EL PROYECTO DE NUEVO CÓDIGO LABORAL Y LA REALIDAD – LOS TIEMPOS (Editorial) – 30.3.2010

Una nueva norma laboral es necesaria, pero ésta debe adecuarse a la realidad y no a las elucubraciones ideológicas de quienes circunstancialmente estén en el poder

En resumen, bien harían las autoridades en ser consecuentes con su vocación de diálogo y evitar proponer normas que, siendo necesarias, sólo provocan desaliento y frustración entre los diferentes sectores sociales.”

Una característica de los pueblos atrasados —o de mentalidades atrasadas— es que muchos de sus líderes creen que cuando ellos acceden al poder recién comienza la historia de estos. El pasado no existe o, si existe, es malo per se. Ya a fines de la década de los 80 se percibía esta tendencia, cuando todo lo que se hacía desde el Poder Ejecutivo era “por primera vez…”.

Algo similar ocurre en este período y el problema es que no sólo que se desconoce lo hecho previamente sino que por esa mezquindad de miras lo que sucede es volver a un pasado más lejano aún. Ejemplo de ello es el anteproyecto del nuevo Código Laboral, que ha provocado el decidido rechazo de los trabajadores del país y al que, con perfil bajo, se han sumado algunas organizaciones empresariales.

Nadie desconoce que la Ley General del Trabajo es obsoleta y debe ser cambiada. Además, se debe incorporar en la legislación laboral los nuevos principios incluidos en la Constitución Política del Estado. Pero, de esta objetiva necesidad no deriva que se desconozca los avances en esta materia ni los convenios internacionales que se ha suscrito, particularmente en el ámbito de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

En este orden, conviene rescatar las críticas hechas por la Confederación General de Trabajadores Fabriles de Bolivia y la Federación Nacional de Trabajadores en Seguridad Social. En un extenso documento, sostienen que una nueva disposición sobre el trabajo debería “reunir toda la legislación previa”; ser elaborada de “manera ordenada y sistemática, colocando los aspectos más generales en primer lugar para luego profundizar las particularidades”; “debieran estar siempre primero los principios que en la actualidad y universalmente se reconocen como propios del Derecho al Trabajo” y a partir de ellos “rescatar los más certeros preceptos legales” y “precisar qué se entiende” por trabajo, relación laboral, contrato laboral y “cuáles son sus expresiones y características, qué y cuáles resultan  las condiciones generales del trabajo (jornada, regímenes de vacaciones y descanso, remuneraciones en sus diferentes expresiones, seguridad ocupacional), cuáles las circunstancias y los derechos que surgen de la extinción de la relación laboral”.

Sobre la base de estos y otros aspectos de la relación laboral, los que saben qué es trabajar —algo que normalmente muchos operadores políticos a tiempo completo desconocen— desmenuzan con mucha precisión la propuesta gubernamental. Sostienen que sus contenidos “no están ordenados adecuadamente”, “confunden conceptos y generan expectativas de dudosa aplicabilidad”. El proyecto “refleja un irrespeto de principios propios del Derecho del Trabajo”, asume “el contenido más desfavorable para trabajadores/as en relación a los días de vacación”, “distorsiona la realidad cuando confunde el Bono de Producción (…) confunde el salario dominical (…) como si fuera un pago inherente”, y un largo etcétera.

En resumen, bien harían las autoridades en ser consecuentes con su vocación de diálogo y evitar proponer normas que, siendo necesarias, sólo provocan desaliento y frustración entre los diferentes sectores sociales.

http://www.lostiempos.com/diario/opiniones/editorial/20100330/el-proyecto-de-nuevo-codigo-laboral-y-la-realidad_63761_115774.html

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