características.

El 11 de septiembre del 2008, el Presidente de Costa Rica y Premio Nóbel de La Paz en 1987: Oscar Arias, ya nos había alertado contra “la vuelta de los populismos” e invitó a los países latinoamericanos a “esquivar” la represión y el populismo, pero también la indiferencia, por ser “rutas nefastas para el desarrollo”.

“El populismo dilapida los recursos de una nación y los sacrifica a los índices de aceptación de sus gobernantes”, afirmó.

Nos recordó cómo en el año 2004, los resultados de una encuesta reflejaron que el 45 por ciento de los latinoamericanos apoyarían un gobierno autoritario que les resolviera los problemas. “Desearía estar equivocado, pero es casi seguro que esas cifras son hoy considerablemente mayores”, aseguró Arias.

Con respecto al populismo, estimó que es “otra forma de vulnerar” los derechos humanos y “la más patente amenaza durante los próximos meses”, que “sacrifica los recursos a los índices de aceptación de sus gobernantes”.

Óscar Arias expresó su convencimiento de que en ausencia de prosperidad “las tentaciones autoritarias emergen y se meten con facilidad donde hay hambre, ignorancia y frustración, los ingredientes que, a su juicio, abonan el terreno de los mesianismos y de los “falsos redentores”.

El Premio Nóbel de la Paz, recordó cómo la hiper-inflación y el desempleo generaron el surgimiento de Adolfo Hitler en Alemania y que al comienzo de la década de los años 70, los precios del petróleo y la inflación influyeron en el surgimiento de las dictaduras en Argentina, Chile, Uruguay “y un largo, muy largo etcétera”.

“La vuelta de las huestes del populismo no nos hará más listos ni más independientes, sino más pobres”, dijo Arias.

Consideró que la ruta de la “indiferencia” debe evitarse, atendiendo “urgentemente” a los grupos de población vulnerables, puesto que los casi 200 millones de pobres de Latinoamérica “no pueden ser los sacrificados”.

Arias abogó porque “el gasto social”, especialmente en educación pública, se mantenga en épocas de desaceleración económica.

Y en este sentido reiteró, que ha llegado la hora de que el mundo “separe la paja del trigo” para diferenciar gastos sociales de gastos militares, ya que una reducción mínima en este rubro permitiría la educación de millones de niños y jóvenes.

Pese a todas estas recomendaciones, el populismo se encuentra en varios países, reinando la “indiferencia” de propios y extraños.

En el contexto mundial poco o nada les llama la atención el deterioro de los Estados Social y Democrático de Derecho en manos del populismo, pues están más preocupados en otros aspectos que en la situación de los Derechos Humanos. Es así que Estados Unidos está más entretenido en Irak, Irán y Afganistán que por su patio trasero (América del Sur) y las Naciones Unidas cada vez más pierden el respeto por parte de los gobiernos populistas.

En nuestro país, la gran mayoría de los ciudadanos si bien viven quejándose; en los hechos, mientras exista dinero en las billeteras, creen que las cosas en realidad están bien. Esta conducta lleva por nombre: “indiferencia” y visión “corto placista”.

Vivimos un enfoque de vida, al mejor estilo “Esaú” (Génesis 25: 27 al 34), personaje bíblico que vendió su progenitura a cambio de un plato de lenteja, pues estamos actuando como si hubiéramos puesto en venta nuestros derechos y garantías a cambio de tener un gran plato de dinero (limpio o sucio, no importa) circulando en la sociedad.

A pesar que cada día vemos como se restringen nuestras libertades, somos indiferentes, porque solo nos interesa que se mueva la economía y exista mucho dinero rondando.

Con esto se demuestra que la economía informal, la delincuencia, el narcotráfico y las exportaciones de materias primas, desde un punto de vista pragmático jamás fueron nuestra preocupación principal, y es por eso que estos nocivos factores siempre están y estarán presentes en nuestro país porque son los que finalmente nos entretiene y sostiene, y a cambio lamentablemente, cada vez más renunciamos a nuestro deseo de lograr un verdadero Estado Social y Democrático de Derecho, alimentando de esta manera, el absolutismo totalitario basados en el populismo sea de Derecha o de Izquierda.

Este fenómeno coexiste debido a la “indiferencia” social, sea ésta por comodidad, miedo o porque sienten que están en la temporada de enriquecimiento y no piensan desaprovecharla, pues consideran que serían ilusos si lo hacen.

En otras palabras, la sociedad tiene el hábito de apreciar más el dinero que cualquier cosa; entiende que lo más importante es contar con dinero en el bolsillo, y que lo demás se acomodará en el camino, y de esa manera nos olvidamos de los detalles. Mientras estemos bien, con la barriga llena, ¡que nos importa lo demás!.

Como pueden evidenciar, llevamos muchos siglos como un país subdesarrollado debido a nuestros malos hábitos.

Con esto no estoy diciendo que el dinero sea malo, más por el contrario es importante y bueno, pero no por ello, debemos dejar de hacer una adecuada ponderación de valores.

Como sociedad: “estuvimos, estamos y seguiremos en este círculo vicioso de autoengaño”. Es por eso, que podemos predecir nuestro futuro, simplemente viendo nuestros hábitos.

Quejarnos por lo que permitimos, no es otra cosa que perder el tiempo. No debemos creer que por quejarnos, las cosas van a cambiar o mejorar. Si seguimos haciendo lo mismo por años, obviamente tendremos como resultado exactamente lo mismo.  Debemos cambiar nuestra mentalidad.

La ley material de causa y efecto es aplicable a nuestra vida: “lo que sembremos vamos a cosechar”. Nuestros pensamientos generan una acción, nuestras acciones generarán hábitos y nuestros hábitos generarán un estilo de vida.

En este mundo, debiéramos evitar perder el tiempo, porque el arrepentimiento después puede ser tan doloroso como una muerte trágica.

La vida de los países tienen dos caras: prosperidad o pobreza.

En un país próspero, los ciudadanos entienden que en ellos mismos encuentran lo que necesitan, saben que tienen el potencial y esto es mediante trabajo, educación, estar informados, entienden que para obtener lo preciado requiere antes de sacrificios y todo ese sacrificio es un proceso, investigan, aprenden de aquellos que ya han superado los problemas actuales, son previsores, pasan de consumidores a productores, son emprendedores, tienen disciplina, etc. Como podemos ver, todos estos aspectos mencionados, no son otra cosa que hábitos.

Todos deseamos ver a una Bolivia próspera y siempre hablamos al respecto. Seguimos haciendo lo mismo y seguimos mal. Entonces si sabemos que es posible lo que deseamos, debemos preguntarnos ¿qué hacemos diferente para lograrlo?.

Si alguien dice: “es hora que pasemos de espectadores a participantes (a ser los protagonistas)”, inmediatamente saltamos y decimos: “eso es fácil decirlo, difícil hacerlo; no quiero fastidiar mi vida; eso es mejor dejarlo para los políticos o para quienes desean ser políticos. Yo sigo mi vida como está y mientras me va bien, no debo preocuparme tanto por el país”.

En el mejor de los casos, preferimos dar recetas para que las autoridades sean quienes las aplique, mientras nosotros vemos televisión y criticamos a los demás, afirmando que a tal o cual persona le faltaron pantalones o firmeza para lograr cambios.

Con esto, no estamos hablando en convulsionar bélicamente un país, más por el contrario, como ciudadanos nuestro aporte es ser consecuentes con lo que pensamos y decimos; es decir, ser responsables con nuestro voto en las urnas al momento de las elecciones, defender y cuidar nuestro voto, informándonos mejor de las cosas, pues si seguimos haciendo lo mismo que antes no veremos ningún cambio positivo en Bolivia.

Si seguimos en este ciclo vicioso, nuestras futuras generaciones estarán en peor desventaja que nosotros. Viviremos solo de poesías.

Si realmente tenemos la convicción y deseamos que Bolivia se aproxime más a un Estado Social y Democrático de Derecho, primeramente como ciudadanos debemos investigar qué significan estas palabras y también analizar cómo se encuentra nuestra jerarquía de valores y virtudes en nuestra vida.

Si deseamos que Bolivia sea un país donde se garanticen los derechos, obviamente necesitamos educarnos y educar a nuestros descendientes (hijos, nietos, sobrinos, etc.) de manera pragmática para que aprecien la democracia y el Estado de Derecho, y sepan protegerla; que entiendan y comprendan el sistema democrático en su real expresión, evitando vivir solamente de crisis en crisis y con puras frivolidades.

Debemos asegurarnos que nuestros hijos entiendan el camino de la prosperidad de un país, si se interesan por el verdadero bienestar nacional, si valoran el trabajo, si entienden lo que es el populismo, qué hábitos positivos tenemos y qué hábitos negativos o perjudiciales debemos cambiar, debemos saber si nos interesamos realmente por la ecología, ¿entendemos el rumbo de nuestro país?, ¿leemos sobre ciencia y aplicamos el conocimiento y la ciencia en nuestra vida, por ej.: qué estamos haciendo por preservar nuestra salud, para tener una mejor calidad de vida?, ¿somos consecuentes con el valor de los idiomas en nuestra vida como mecanismo para ampliar oportunidades?, etc.

No debemos ser pesimistas, afirmando que una sola persona o un grupito de personas no lograran cambiar un país.

Tampoco debemos creer que al pretender hacer esto, se trata solo de sueños, de una utopía, de una aburrida poesía, o de una locura, afirmando que es mucho fastidio y que es mejor conformarse, bajo el lema: “nacimos así y moriremos así”.

Debemos tener convicción y fe en que podemos cambiar nuestra mentalidad y a largo plazo tener nuevas generaciones con una mentalidad más profunda y productiva, y qué mejor si al menos dejamos algo avanzado dentro nuestro propio entorno, que si bien no siempre conseguiremos avanzar como quisiéramos, pero sin duda alguna es algo más trascendental y valioso que tan solo dejar dinero a favor de nuestros hijos, porque como bien sabemos el dinero es un bien que se encuentra en constante depreciación.

Como vemos, tenemos una ardua tarea que es muy difícil de cumplirla, pero no debemos olvidar que todo el bien que deseamos exige necesariamente de un sacrificio, que también debe ir acompañado de gestiones departamentales que incentiven a una educación emprendedora.

Con esto nadie está inventando la pólvora al decir que el cambio empieza en uno mismo y en la familia, para luego obtener generaciones que exijan a sus autoridades que trabajen (que cumplan como empleados públicos), que realmente eduquen, apuesten por la tecnología y protección de su ecosistema, que hagan más gestión que pensar en empernarse en el poder bajo las faldas del populismo.

Si no participamos en este proceso, seguiremos por muchos años más como un país enfermo de populismo e indiferencia, alterando y peligrando gravemente la calidad de vida de los ciudadanos, y cada cierto tiempo seremos víctimas o testigos de más abusos (sumando dictadores a nuestra historia nacional), pues si bien el Estado resiste todos estos embates, el pueblo es el que sufre, transformándose en un soberano iluso, pues piensa que quejándose sobre lo mismo sin hacer nada diferente, algún día llegará el cambio.

Enviado por el autor Ciro Añez [manezn_@hotmail.com]

1 comentario

  • By juana nunez, 24 Julio 2010 @ 19:54 pm

    de acuerdo al contenido mi persona tiene la misma conviccion mientras nosotros no nos pongamos las pilas como se dice vulgarmente nunca podremos comprender el significado de cambiar nuestros habitos para que asi surja una nueva bolivia,somos muy conformistas con nuestra manera de vivir,cuanto mas dinero tenemos estamos muy contentos que nos importa lo demas especialmente nuestra patria que cada dia se va undiendo mas y mas.despertemos queridos bolivianos y hagamos algo mejor.

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