¿Racismo e intolerancia? La organización es el remedio – Percy Añez Castedo – 28.3.2012

Es muy difícil leer noticias y no estremecerse al conocer las ‘nuevas’ que pocas veces son buenas. Cada día se nos mutila la esperanza con información que habla de muerte, injusticia, corrupción e intolerancia. Qué haríamos sin los versos de Miguel Hernández, en los que nos dice que la esperanza ‘retoña de la carne talada’. Aquello que es muy cierto, y sin lugar a dudas muy hermoso, no es un consuelo para que nos convirtamos en seres alienados por la indiferencia y el olvido, sino todo lo contrario, es una invitación a que luchemos por un mundo más justo, y que la carne talada por los reacios al cambio, se convierta en la esperanza que nutra a los que continúen batallando.

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Mauricio Arce Céspedes, de 19 años, fue a Tarija el fin de semana para celebrar la boda de un pariente, y pretendía volver el domingo por la noche a su ciudad (Santa Cruz de la Sierra). El muchacho retornó en un ataúd conmoviendo al pueblo cruceño y boliviano. Fue asesinado por un numeroso grupo de acomplejados que le propinó una brutal golpiza; la cual, según los medios de comunicación se debe a que Mauricio era ‘camba’, es decir, cruceño.

 

Vamos a dejar de lado el origen étnico del agredido, pues lógicamente el vandalismo xenófobo es repudiable, sea cual sea el lugar de procedencia del individuo. Y de igual manera, este hecho es una alarma urgente y válida (de las que hay a diario) para cualquier pueblo del planeta.

 

Se sabe que Bolivia es un país complejo, tan complejo que es muy difícil de explicar su anormalidad con las palabras o la tinta. El que no conoce un mínimo de su historia y territorio probablemente no entienda el tipo de conflictos sociales que se dan en este país. Diverso y con innumerables barreras, sean éstas culturales o geográficas y con un sistema de administración inconcebiblemente injusto; probablemente aquello ha parido semejante ensalada de conflictos para todos los disgustos habidos y por haber.

 

Evidentemente, es inentendible, pero sucede que problemas tan delicados como la intolerancia, se utilizan tan solo para fines publicitarios y mediáticos. Siempre tratamos de ocultar los problemas, huir de ellos, hacer propaganda falsa para ensalzar una imagen, o atribuirle el mal a una nación de ‘sediciosos’. Pero nunca enfrentamos al monstruo de frente, no decimos nuestras diferencias en voz alta y clara, no dejamos ser diferentes a los que son diferentes y aun por encima los atacamos.

 

Vaya que las cosas cambiarían si se trataran con honestidad y buena fe, todos sabemos que los vicios abundan en cada uno de los rincones de este país, como en cualquier otro, y ni este, ni otros hechos lamentables pueden ser atribuidos a una sola región o nación, porque significaría prolongar la rienda suelta al mismo abuso prejuicioso, que nos machaca constantemente y no tumba la careta de la falsedad.

 

El racismo e intolerancia no se lo combate con propaganda chueca, falsa y cara. Sino con organización de gente sensata, de todos los estratos y grupos étnicos, que pueden llegar a componer un todo de un solo color, para luchar contra un enemigo que confunde, pues se esconde dentro de una variedad infinita de colores y no solo en uno, como algunos tratan de hacer creer.

 

Es normal que las diferencias culturales manifestadas en la lengua, costumbres, color de piel, credo religioso, etc., alejen a las personas, pero es más normal aún, que aquel alejamiento se elimine fácilmente con la apertura mental, llevable a cabo mediante la convivencia diaria respetuosa y una buena educación proveniente de la institución más importante, la familia.

 

Aquellos elementos tan valiosos no se consiguen esperando que un gobierno (sea estatal o regional) los lleve a cabo; el cambio lo hacen las personas, y si éstas ceden responsabilidades que les competen, resulta muy peligroso, pues es una sociedad destinada a la desintegración a causa de la violencia. Por el contrario, si las personas asumen su protagonismo en la sociedad (con seriedad), no dejando espacios al vacuo instrumentalismo jurídico, ésta adquirirá un patrimonio invaluable e intangible que resultará inamovible ante cualquier tipo de adversidad.

 

Por poner un ejemplo, el cese de la discriminación hacia las personas de color en los Estados Unidos no se debió a la promulgación de igualdad en los derechos civiles, allá por la segunda mitad del siglo XX, sino que fue un largo proceso de maduración de una sociedad que entendió y luchó arduamente por romper estigmas dañinos e indignos; la legislación fue el último paso y el menos relevante. Aquello no fue una lucha de un color contra otro, fue una revolución de libertad promovida por ambos afectados, donde primó básicamente el reconocimiento, la reconciliación y el desenmascaramiento de una farsa.

 

Allí lucharon organizaciones civiles de todos los colores que llegaron a componer uno solo y no cedieron el papel que la historia tenía para ellos. No se está tratando de decir que en aquel país los conflictos se solucionaron en su totalidad, porque no es así, ni tampoco que esos problemas se asemejan a los nuestros, pero fue aquella actitud de organización civil la que hizo posible la construcción de cimientos para una sociedad basada en el respeto e igualdad y es cabalmente esa talante la que necesitamos.

Enviado por el autor Añez Percy [panez@bmsc.com.bo]

 

 

 

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