Brasil está a punto de mostrar al mundo cómo colapsa una democracia moderna – HuffPost US – 7.1.2019

RÍO DE JANEIRO (BRASIL) — 1 de abril de 1964. Los tanques entran a Río de Janeiro por la mañana, algunos procedentes del estado vecino de Minas Gerais, otros desde São Paulo. La capital de Brasil es desde hace unos años Brasilia, la nueva ciudad planificada del interior del país, pero Río sigue siendo el centro efectivo del poder y, en algún lugar de la ciudad, el presidente João Goulart trata de aferrarse a ese poder.

Goulart, un político de izquierdas que se convirtió en presidente en 1961, llevaba unos días pegado al teléfono hablando con un oficial militar, el general Amaury Kruel. El general esperaba evitar la caída del gobierno de Brasil pidiendo a Jango, como se conocía a Goulart en Brasil, que despidiera a importante oficiales de izquierda e instituyera una serie de reformas que agradarían tanto a los militares como al grupo centrista del Congreso que se oponía al giro de Goulart hacia la izquierda.

Pero Goulart se negó. Y los militares se alzaron.

A la mañana siguiente, Goulart ya había huido a Porto Alegre. Unos días después, estaba en Uruguay. La democracia de Brasil se había derrumbado.

Cinco décadas después, la tarde del 28 de octubre de 2018, miembros de las fuerzas armadas de Brasil volvían a marchar por las calles de Río. Los jeeps verdes del ejército pitaban y daban fogonazos con las luces; los soldados, subidos encima, ondeaban banderas brasileñas mientras las masas celebraban su llegada.

Esta vez, en cambio, las fuerzas armadas no salían a las calles para derrocar a un presidente, sino para alabarlo. Jair Bolsonaro, congresista federal y ex capitán de la armada, acababa de ganar las elecciones para convertirse en el 38º presidente de Brasil.

“Qué pesadilla”, tuiteaba el periodista argentino Diego Iglesias ante tal escena.

Bolsonaro, cuya presidencia ha comenzado con una ceremonia inaugural el día de Año Nuevo en Brasilia, ha alabado en numerosas ocasiones la dictadura militar de Brasil, que finalizó en 1985 dando paso a una nueva democracia. La llegada al poder de Bolsonaro comparte muchas semejanzas con el régimen militar: Bolsonaro se ha aprovechado del descontento y el hastío generalizados hacia un establishment político incompetente y corrupto, de la ferviente oposición a un partido de izquierdas que llevaba más de una década en el poder, de una crisis económica de la que Brasil apenas empieza a salir, y del incremento de los delitos con violencia.

Y aunque él achaca su auge a una revolución “populista”, su base de votantes es más bien similar a la que antaño apoyó a los capitanes golpistas: altas élites financieras, sectores de la población dispuestos a vender los derechos y la vida de los pobres y marginados por su propia seguridad y prosperidad económica, y partidos y políticos tradicionales que en su momento se cruzaron de brazos y ahora se niegan a reconocer su propio papel en la creación del monstruo.

Como entonces hicieron las fuerzas armadas, Bolsonaro ha amenazado a sus oponentes políticos de izquierdas con violencia y cárcel. Ha prometido llevar a cabo una “limpieza [política] nunca antes vista en Brasil”, y ha amenazado a los medios que informen desfavorablemente sobre él. Su vicepresidente es un antiguo general del ejército que, en una entrevista con la edición brasileña del HuffPost, no descartó una vuelta al régimen militar y propuso que la nueva administración reescriba la Constitución del país.

Este fenómeno no es exclusivamente brasileño. Países de todo el mundo, desde Hungría a Turquía, pasando por Filipinas, se han encomendado a líderes ruidosos que prometen renovaciones instantáneas y soluciones milagrosas bajo la bandera de un “populismo” nativista de derechas. Y aunque a los medios les encanta la palabra populista, los votantes de base que apoyan a estos candidatos suelen ser las grandes élites de la nación.

Cada cita electoral se ha convertido, de algún modo, en un referéndum sobre el estado de la democracia global en su conjunto. Y cada victoria de una figura antidemocrática de derechas va allanando el camino a un candidato similar para las elecciones de otro país.

No obstante, de todo este grupo, Bolsonaro parece ser la mayor amenaza para una democracia importante. La de Brasil es la cuarta mayor del mundo, y la mayor en Latinoamérica por población. Si muere, esta vez no será a manos de las fuerzas armadas. Será ella misma la que dé el paso.

“Ha habido muy, muy pocos golpes militares en Latinoamérica en los últimos 35 años”, explica Steven Levitsky, científico político de la Universidad de Harvard y autor de How Democracies Die. “Por ello, al mismo tiempo que veo complicado el aumento de apoyo público a un golpe militar, veo mucho más probable que la democracia brasileña muera a manos de un líder electo”.

Brasil está a punto de demostrar al mundo cómo una democracia moderna se resquebraja.

‘La democracia no ha cumplido’

Fuente: https://www.huffingtonpost.es/2019/01/06/brasil-esta-a-punto-de-mostrar-al-mundo-como-colapsa-una-democracia-moderna_a_23631717/?ncid=other_facebook_eucluwzme5k&utm_campaign=share_facebook&fbclid=IwAR26it9633uSyP6jEuoBQZ76K70S_yXenp4gDqaAwTZX-Ns3pSTtpr2YmAs

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