LAS PARTES DEL RELOJ – Carlos Herrera Echazú – 23.3.2010
“Ahora bien y asumiendo la verdad de lo anterior ¿Cuál es la mejor forma de estimular la inversión en una sociedad? ¿Cómo se trae el dinero para poner las fábricas y las oficinas?”
Los que hacen política en Latinoamérica debieran hacerse la siguiente pregunta ¿Cuál es el origen del bienestar de las sociedades desarrolladas? Porque contrariamente a la creencia general, éste no proviene exclusivamente de las puras ideas políticas (aunque obviamente importan) sino más bien del sistema de producción que desarrolla, esto es, el conjunto de ideas, valores, leyes e instituciones con el que una sociedad ordena su trabajo y su vida. Y esto a su vez, porque para aumentar el su consumo (es decir, la sociedad compre más y tenga mayor calidad de vida) es preciso que pueda previamente desarrollar una oferta, es decir, producir unos bienes para ser vendidos. Porque es de ahí de donde viene el bienestar de los pueblos, del sistema de producción que es capaz de organizar para satisfacer necesidades de otros pueblos.
Ahora bien ¿Qué es un sistema? La definición del diccionario dice: “conjunto de partes que interactúan en un mismo sentido”.
Es decir, los sistemas son una sumatoria de las partes, no una de las partes. Usemos una descripción prestada para graficar mejor la mcosa. Todos sabemos que “ninguna de las piezas de un reloj tiene la virtualidad de dar la hora por sí misma, ni tampoco todas ellas juntas pero desarmadas sobre una mesa; mas sí todas estructuradas en ese conjunto funcional que llamamos reloj” (A. Andaluz).
En el caso del desarrollo de los pueblos es lo mismo, si no se ensamblan debidamente las partes del reloj productivo, no es posible conseguir el desarrollo. Pongamos entonces primero las partes de este reloj sobre la mesa para visualizarlos mejor y después veamos cómo ensamblarlos razonadamente.
- Una legalidad que apoye y legitime la idea del “interés personal” que es lo que mueve la inmensa maquinaria productiva mundial. Es decir, leyes que apoyen y promuevan los derechos individuales.
- Protección para las personas de los caprichos y las arbitrariedades del Poder Público, esto es, vigencia de los derechos constitucionales liberales, que son aquellos derechos heredados de las revoluciones francesa y americana, y que establecen la inviolabilidad de la vida, la libertad, la dignidad y la propiedad de las personas.
- Estado que entienda su rol como de dirección y regulación, más que como protagonista de la producción. La economía planificada o la de amplia participación estatal (es decir, con empresas públicas compitiendo con las privadas) interfiere el buen desarrollo de la economía, porque esas empresas –debido al manejo político de las mismas- terminan siendo subsidiadas por el Estado, en detrimento del trabajo privado y de las cuentas fiscales.
- Promoción de una economía de mercado, es decir, estímulo para el trabajo en condiciones de competencia abierta, que es la razón de fondo de la idea de “mejores productos a los mejores precios”.
- Manejo transparente y eficiente de los recursos públicos. Esto es, inversión pública pero en lo que atañe directamente a la mejora de la capacidad productiva de un pueblo, salud, educación e infraestructura. No derroche en demagogia ni asistencialismo demagógico.
- Apoyo a la educación como política de Estado, pero una educación que atienda el interés productivo, es decir, promueva el conocimiento científico moderno y la racionalidad como herramienta de conocimiento, no la mitología o el dogma ciego.
- Seguridad jurídica, o sea normas estables y de cumplimiento generalizado, tanto de autoridades como de civiles.
- Régimen político democrático, esto es, sistema de gobierno con pesos y contrapesos, así como participación social en la formación de la voluntad política de la nación.
- Concepto del Estado como ente servidor de la sociedad, no jefe supremo de la misma. Obediente de las normas constitucionales.
- Descentralización del Poder Político. Las decisiones se toman lo más cerca posible de la gente, en la mayoría de los asuntos políticos.
- Idea del mérito como agente de movilidad social, porque sin capacidad ni formación, no hay desarrollo personal ni social.
Veamos ahora cómo ensamblamos razonadamente las partes del reloj del desarrollo. Nadie ignora hoy en día que la fuerza económica de un país viene directamente de su capacidad de producción, es decir, de los bienes y servicios que vende al mundo. Lo primero entonces, es que la capacidad productiva determina la capacidad de consumo. Si un pueblo no tiene qué vender, entonces tampoco tiene dinero para comprar. De ahí la importancia de la producción y la generación de riqueza material.
Segundo, producir bienes y servicios no es un asunto simple, se trata, en el primer caso, de transformar la naturaleza en productos con valor agregado, y en el otro de inventar productos de consumo casi de la nada. Pero esto no es posible hacerlo desde la ignorancia más olímpica. Se requiere un sistema educativo y unas universidades de primer nivel para ello. La educación entonces es clave para el desarrollo. Esto es, fomento y desarrollo del sentido de la razón en el nivel educativo escolar, más que de la mitología folclórica o la acumulación de conocimiento general y disperso. Esto porque sin razón no hay conocimiento científico propiamente, que es el conocimiento que importa desde el punto de vista de la producción, porque sólo a él se debe que podamos fabricar desde medicamentos y computadoras, hasta volar por los cielos llevando diversidad de productos por todo el mundo.
Decimos entonces que si no enseñamos a nuestros niños a razonar con consistencia en el nivel escolar, estamos perdiendo el tiempo y derrochando un dinero valiosísimo.
Sigamos. Después de haber estimulado el crecimiento de la facultad razonadora en los escolares, llega el momento de introducirlos en el mundo del conocimiento propiamente; el tiempo de la Universidad. Y aquí es donde se forma la inteligencia productiva de una nación, porque de ahí salen los comandantes del mundo económico de las naciones, es decir, los investigadores, los gerentes, los empresarios, los científicos, los innovadores y los creadores. Importa mucho entonces vigilar de cerca si los conocimientos que la Universidad imparte están debidamente ligados a los intereses nacionales, esto es, si la ciencia que se enseña sirve para los fines del crecimiento productivo, más que para la especulación sociológica, un deporte común en las universidades latinoamericanas.
Pero tener un ejército de profesionales no significa nada si aquel no tiene donde absorberse. ¿Y entonces, cual sector es el mayor empleador en las sociedades modernas? La actividad privada sin ninguna duda, no el Estado. ¿Qué nos dice esto? Que la inventiva y el ahorro que hacen posible la producción a gran escala (de donde viene las ganancias) funcionan mejor cuando tienen como estímulo el interés personal, que cuando se inspiran en la idea de solidaridad social, que es lo que define el trabajo del Estado. Por eso es erróneo adoptar políticas económicas que fortalecen el poder económico del Estado, en detrimento del poder económico privado.
Ahora bien y asumiendo la verdad de lo anterior ¿Cuál es la mejor forma de estimular la inversión en una sociedad? ¿Cómo se trae el dinero para poner las fábricas y las oficinas? Pues con normas que le den protección a la propiedad privada, así como un sistema jurídico que se caracterice por su estabilidad, porque sólo aquellos países que respetan sus normas atraen a los capitales. Los que cambian las normas según la oportunidad y la conveniencia circunstancial, terminan privándose a sí mismos del inmenso beneficio que suponen las grandes inversiones que hacen posible los negocios y el empleo a gran escala. Negocios que son los que traen el bienestar general.
Pero es claro también que incluso en una sociedad poderosa hay sectores que necesitan del apoyo del Estado. Y es que el Estado es de suyo importantísimo, porque no sólo tiene la competencia de administrar el orden jurídico de la nación, sino también porque administra los recursos públicos. ¿Qué quiere decir esto? Que el Estado, si administra bien los recursos públicos (devenidos de los impuestos que pagan los ciudadanos) puede generar, a través de la inversión pública (ya dijimos, en cosas esenciales para fortalecer la capacidad productiva nacional) una economía de empleo que coadyuve con el empleo privado, aumentando las oportunidades de vida para miles de ciudadanos, con lo que esto tiene de impacto para la movilidad social. No se trata entonces de puras intenciones reivindicativas, o de intentos de acomodar la realidad a unos ideales filosóficos. Se trata de convertirnos en relojeros, en artesanos con la capacidad de fabricar las piezas del reloj más hermoso de todos, el reloj del desarrollo de nuestros pueblos.
Carlos Herrera Echazú
Abogado
Enviado por el autor carlos Herrera [calinzell@hotmail.com]