QUIEN OLVIDA LA HISTORIA ESTA CONDENADO A REPETIRLA – Ovidio Roca – 12.9.2009

Es una pena que nadie aprenda de sus propios errores y menos de los ajenos, y ahora que nos enfrentamos a grandes retos y definiciones que determinaran nuestra supervivencia como sociedad y como país, vale la pena rememorar eventos de la historia para reflexionar sobre ellos, recordando el aforismo: quien olvida la historia esta condenado a repetirla.

Usando un discurso social y revolucionario, los comunistas Rusos, los Chinos, los Alemanes (por mencionar solo algunos) y ahora los Bolivarianos, ilusionaron a su pueblos ofreciéndoles bienestar y progreso bajo el modelo comunista, la bandera del igualitarismo, la estatización de las empresas, la nacionalización de los recursos naturales. Todos ellos fracasaron en su intento, oprimieron durante años a sus pueblos y los dejaron aún más empobrecidos y destruidos que antes.

El MAS pretende hacer lo mismo en Bolivia y contra esto es que tenemos que oponernos con nuestro voto militante en Diciembre y para convencernos de esto vale la pena constatar las similitudes entre los revolucionarios de antes y los (lectores de veinte mil libros) de ahora.

Lenin  decía que Revolución es “Electrificación  más soviet” y proponía organizar la industria, la agricultura y el transporte sobre la base técnica de la gran industria moderna de occidente, pero bajo un sistema estatal y fuertemente centralizado.

Estaba convencido también que el desarrollo de la agricultura esta en la producción comunitaria y no la privada campesina.

Luego de su tremendo fracaso propuso rectificar estas medidas mediante la NEP que permitía cierto grado de libertad a los campesinos para producir bajo iniciativa privada, lo que aumento en gran manera la producción de alimentos y el consiguiente enriquecimiento de la economía campesina y el fortalecimiento del individualismo. Cuando muere Lenin y asume Stalin esta apertura es eliminada y se pasa a aplicar una férrea política colectivista y un régimen criminal de opresión sobre todos los pueblos de la URSS.

El régimen soviético se termina de podrir y se derrumba por si solo en el ochenta, por la inviabilidad e incompetencia del sistema, su falta de innovación tecnológica y sobre todo su incapacidad de producir bienes y servicios para sus ciudadanos, quienes se enteran (a pesar de la cortina de hierro) que en los países burgueses desarrollados, los obreros comen tres veces al día y pueden tener hasta automóviles.

La revolución china de 1949 fue dirigida por intelectuales de clase media apoyándose en el campesinado. Mao Tse-Tung transformó al campesino, en la “fuerza principal” de su revolución antifeudal y antiimperialista. En 1958 ante el rotundo fracaso de la economía y buscando incrementar la producción Mao Tse-Tung impulso el “Gran salto hacia adelante”, buscaba  integrar la industria y la agricultura y obtener un mayor rendimiento de la fuerza de trabajo por medio de las “comunas populares”. El plan fracasa estrepitosamente y tiene que ser desechado por la tremenda hambruna que se genera.

Durante décadas y el pueblo chino siguió sufriendo opresión y miseria y finalmente recién en este siglo XXI, China se levanta y da un verdadero salto hacia delante cuando adopta un sistema capitalista y de mercado. Pero fiel a sus principios  el partido comunista precautelando sus privilegios, mantiene en sus manos un absoluto control político, militar e ideológico. En la China actual es bueno y licito enriquecerse pero no así opinar políticamente y menos objetar al partido y al gobierno comunista.

El modelo chino es el “capitalismo salvaje”, se desentiende de los salarios y del cuidado del medio ambiente, y estos dos son los factores sobre los que han asentado una industria de bajos costes que hace temblar a medio mundo.

El caso mas ilustrativo se da con la experiencia alemana.  Se trata de un pueblo que fue dividido artificialmente luego de la segunda guerra mundial y sobre ellos se aplican dos modelos diferentes de economía y de Estado (un país dos sistemas): Un modelo de democracia y economía de mercado en la RFA y el sistema comunista y totalitario en la RDA. Es la misma gente, la misma cultura, la misma educación, los mismos recursos y pasados treinta años cuando cae el muro de Berlín, cuando al final se puede ingresar al paraíso comunista, sorteando muros, barricadas y alambre de púas, se encuentra con un país destruido, miserable, traumatizado por la violencia y por el sistemático espionaje dirigido contra todo el pueblo y todos desconfiando unos de otros a consecuencia de la aberrante practica de la delación.

A medida que en la RDA se agudizaba la crisis económica, arreciaban las demandas populares para la mejorar el suministro de bienes de consumo y de servicios y a la par crecían las exigencias de libertad. La población alemana era una población secuestrada, no podía emigrar a la parte democrática de Alemania, viajar a otro país o moverse libremente en el propio, carecían de derechos políticos, de expresión, de huelga, de prensa, de votar libremente. Estaban sometidos a un sistema estricto y permanente de control, vigilancia y manipulación y peor a un sistema de delación, que generó un trauma de permanente desconfianza entre vecinos, ente compañeros de trabajo y peor aun, dentro de la propia familia.

Un país dos sistemas: El resultado logrado fue, por un lado la RFA, un Estado moderno, ciudadanos libres y prósperos, una industria fuerte y competitiva y por el otro la RDA, empresas estatizadas, economía burocratizada y de ínfima competitividad, ciudadanos pobres y oprimidos y los otrora hermosos paisajes, bosques y ríos totalmente destruidos por el absoluto desprecio del régimen comunista por el medio ambiente y las personas.

Y cuando cae el muro surge un nuevo y grave problema, y es que la mayoría de la población quiere salir corriendo del paraíso comunista y migrar hacia la Alemania de la libertad y el progreso dejando desiertas las poblaciones y generando de paso graves problemas de desempleo.

La experiencia de América latina en el último tercio del siglo XX, muestra que intelectuales de clase media y de izquierda, personalidades sicopáticas y con tendencias al autoritarismo y terrorismo, que medraban  de las oenegés y sin las mínimas condiciones para proyectarse y saltar del discurso de café al escenario de la política real, surgen con fuerza al influjo de Chávez. La plata del pueblo venezolano sirve para contratar apoyo logístico e ideológico en Cuba y con este auxilio y muchos dólares, se difunde y aplica la receta del Socialismo del Siglo XXI en sus variantes de más o menos indigenismo, según el país devenido en bolivariano.

En Bolivia se aplica la receta y la plata chavista, utilizando la desilusión del pueblo por el mal manejo que muchos políticos han hecho de la economía y la inadecuada distribución del ingreso y por otro lado del sentimiento de exclusión que justamente sienten los pobres. Aprovechan además la fuerte identificación indígena que tiene una parte de la población boliviana y sobre ésta construyen un sentimiento de adhesión y revanchismo, que usan como arma política.

Es en este ambiente, que activistas políticos de clase media lograron atraer a dirigentes de las organizaciones sindicales y armar un movimiento político exitoso, en el cual se repiten las viejas formulas del marxismo, el estatismo, el centralismo, el comunitarismo y especialmente el racismo. Luego en el gobierno, para imponerse y perpetuarse, montan mecanismos de represión, de policía política, de espionaje y por ser peligroso a sus intereses, (lo llaman descolonización) se empeñan en destruir la institucionalidad democrática y sobre todo la prensa libre y la libertad de opinión.

Estas son algunas enseñanzas de la historia pasada y reciente que muestran el permanente fracaso e inviabilidad del modelo llamado ahora Socialismo del Siglo XXI, que los intelectuales blancoides del MAS quieren aplicar en Bolivia. La pregunta que nos hacemos siempre es: ¿como es posible que la evidencia y la práctica histórica muestren la inviabilidad de un modelo y que la gente no aprenda de estas experiencias y vuelva a ser seducida por las promesas?. La respuesta al parecer esta en la definición de lo político como una venta de ilusiones, pues se ha constatado reiteradamente que el pueblo en su pobreza y desinformación prefiere las promesas, esperanzas e ilusiones a la prosaica realidad y es contra estos males que la nueva Bolivia tiene que luchar.

Felizmente, y como siempre al borde del despeñadero el pueblo boliviano ha encontrado un proyecto de convergencia y unidad nacional y de distribución del poder hacia las regiones, que se contrapone al totalitarismo masista, con una propuesta de unidad, de libertad, de democracia, de economía social de mercado, de equidad social y con autonomías departamentales.

Es la alternativa idónea para salir de esta trampa totalitaria y racista que nos esta llevando al enfrentamiento regional y étnico. Falta que el pueblo tome conciencia y entienda que esta es una buena oportunidad para todos. Que entiendan aquellos que creen que pueden acomodarse y beneficiase personalmente apoyando al régimen totalitario, que serán usados y luego desechados. Que los emprendedores de El Alto y el resto del país, cultores del capitalismo originario, entiendan que un Estado centralista y estatista no condice con sus intereses como productores libres y creadores de riqueza. Que los creyentes y demócratas entiendan que el masismo es un proyecto “sin dios ni ley”, que no respeta la libertad de las personas para ejercer su opción religiosa, de libre opinión y de ejercicio político. En fin entendamos los bolivianos que tenemos la oportunidad de conseguir un futuro de prosperidad, unidad y libertad votando por la opción democrática y sin dispersar el voto.

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