HACIA LA “COCAINIZACIÓN” DE BOLIVIA – LOS TIEMPOS (Editorial) – 5.12.2009
La tendencia a caer en una especie de complicidad colectiva con el narcotráfico y sus beneficios económicos es una de las consecuencias del fenómeno
El 26 de noviembre pasado, bajo el título: “La coca, gran ausente del debate electoral”, decíamos en este espacio editorial que una de las características más notables de las campañas fue la manera sistemática cómo los principales candidatos decidieron omitir los grandes temas relativos al presente y futuro nacional. “Mención especial, en ese contexto, merece el problema de la coca, su transformación en cocaína, y las enormes consecuencias que tal cadena productiva y comercial tiene sobre la estructura económica y social de nuestro país”.
“Llama mucho la atención, por eso, que el tema no figure entre los más destacados puntos del plan de gobierno de ninguno de los candidatos” (..) “Y mientras eso ocurre, se multiplican las pruebas de que la coca y su transformación en cocaína está convirtiéndose en el principal sustento y motor de la economía nacional, involucrando en ella directa e indirectamente a millones de personas y sus respectivas familias”.
Pero como no podía ser de otro modo, que el problema haya sido soslayado no es suficiente para que deje de existir. Y fue por eso suficiente que la revista Veja, una de las más importantes de Brasil, haya dedicado un amplio reportaje titulado “Coca para él, cocaína para nosotros”, en referencia a Evo Morales, a la manera cómo a ese país afecta el exponencial crecimiento de las actividades relacionadas con la producción de coca y su transformación en cocaína en Bolivia, para que se despeje el velo que sobre tan importante asunto se quiere tender.
Según la revista brasileña, en cuatro años, la producción de pasta base y de cocaína aumentó 41 por ciento en Bolivia. La mayor parte es enviada de contrabando a Brasil, “donde genera vicio, criminalidad y corrupción”. “Mucha de la droga que entra en Brasil, proveniente de los países vecinos, está destinada a otros consumidores, pero la que se queda es principalmente boliviana, de peor calidad. De las 40 toneladas de cocaína consumidas anualmente en ese país, más del 80 por ciento proviene de Bolivia”.
En realidad, ninguno de los datos con los que Veja respalda sus afirmaciones es novedoso. Por el contrario, si hay algo que por lo evidente que es ya no da lugar a ninguna controversia es que durante los últimos años las actividades ligadas a la coca y la cocaína se han multiplicado de manera notable. Tanto, que prácticamente no hay día que pase sin que una nueva noticia dé cuenta de la proliferación de laboratorios, cada vez más modernos, a lo largo y ancho del territorio nacional.
Por su parte, las estadísticas económicas que reflejan una bonanza que no se explica por la actividad productiva legal, sino por los millones de dólares provenientes del narcotráfico que a diario son inyectados a la economía nacional, ratifican la magnitud del fenómeno. Por eso, quienes se han especializado en analizar los datos económicos coinciden en atribuir al auge del negocio de la coca, más que al rendimiento de las actividades lícitas, las halagüeñas cifras.
Las consecuencias que tal estado de cosas traerá al futuro nacional no son difíciles de prever. Entre ellas, la tendencia a caer en una especie de complicidad colectiva no es la menor.