Un viejo, pero muy actual problema – Susana Seleme Antelo – 2.2.2010
“En el siglo XXI, ¿creen los hombres del MAS que han conquistado a sangre y fuego este territorio, como en una guerra de conquista, y no por voto democrático, para pretender borrar la edad del tiempo y la memoria histórica? ¿Pretenden borrarnos a los no aymaras y “no originarios” no sólo de la historia y la memoria, sino también del mapa?”
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Editorial Semanario Número Uno, 1.2.2010
El oficialismo, que se dice de izquierda en cualquiera de sus muchas versiones fundamentalistas o laxas, no toma en cuenta aquello de “Las tres partes y fuentes integrantes del marxismo” y, por lo tanto, tampoco se entera de que la realidad es síntesis de múltiples determinaciones, “unidad de lo diverso”.
Por lo tanto, inventa, y al inventar, reinventa muy mal y tergiversa a su antojo y acomodo la historia y la realidad. En realidad, ¿qué se enterró y que nació en Bolivia a raíz del segundo y seguido mandato del binomio Morales-García Linera? Ese viejo problema al que alude el título de esta nota, no por viejo es menos vigente en este novísimo Estado Plurinacional (Experimental, según el ideólogo de las 36 naciones, Boaventura de Sousa Santos), cuyas autoridades, soberbias y ahítas de poder recurren a la fanfarria simbólica para aturdir a las masas con un 21-22 de enero de 2010 como el inicio de todos los tiempos.
Una cosa es la visibilización y empoderamiento de los pueblos indígenas, como una necesidad de la conciencia democrática de Bolivia, y otra la “deificación” del líder y caudillo mestizo: Evo Morales Ayma, por obra y gracia de un intelectual más blanco que mestizo: Álvaro García Linera. ¡El viejo problema de la falsa conciencia! Claro, ¿quién de muchas/os no lo ha sufrido, empezando por lo clásicos? En política, además, esos viejos problemas consisten en que los políticos y las elites que les sirven creen que el poder es eterno. Y que para quedarse “eternamente en el poder” hay que borrar de un plumazo la edad del tiempo, la memoria y la historia, entendida ésta como sucesión articulada y contradictoria -dialéctica- de acontecimientos y sus múltiples orígenes. Es decir, “las tres partes y fuentes integrantes” de todo proceso, que no nacen de la noche a la mañana ni por obra del Espíritu Santo.
Tan viejo problema es que así ha pasado en todos los procesos políticos-socioeconómicos, tales como en las guerras de rapiña-conquista, incluídas las del Imperio Quechua sobre aymaras y otros pueblos indígenas. Los incas pretendieron borrar todo vestigio anterior a ellos, como pasó tras el encontronazo entre el Viejo y el Nuevo Mundo, y tras los cambios de época que significaron la República y la Revolución del 52. Sin embargo, ahí está el pueblo aymara, entre otros tantos pueblos indígenas de occidente y Oriente, incólumes con sus lenguas, costumbres y culturas.
Las conquistas y la República pretendieron borrar lenguas, costumbres y culturas de los indígenas, hoy llamados originarios. Sin embargo, si son 36 naciones originarias como reza la rimbombante Constitución Política del Estado Plurinacional, ¿por qué la burda preeminencia de “lo aymara”, hasta hacer de su simbolismo una caricatura desfigurada en Tiwanacu? ¡Sin respetar la historia y la memoria de los verdaderos “originarios”!
En el siglo XXI, ¿creen los hombres del MAS que han conquistado a sangre y fuego este territorio, como en una guerra de conquista, y no por voto democrático, para pretender borrar la edad del tiempo y la memoria histórica? ¿Pretenden borrarnos a los no aymaras y “no originarios” no sólo de la historia y la memoria, sino también del mapa? Olvidan que la edad del tiempo es circular, que por eso la rueda de la fortuna gira, sube y baja, da vueltas. Por eso la historia se repite, unas veces como tragedia, otras como drama o como sainete en Bolivia.
En su tiempo, tampoco lo tomaron en cuenta los jacobinos líderes de la Revolución Francesa, o los de la Bolchevique, o del engendro nacionalsocialista alemán, o de la China de Mao-Zedong. En suma, de todos aquellos procesos que implican cambio de época, en los que hay que cambiarlo todo, para caer en la vulgarización del “cambio”. Ese viejo problema consiste en suponer que el cambio, vía conquista o revolución, otorga poder para matar simbólica y literalmente, como se ha hecho. Y de suyo, entronizar el grosero culto a la personalidad del líder, “guía espiritual” allende los mares, en detrimento de la institucionalidad y la cultura democráticas que el MAS ha desterrado de Bolivia.
La soberbia impulsa a sus hombres a que, en virtud de su 64% de votos, la sociedad boliviana sea representada como ciento por ciento aymara. Así pretenden cubrir con “un velo impenetrable” el fondo y las formas de una realidad compleja, abigarrada, mestiza, de múltiples identidades al mismo tiempo, como toda realidad del capitalismo periférico.¿O también eso se va borrar en aras del “Estado Integral que transita al socialismo”, según García Linera, evocando a Gramsci? También es una evocación, aunque él no lo diga, del “Estado Integral” de la Segunda República española, cuando Cataluña peleaba, ya desde entonces, porque su autonomía fuera reconocida en la Constitución Política española.
Yo me permito evocar al clásico Carlos Marx: “Una sociedad no desaparece nunca antes de que sean desarrolladas todas las fuerzas productivas, y las relaciones de producción nuevas y superiores… hayan sido incubadas en el seno de la vieja sociedad… mirando más de cerca, se verá siempre que el problema mismo no se presenta más que cuando existen las condiciones materiales para resolverlo o se encuentran en gestación”. ¿Camina este experimental Estado Plurinacional Comunitario al cambio de las condiciones sociales-materiales de existencia y de producción? Sigue siendo capitalismo, aunque se vista de capitalismo de Estado. En todo caso, no es cambio de las condiciones materiales de existencia y ni las sociales de producción. ¡Qué viejo problema!
Como el que se está buscando el flamante guía espiritual Evo Morales, si sigue persiguiendo con un juicio al ex prefecto Rubén Costas. Esa acción implica que está enjuiciando a casi 85% de las personas que en Santa Cruz ese día 4 de mayo de 2008 votaron por el SÍ en el referéndum autonómico. Ese proceso de judicialización de la política une a Santa Cruz en la defensa de su autonomía y de su ex autoridad, hoy candidato, en abril seguro gobernador reelecto.
* La autora es periodista y cientista política
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Reinventar la historia
Editorial Semanario Número Uno, 1.2.2010
Partir de fojas cero nunca es tarea fácil, ni siquiera en los juegos de niños. Siempre hay elementos de un pasado inmediato o lejano que dificultan el reinicio de una historia, una trama, un negocio, una relación cualquiera, libre de toda carga emocional o material.
Hasta en los procesos judiciales la misión se complica, porque por más obrados que se anulen -leáse, papeles- siempre habrá resquicios imborrables en la memoria de quienes alimentan las historias que se ventilan en los vericuetos de la justicia. Ni siquiera la muerte logra liberar de ese pasado a los que la sobreviven. Por eso resulta difícil imaginar cómo logrará el Gobierno central que los cambios que está imponiendo en Bolivia, sean finalmente asimilados por los bolivianos.
¿Recurrirá acaso a las armas que le otorga el nuevo Sistema de Seguridad del Estado para obligar el acatamiento de disposiciones que incluyen, entre otros, el reemplazo de la Bandera nacional tricolor por la whipala que flamean los movimientos sindicales e indígenas, o el de Bolívar y Sucre por el de Túpac Katari y Bartolina Sisa, o el del 6 de Agosto por el 22 de enero como fecha cívica nacional que recuerda el nacimiento o renacimiento de Bolivia? A las armas, coherción, detenciones y más si es necesario, como bien se encargan de recordarlo a cada instante los portavoces oficiales.
Pero también a otras acciones de hecho más simples y efectivas, como ya lo ha hecho al desalojar del Palacio Quemado y del ex Congreso nacional las imágenes de Andrés de Santa Cruz y hasta las de Víctor Paz Estenssoro.
El objetivo está claro. Borrar todo vestigio del pasado, pretender que Bolivia vive el año cero, a partir del cual el nuevo Estado reinventa todo desde adentro, nada fuera de él, con un aditamento explosivo: endiosa la figura presidencial para alimentar un mito que persigue, a su vez, su propio propósito. Y éste no es otro que el de hacer pasar por verdades las imposturas sobre las cuales el MAS va consolidando su proyecto de poder, claramente totalitario, como la de pretender ser la encarnación de la diversidad indígena que enriquece a su población. Una diversidad cada vez más ausente de los espacios de poder real (Asamblea, gabinete ministerial, cúpula militar y policia, etcétera), cada vez más marginal y decorativa. Fashion, nada más.
¿Hasta cuándo la impostura? ¿Cuánto más soportará la frágil estructura estatal y la golpeada población? ¿Quién le pone fecha de vencimiento al proceso de aventura (como el turismo de aventura) que el Gobierno impulsa desde espacios tan absurdos como su lógica de poder total, de año cero, de cero historia antes de Evo Morales y del MAS? Las voces oficiales no hablan de menos de cincuenta años, aunque el Presidente abusó de sus audiencias al hablar de otros quinientos años, tan necesarios para que él y otros más curen las heridas que abren una y otra vez al mirar con resentimiento los cinco siglos pasados. Y abusan porque saben que hay un caldo de cultivo en la sociedad boliviana, descontenta con el Estado que le tocó vivir.
Tanto descontento hay y hubo antes, que frente a la arremetida de imposturas que protagoniza el Gobierno, su partido el MAS y sus allegados (o arrimados), poca o ninguna reacción se nota del lado de los disconformes. Es que en el fondo, o en la superficie, como quiera cada uno ver, no hay Estado qué defender. ¿Significa que arrancamos este 22 de enero como año cero? ¿Nuevo Estado, nuevos símbolos, nuevos delitos? ¿Acaso también nuevo dios? ¿Durará, y promete hacerlo de a penas, hasta abril?
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