¿Quién ganó?, ¿quién perdió? – Susana Seleme Antelo/EL DEBER – 13.12.2009

“Y ganaron los  fundamentalistas de la ‘izquierda socialista del siglo XXI’, como se los conoce  en el mundo, cuando en los hechos se trata de una izquierda stalinista.”

La pregunta exige ir más allá de los números del pasado domingo 6 de diciembre, sin terminar de digerir aún, para enfrentar los nunca satisfechos apetitos de poder con miras a las elecciones de abril.
No se trata de llorar sobre la leche derramada, pero ¡vaya paradoja!: Evo Morales es el presidente democráticamente reelecto, con fraude o sin él, que patea la democracia diciendo que hay “exagerada libertad de expresión”, mientras sepulta la división y la independencia de poderes, la vigencia de las instituciones y de las garantías individuales, y no respeta los debidos procesos ni la presunción de inocencia de sus adversarios políticos.
Con 24 senadores sobre 36 para el oficialismo, con sólo dos representaciones políticas: el MAS y Convergencia Nacional, de las ocho que lidiaron en las elecciones, tiene control total del Senado. De 130 miembros de la Cámara de Diputados, 84 son para el MAS y 45 escasos votos para la oposición: 39 para Convergencia, tres para Unidad Nacional y tres para Alianza Social. Vale decir, el Legislativo en manos del reelecto candidato-presidente y su partido. El Poder Judicial lo controlarán de aquí a poco absolutamente, como al Tribunal Constitucional y la Corte Suprema de Justicia ya desmantelados. ¡Poder total, incluido el Electoral y el cocalero!
El MAS afianzó a su líder candidato y Presidente con una estructura partidaria sólida, un proyecto de Estado Plurinacional con ‘hiperinflación’ de autonomías superpuestas al mismo nivel y el uso-abuso de la propaganda y agitación políticas, disponiendo de todos los recursos del Estado –¿$us 50 millones?– sin rendición de cuentas.
Tenía al frente a una oposición sin dinero, fragmentada por el personalismo, al punto de no poder crear un frente común. No tenía estructuras partidarias sólidas, eran alianzas creadas a último momento, débiles, sin líderes de raigambre nacional, sin propuesta alternativa al MAS que, regalando bonos y esperanzas, conquistó con su populismo a los pobres de un país muy pobre, y a mucha clase media.
El líder, el instrumento y el programa del MAS ganaron. ¿Sepultaron al sistema de partidos políticos en Bolivia, de derecha, de centro o de izquierda democrática? Lo que queda de oposición política, ¿está consciente de la necesidad de rectificar su equivocado y egoísta rumbo con miras a abril? ¿Sabe esa oposición que las elecciones de prefectos y alcaldes son el único espacio que queda en Bolivia para garantizar un equilibrio regional democrático, convivencia política plural, consensos y disensos, respeto a los otros diferentes y a la propiedad privada? Por el momento sólo hay catarata de candidatos, cada uno por su cuenta y en caída libre.
Los sobrevivientes de la oposición debieran darse cuenta de que el 6 de diciembre perdió la democracia y perdimos los demócratas, porque no hubo conciencia democrática por la unidad y el objetivo común, que era y es la República de Bolivia, ya extinta, unida pero no revuelta. Y ganaron los fundamentalistas de la ‘izquierda socialista del siglo XXI’, como se los conoce en el mundo, cuando en los hechos se trata de una izquierda stalinista. Es decir, izquierda no democrática ni en sus formas ni en sus contenidos, aunque vociferen lo contrario.
A pesar de los resultados de diciembre de 2009 y del contundente triunfo del MAS, Bolivia es un país dañado en lo integracional territorial-étnico-cultural y el respeto a las diferencias, más allá del simplismo de decir que unos son de derecha y otros de izquierda. Perdió la democracia. ¿Perderá también en abril de 2010?

* Máster en Ciencias Políticas

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