No tendrán a quién echar la culpa – Jorge V. Ordenes L. – 9.12.2009
El que más y el que menos repite que lo del 6 de diciembre en Bolivia ha sido “una victoria aplastante” del Gobierno lo que me parece simplista y hasta precipitado por la sencilla razón de que toda victoria, sobre todo la política, tiene un costo que debe pagar el “victorioso” que en este caso es el inmenso, y a corto plazo poco notorio, error de haber neutralizado y hasta anulado la oposición política en la forma más enconada y costosa como si los opositores fueran ¡enemigos de Bolivia! En este sentido se trata de una victoria pírrica porque la premeditación, la alevosía y la ventaja por parte de los dueños de la elección fueron sin precedentes. Ya lo dijeron los observadores europeos: el Gobierno se aprovechó de los recursos del poder para socavar la oposición y lo consiguieron. Que ésta no supo hacer las cosas es harina de otro costal.
En esto hay un aspecto que los tozudos del Gobierno que fraguaron el resultado de la elección del 6 de diciembre no han tomado en cuenta. Y es que la democracia, por más denostada que esté, necesita de una oposición política institucionalizada en el Congreso, o en este caso la Asamblea, para entre otras cosas echarle la culpa por las demoras, errores y horrores que han de cometer inevitablemente al creer que se gobierna democráticamente cuando en realidad se está subyugando los tres poderes del Estado plurinacional en detrimento de la inteligencia y el sentido común que bien detallados están en los textos clásicos de ciencias políticas de los primeros años universitarios. La verdad es que los emuladores de experimentos estalinistas, por lo visto y comprobado en la elección del 6 de diciembre, no los han leído ni mucho menos estudiado. Es más, se han aplazado y les costará.
Los teoristas políticos que asesoran a Su Excelencia (S.E.) deberían haber explicado que la oposición política es más que necesaria para gobernar cualquier país que se respete, más aún uno pobre y desvalido en un mundo globalizado del que tarde o temprano necesitará “el oro y el moro” para desarrollar desde la industria del litio, resucitar la del gas, controlar los cocales, la informalidad, la crecida y aún creciente corrupción, hasta los cuidados educativo, médico y tantos otros que los llamados movimientos sociales, y otros, necesitan urgentemente, y a los que se les ha prometido reivindicaciones sociales y políticas además de la erradicación de la pobreza. Mucha promesa sobre una mesa que ni patas sólidas tiene.
Ahora, nunca se les ha dicho cómo se cumplirán. Y no han dicho cómo porque el modelo cubano todos sabemos que no se presta para cumplir promesas en una Bolivia anárquica y politizada a medias, como si de ideología se fuese a llenar el plato de comida cuando la inversión y las exportaciones están disminuyendo para dolor mayor aún de toda la población incluyendo la que ha votado el 63 por ciento.
Esos movimientos sociales han sido programados poco menos que literalmente para votar a favor de la fórmula oficial en todos los departamentos sin más conocimiento de causa que la que conllevan promesas y más promesas de cambio y más cambio que en cuatro años de gobierno no se han cristalizado fuera de cosas cosméticas como los bonos Pinto, Padilla y Dignidad que desde el punto de vista económico cuentan poco porque son migajas a la manera de sonajeras políticas.
Gobernar perezosamente con ideas de Cuba y con dinero de Venezuela no deja de ser plagio y una entrega al mejor postor, respectivamente. Así, S.E. reelecto, tiene hoy la autoridad de hacer de su capa un sayo en un proyecto de país que incluye un 39 por ciento o más de bolivianos que no están de acuerdo con lo que está pasando ni menos con lo que vendrá que bien lo suponen. O sea que son unos cuatro millones y tanto de bolivianos de dentro y fuera de Bolivia, la mayoría educados y desde luego nada “neoliberales” a lo cocalero o informal boliviano, que saben lo que significa dar un poder desenfrenado y sin precedentes a un Gobierno que los tiene económica y moralmente postrados ¡sin oposición!
Y los tiene a su merced no porque así lo programaran cubanos y otros extranjeros, sino porque el Gobierno desde sus comienzos decidió pasar puentes de desacato e ilegalidad a medida que les llegaron y le convino mezquinamente transitarlos. Y así, en los cuatro años que han gobernado, hubo “puentes” que ignoraron como el de la presteza y hasta inteligencia políticas necesarias para reconocer la necesidad y hasta el valor de tener una oposición política organizada y representada que sirva, entre otras cosas, de chivo expiatorio. Y esto se sabe desde hace siglos en sociedades informadas.
El costo de marginar a la oposición será mayor cuando ¡ojo! a tiempo de los múltiples e inevitables repartos de trozos de poder entre de los arribistas del Gobierno surjan descontentos que por angurria afincada en la forma en que se han encumbrado se convertirán en opositores y hasta acusadores. La historia reciente lo muestra y lo continuará mostrando.
Enviado por el autor Jorge Ordenes [jvordenes@yahoo.com]