La ceremonia de los hipócritas – Carlos Alberto Montaner /
“… El hipócrita es una persona que simula afectos que no siente e indignaciones que no padece… Carlos Alberto Montaner
La Cumbre Iberoamericana de Estoril, Portugal, que acaba de terminar, estuvo llena de hipócritas.
Con un COMENTARIO de Carlos Herrera.
Jesucristo les tenía una especial ojeriza a fariseos y escribanos. Según relata Mateo, los tachaba de `”hipócritas´´, conducta que le parecía repugnante. El hipócrita es una persona que simula afectos que no siente e indignaciones que no padece. Dice una cosa y hace otra en busca de su propio beneficio. No es un esquizofrénico, ni está confundido. Es un pillo moral.
Por ejemplo Cristina Kirchner, la presidenta argentina. La dama se declaró herida en sus sentimientos democráticos por los sucesos hondureños, pero proviene de un partido, el peronista, que en las últimas dos décadas ha provocado irresponsablemente el fin anticipado de los únicos dos gobiernos no peronistas que los argentinos han conseguido elegir. Raúl Alfonsín, acosado por los peronistas, tuvo que tirar la toalla en 1989 siete meses antes de terminar su mandato. A Fernando de la Rúa le fue aún peor: abandonó el poder en 2001, huyendo en un helicóptero, dos años antes del fin de su gobierno, perseguido por la trituradora a la que pertenece el matrimonio Kirchner.
El ecuatoriano Rafael Correa no es diferente. Censura a los hondureños por librarse de Zelaya, pero debutó en la vida pública como ministro de un gobierno, el de Alfredo Palacio, que en abril del 2005 depuso al presidente legítimo, Lucio Gutiérrez, tras un conflicto entre el poder legislativo y el judicial que tiene más semejanzas que diferencias con lo sucedido en Honduras.
¿Y qué decir de Evo Morales? La gran especialidad de Morales es generar la ingobernabilidad en Bolivia. Con sus matones cocaleros interrumpía el tránsito, sitiaba ciudades y creaba conflictos violentos con dos propósitos fundamentales: desestabilizar el país y provocar víctimas. La estrategia le dio resultado: desestabilizó a Bolivia, murieron varias docenas de personas en los motines callejeros, y el Congreso, acobardado hasta el pánico, hizo renunciar a Gonzalo Sánchez de Lozada en octubre del 2003, quien tuvo que marchar al exilio junto a Carlos Sánchez Berzaín, su ministro más destacado.
¿Y Daniel Ortega? Este hombre, que no tiene la menor convicción democrática, que fue un dictador durante su primer periodo sandinista –culminado con el saqueo de medio país conocido como “la piñata´´–, con centenares de muertos en su conciencia (es un decir), y que en el segundo, para tratar de perpetuarse en el poder, recurre al fraude electoral, al chantaje, al soborno y a la intimidación (o al asesinato, si vamos a creer la opinión del hijo del alcalde de Managua, Alexis Argüello, supuestamente “suicidado´´), se permite rasgarse las vestiduras ante la deposición de Mel Zelaya por el Congreso de Honduras.
¿Y Raúl y Fidel Castro? ¿Se imagina el lector hasta dónde puede llegar la hipocresía? Una pareja de dictadores que lleva en el poder la friolera de medio siglo, donde sólo hay un partido político y en donde la división de poderes es una broma macabra, resulta que no puede aceptar la afrenta a la democracia que significa la salida del poder de Mel Zelaya como consecuencia de una decisión del Tribunal Supremo hondureño, luego refrendada por el Congreso, por violar severamente la constitución del país.
Pero quien se lleva la palma de la hipocresía es Hugo Chávez. El coronel que en 1992 intentó matar al presidente legítimo, Carlos Andrés Pérez, y dar un golpe militar en Venezuela, asonada que dejó cientos de cadáveres en las calles de Caracas, mientras hoy persigue y encarcela a sus enemigos ideológicos, califica de “asquerosa´´ la política norteamericana de respetar la voluntad de los hondureños expresada en los comicios del día 29 y en la posterior votación del Congreso.
fortunadamente, no todos los gobernantes hispanoamericanos han sido hipócritas. Alvaro Uribe, Ricardo Martinelli y Alan García tuvieron el valor de colocarse bajo la autoridad de la verdad y el sentido común. Pero el que otra vez fue más lejos es el costarricense Oscar Arias: de la misma manera que en Trinidad, hace unos meses, tuvo la hidalguía de renunciar al victimismo y explicar que los latinoamericanos somos los principales causantes de nuestros propios males, en esta cita de Estoril le recordó a Lula da Silva –otro hipócrita de tomo y lomo– que no es coherente abrazarse a Ahmadineyad o reconocer las elecciones en Irak y Afganistán y negarles a los hondureños la oportunidad de una salida pacífica a su crisis política.
Bienaventurados los sinceros y los que aborrecen la hipocresía, porque de ellos será el reino de los cielos. Eso no lo dijo Mateo. Soy yo quien lo afirma.
Fuente: http://www.eldiarioexterior.com/articulo.asp?idarticulo=36432
A continuación un COMENTARIO de Carlos Herrera:
Amigos, una reseña de algunos gobernantes a los que los latinoamericanos les hemos confiado el gobierno de nuestros países, es decir, el futuro de la educación de nuestros hijos, el valor de nuestra moneda, el caudal de nuestras pensiones, la protección de nuestros derechos (seguridad, vida, propiedad privada, respeto a las minorías, respeto a la dignidad humana etc.etc.) así como gran parte de nuestro futuro económico.
En Bolivia hay que empezar de cero y hacerle notar a la gente que la historia misma es el fruto, no de la lucha de clases, como afirma el disparate marxista que tanta división y encono genera entre la gente y para alegría de los demagogos profesionales (el progreso de muchos pueblos muestra que no hay tal lucha de clases sino cooperación y división del trabajo cuando se atina con las reglas del juego) sino de otra pugna -ésta sí mucho mas objetiva y con la que las sociedades vienen lidiando desde los inicios de la cultura Occidental- entre el poder político y la sociedad civil, entre el pueblo llano y raso y las autoridades. Lo que ha modelado el tipo de sociedades a lo largo de la historia es la lucha entre el poder y la sociedad. Cuando el poder gana, las sociedades estan ahí para obedecer y entonces la hemos denominado absolutistas, imperios, reinados, etc. Cuando gana la sociedad, como en los auténticos regímenes democratico republicanos modernos, es el imperio de la ley lo que se acata, no la voluntad de un hombre o un sector y entonces la cosa es diferente en el fondo. Porque se reivindica la condición humana en general, todos valen, todos deben ser respetados por igual, amén que la autoridad está también sometida a la ley, tiene obligaciones para con la sociedad, es responsable, como dirían los abogados. …. Y es también a consecuencia de esta lucha centenaria que ha nacido el constitucionalismo, que consiste en un acuerdo político que propone un conjunto de valores y principios como las ideas rectoras de la conducta y la organización social, con énfasis en los derechos individuales y donde el poder está atomizado en una red de instituciones que sirven de pesos y contrapesos para el ejercicio del mismo, todo lo cual impide la concentración de facultades todopoderosas en manos de unos pocos, mediante la herramienta de asignarle a cada autoridad los límites de su competencia, es decir, qué puede hacer y qué no, para impedir el abuso y el atropello desde el poder, tan común en la historia humana. Un saludo para ustedes. Carlos. .
Enviado por el autor carlos Herrera [calinzell@hotmail.com]