LA CORPORATIVIZACIÓN DE LA DEMOCRACIA – Carlos Herrera E. – 13.10.2009

La idea de la participación social en las decisiones políticas nos viene de la Grecia antigua. Fue en uno de aquellos estados griegos (Atenas) que germinó la idea política que hoy conocemos como democracia, es decir, aquel sistema de gobierno que implica la participación de la gente en la toma de decisiones políticas y económicas. Allí también se perfiló por vez primera la idea de la representación política, porque los atenienses elegían en asambleas públicas, no solo a las autoridades encargadas de la administración, la milicia y los tribunales, sino también a un Consejo, algo así como un parlamento con la competencia de elaborar leyes y de vigilar a las autoridades. Fijémonos bien en este punto porque muestra que los griegos ya entendían que la figura de la representación es consubstancial a la democracia. Es decir, que aunque practicaban una democracia directa (porque las decisiones políticas se adoptaban en asambleas abiertas a los ciudadanos) también pusieron en práctica la idea de la representación política, ya que el mismo Consejo (de quinientos individuos) resultaba de una elección realizada en las tribus que formaban el Estado ateniense.

Ahora bien ¿Qué implica la idea de representación política? Quiere decir que algunas personas pueden, como resultado de un acuerdo social, ser revestidos de una autoridad que les permite tomar decisiones en nombre de la sociedad. ¿En qué razón se funda esta idea? Pues que en las sociedades modernas (de millones de personas) es imposible que se puedan tomar las decisiones políticas en reuniones abiertas, tal y como ocurría en la Grecia antigua.

La idea de la representación es entonces sinónimo de democracia moderna, ya que sin este mecanismo es imposible concebir un sistema de decisiones sociales adoptadas por mayoría. ¿Por qué este énfasis en la idea de la representación como definidora de la práctica democrática? Porque cuando la sociedad pierde de vista cuales son las formas de expresión propias de una verdadera democracia, sobreviene de inmediato el fenómeno de la corporativización de la democracia. ¿Qué quiere decir esto? Que los que adoptan las decisiones no son ya los individuos a través de sus representantes, sino los grupos sociales que más poder y fuerza despliegan. O lo que es lo mismo, de pronto el poder político no responde ya a los intereses de los ciudadanos ni a la legalidad democrática, sino que responde más a los intereses de los gremios sociales (sindicatos, burocracia, gremiales, etc.).

¿Cuando ocurre aquello? Cuando la gente acepta irracionalmente la devaluación del principio de autoridad y ve como legítimo que algunos sectores sociales se conduzcan sin respeto a la autoridad y contrariamente a las normas. Para entender este punto es preciso recordar que, siendo imprescindible en cualquier sociedad que alguien tome las decisiones de carácter político (municipales, tributarias, políticas, administrativas etc.) es condición sine qua non que el principio de autoridad sea un asunto debidamente entendido. Es decir, que aquel dictado de la razón que nos señala la imposibilidad de que todos participen directamente en la adopción de las decisiones políticas, supone también la aceptación de la legitimidad de las decisiones que aquellas autoridades adoptan, bajo el supuesto de que son directos y legítimos representantes sociales. Buenas o malas esas decisiones es otro asunto, pero así es como funciona una verdadera democracia, mediante la práctica de la representación política.

Luego la corporativización de la democracia subordina de hecho los derechos de las personas a esa abstracción del “derecho popular o colectivo”, desvirtuando radicalmente el contenido de las constituciones democráticas, que establecen una legalidad basada en los derechos individuales .Y ese es precisamente el problema,  porque ya no importa la legalidad constitucional sino la fuerza corporativa, ya no el derecho individual sino la voluntad y el capricho de los gremios y las corporaciones. Ahí es cuando una mayoría de la sociedad queda en la orfandad política más grande, porque lo único que ampara al ciudadano corriente son las normas constitucionales inspiradas en la protección de sus derechos, que obligan a autoridades y ciudadanos a observarlas rigurosamente. Todo lo cual deviene en un aumento del poder político o estatal, porque es natural que aquel se arrogue la representación de los intereses de la “sociedad” para luego interpretarlos a capricho, con lo que el caldo de cultivo para el autoritarismo está servido.

Es equivocado entonces prestarse al juego de menoscabar el principio de autoridad democrática, esto es, devaluar las decisiones ediles, desacreditar a la judicatura, defenestrar autoridades de buenas a primeras, desacreditar el sistema de partidos, porque así no hay más que un perdedor, el ciudadano común y corriente, que por lo general no es miembro de ninguna cofradía gremial sino un simple trabajador que se busca la vida con esfuerzo y en absoluta soledad y desamparo.

Otra consecuencia nefasta del fenómeno de la corporativización de la democracia es que transforma la política en una guerra por conseguir mayores privilegios sectoriales y no lo que en cualquier lugar civilizado es, una técnica para la negociación y el diálogo social. Y de ahí  también el fenómeno de la ineficiencia en los poderes públicos, porque no importando ya la racionalidad ni las formas democráticas, la batalla se lleva al terreno de la presión y el atropello, esto es, a un terreno donde ya no importa la idoneidad de las autoridades. Y no es así como un país crece y se desarrolla, porque la idea de la representación democrática se sustenta también en la necesidad que sea a los más aptos y a los mejor formados a los que se delegue el poder de transformar las cosas para bien. Ahí además la razón de fondo que les dio vida y vigencia los partidos políticos modernos, servir de plataforma a los mejores hombres para el servicio social, en consonancia con la idea de la especialización y división del trabajo del capitalismo moderno, que tanto bienestar y riqueza ha traído a algunos países en el último siglo.

Carlos Herrera E.

Abogado

Sin Comentarios

Aún no hay comentarios.

Escribe tu comentario:

Editor: Willi Noack | Administración Técnica: Jose Carlos Choque Y. | Creatica Ltda.