Centralismo pandémico – ElDía – 31.5.2020

El centralismo boliviano ha decidido aflojar  en el momento más crítico de la historia del país, el más amenazante y peligroso. Les ha otorgado a los municipios y las gobernaciones la responsabilidad de decidir el rumbo de la cuarentena, de diseñar las estrategias más apropiadas para enfrentar la pandemia y por supuesto, para orientar el rumbo de la economía, pues en definitiva, son los negocios particulares, el funcionamiento de las empresas y la afluencia de clientes los que dinamizan la producción. La plata del gas y todo eso, apenas sirve para hacer politiquería y para que se la lleven los oportunistas de turno. La gente vive de su trabajo y de sus emprendimientos y hay que ver cómo reactivarlos, buscando un equilibrio con el cuidado de la salud.

La decisión se ha producido luego de admitir que la situación lo rebasó, no sólo por la ineficiencia, sino también por los errores típicos de un gran pulpo que no puede controlar sus largos tentáculos y que pierde fuerza, capacidad de reacción y efectividad, porque además de no conocer de cerca los problemas, es insensible, corrupto, lento y burocrático.

Aun así, nuestro centralismo y más concretamente el “andinocentrismo”, uno de los más intensos del mundo, que controla casi el 90 por ciento de los recursos públicos del país, jamás ha cedido, pese a los 195 años de fracaso que cargamos encima, a la eterna sombra de “estado fallido” que nos persigue y la pobreza estructural que arrastramos, sin importar la cantidad de recursos que pasen por las arcas nacionales, siempre abiertas para el saqueo, pero bloqueadas para pagar un maestro o contratar un médico.

Pese a que no hay garantías de las intenciones del centralismo, ni siquiera en este momento tan dramático, las regiones y los municipios han recogido el guante. No tienen más remedio y lo deben hacer, porque además, los centralistas de turno se han encargado de endosarles también el costo político que puede acarrear si es que no asumen  la responsabilidad de la pandemia o los resultados no acompañan las expectativas.

Muchos coincidiremos en que peor no podemos estar y lo más probable es que los gobiernos locales hagan la diferencia, como ha pasado en algunas ciudades que han frenado en seco al coronavirus gracias al compromiso de sus autoridades.

La incógnita es cómo actuará el centralismo. La pregunta del millón es si abrirá la mano para pagar médicos, contratar enfermeras, para equipar hospitales y enfrentar con mejores armas esta emergencia. No se puede confiar en un ente que jamás ha demostrado el menor atisbo de racionalidad, ni siquiera en los desastres más grandes, como el incendio de la Chiquitania, por citar el más reciente. Estaremos atentos para ver si la pandemia genera un cambio histórico que puede transformar el país.

Muchos coincidiremos en que peor no podemos estar y lo más probable es que los gobiernos locales hagan la diferencia, como ha pasado en algunas ciudades que han frenado en seco al coronavirus gracias al compromiso de sus autoridades.

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