La tragedia de Argentina – PIERPAOLO BARBIERI * / The Wall Street Journal – 22.4.2012

La decisión de la presidenta Cristina Kirchner de renacionalizar a YPF, la petrolera argentina controlada por la española Repsol, tomó a muchos por sorpresa. Pero para alguien que creció en Argentina, era predecible. Mi país una vez más se ha convertido en un sinónimo de disparate económico. Lo que me parece realmente increíble es que comentaristas serios como el economista Nouriel Roubini ofrezcan a Argentina como un modelo para Grecia.

Las recientes escenas en las calles de Atenas evocan vívidamente los últimos meses de la convertibilidad a principios de la década de 2000. Según parece, los países en camino al colapso, están condenados a ver a sus políticos discutiendo entre sí al borde del precipicio mientras que desadaptados lanzan cocteles Molotov a edificios públicos.
No obstante, al pedir que Grecia siga los pasos de Argentina, es decir, una cesación de pagos, una devaluación profunda y su salida de la euro zona, los comentaristas están sacando todas las lecciones erróneas de la historia reciente de mi patria.

Cuando se implementó en 1991, la decisión de Argentina de atar el peso al dólar fue una política económica astuta: terminó con el ciclo de hiperinflación y devaluaciones crónicas que habían obstaculizado el crecimiento por décadas. Argentina finalmente había escapado a los trastornos de la inestabilidad democrática posterior a la dictadura. Las reformas, privatizaciones y la convertibilidad generaron una nueva legitimización del Estado.
Las bajas tasas de interés, ganadas a pulso, llevaron a un frenesí domestico de gasto y préstamos, similar al de Grecia después que se unió a la euro zona. La estabilidad de precios, el crecimiento y una renovada fe en la fortuna económica del país, terminaron por darle paso a un desempleo por las nubes, una expansión de la pobreza y líneas de crédito del Fondo Monetario Internacional.
En 1999, en medio de la recesión, los argentinos eligieron a un político sobrio y poco carismático como presidente. Fernando de la Rúa prometió limpiar el corrupto sector público y no cambiar la política monetaria, manteniendo la popular paridad de “un peso, un dólar” de su predecesor.
Los déficit crónicos y la fuga de capitales empeoraron a medida que se profundizó la recesión. En algo que sólo puede ser descrito como un fallo de liderazgo, los políticos se aferraron a una tasa de cambio sobrevalorada que había recordado al país, por un fugaz momento, su otrora gloria económica. Los recortes de gastos en medio de la recesión fueron insuficientes para restaurar el balance fiscal y el gobierno resultó ser demasiado débil para implementar reformas más difíciles y que impulsaran la productividad, como el reducir la burocracia o mejorar el dinamismo del mercado laboral.
En poco tiempo, los argentinos clamaban por “sacar a todos los políticos”. Para finales de diciembre de 2001, de la Rúa sucumbió a la presión, escapando del palacio presidencial en un helicóptero y dejando un caos institucional detrás de él. El 23 de diciembre, el tercer presidente de Argentina en cuatro días declaró una cesación de pagos unilateral frente al Congreso. Si ve las imágenes de los legisladores aplaudiéndolo, podría pensar que acababa de anunciar la victoria de Argentina en el Mundial. En cambio, fue la mayor cesación de pagos en la historia moderna.
En el poder desde 2003, los gobiernos sucesivos de los Kirchner, liderado primero por el difunto Néstor y ahora por su viuda Cristina, han caracterizado a la cesación de pagos como un acto de heroísmo contra los acreedores ilegítimos y el FMI. “Neoliberal” sigue siendo un insulto fuerte en Buenos Aires. Es en este contexto que algunos economistas, impresionados con el alto crecimiento nominal de Argentina, urgen a Grecia a que siga este ejemplo.
No obstante, en Argentina el crecimiento se ha presentado pese a la cesación de pagos y no a causa de ella. Un auge de commodities dirigido principalmente por la soya, se encuentra en el núcleo del desempeño del país, ayudado por las inversiones estructurales y tecnológicas de la neoliberal década de los 90 y los lazos comerciales con un Brasil al alza.
La devaluación y la cesación de pagos borraron una década de ahorros de la clase media argentina y de sus jubilados, a la vez que premiaron a aquellos con suficientes dólares como para esconderlos en bancos extranjeros. También puso fin a una necesaria reforma estructural, llevando al poder a personas ansiosas de hacer crecer al estado para perpetuar su poder político.
El devaluado peso abarató la mano de obra argentina, pero la productividad cayó aún más. La competitividad duró poco. Los gobiernos Kirchner regresaron a una estrategia desacreditada en los años 80: altas tasas de crecimiento con una inflación aún mayor. Una década después de la cesación de pagos Argentina aún es ignorada por los mercados de crédito. No es capaz de financiar inversiones a largo plazo y necesita devaluaciones periódicas para mantener la “productividad”. Cuando el gobierno tomó prestado dinero del “camarada” de Kirchner, Hugo Chávez, hace algunos años, la alta tasa de interés no reflejó la hermandad socialista
El gobierno ha implementado controles draconianos sobre todas las importaciones. Controles de capital al estilo de los años 70 están de moda, sumados a estrategias arbitrarias de balance comercial. Ahora todas las importaciones requieren aprobación, medicamentos esenciales se han desvanecido de las farmacias, aunque de alguna forma los amigos del gobierno pueden importar lo que deseen.
“El balance comercial específico para cada compañía” conduce a escenarios demenciales como el de los importadores de autos, quienes tienen que comprar vino argentino para exportar, para que así puedan contar con cuotas de importación.
Mientras tanto, el gobierno de Kirchner publica estadísticas oficiales que no presentan una imagen real de la inflación y las batallas de distribución del país. El gobierno primero saqueó (“nacionalizó”) el sistema privado de pensiones y luego se apropió (“recalculó”) las reservas del banco central, poniendo fin abruptamente a la independencia del banco, que de por si era una de las reformas más importantes de los 90.
Escaso de efectivo una vez más y aprehensivo de las importaciones de energía, el gobierno puso su mira en YPF. Los apologistas del gobierno tienen razón al quejarse de que los dueños españoles no cumplieron con sus promesas de inversión, pero se les olvida que el gobierno ha fijado los precios del crudo para que ninguna empresa independiente tenga incentivos para invertir. De nuevo en manos del gobierno, YPF bombeará más favores políticos que petróleo.
La cesación de pagos unilateral también creó un desastre legal que cumple una década y se rehúsa a desaparecer. Jueces en todo el mundo aún consideran casos presentados por acreedores que reclaman activos argentinos en el exterior. En este contexto no es de sorprenderse que las inversiones domésticas en sectores que van desde la energía a las comunicaciones se hayan estancado y que sólo los miembros del gobierno puedan obtener un crédito razonable.
En resumen, aquellos que alaban el sendero argentino deberían ir más allá de las engañosas tasas de crecimiento nominal del país. El auge de los commodities esconde una caída de la competitividad, una corrupción rampante y un colapso de las inversiones productivas.
Las lecciones para Grecia son claras. Aunque los ajustes son inevitables, Atenas forma parte de un proyecto europeo más grande y valioso. Claro, el “núcleo” alemán necesita moverse con mayor celeridad hacia una verdadera unión económica, junto a un federalismo fiscal e inversiones para frenar el desempleo, pero Grecia ha sido sostenida a través de la reforma y se le ha dado un sustancial recorte a su deuda en manos privadas.
Por lo tanto, Atenas tiene una elección: puede continuar con las dolorosas pero necesarias reformas estructurales, o puede tomar el sendero argentino. Sin embargo, debería tener cuidado, una salida del euro probablemente traería de regreso el ciclo de inflación e inestabilidad. Argentina es un recordatorio del pasado del que escapó Grecia y es un futuro que debería evitar,
Barbieri es un académico del Kennedy School de Harvard. Su libro, “Hitler’s Shadow Empire: Nazi Economics and the Spanish Civil War,” será publicado a finales del año por Harvard University Press.
Enviado por
Jorge V. Ordenes L.
Miembro de número de la Academia Boliviana de la Lengua
www. jvordenes.wordpress.com

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