Sobre el estatismo – Marcelo Ostria Trigo – 16.3.2012

Los bolivianos hemos intentado casi todos los modelos políticos y económicos; y los hemos aplicado mal.

Quizá por ese empeño de llevar adelante permanentes reformas –algunos las llaman cambios y otros, revoluciones– somos los responsables de nuestra propia inestabilidad.

Recurrentemente, aparecen corrientes que proponen establecer modelos estatistas, muchos con el signo del autoritarismo. Y nosotros las hemos imitado, con tozudez, pese a saber que terminan en el fracaso.

En efecto, las incitativas estatistas, cuando provienen del poder público que enfervoriza a las masas con la falaz promesa de que todo será de todos, siempre desembocan en el autoritarismo. Y esto, que lleva a la represión, se manifiesta cuando se esparce el descontento popular por el incumplimiento de utópicas metas de los gobiernos que, en este tiempo y en nuestra América Latina, han asumido curiosas formas de estatismo entroncadas con un neopopulismo aliado del marxismo remanente, aunque sin esa ortodoxia comunista.

De las filas de los estatistas también surge la impaciencia que alienta la xenofobia popular con el justificativo de que debe prevalecer la ‘dignidad’ –no siempre amenazada–. Se muestra urgencia de ‘recuperar’ los recursos que nos pertenecen y que, supuestamente, habrían sido enajenados en favor de intereses foráneos.

Pronto, sin embargo, y ante la evidencia sin escapatoria de que las llamadas nacionalizaciones se orientan a un seguro fracaso, se hacen esfuerzos para quitarse el chaleco de fuerza del estatismo, retrocediendo o disimulando esas ‘recuperaciones’, como sucedió, entre otros, con la minería y los hidrocarburos.

Pero en los nuevos embates, el neopopulismo seguidor del ‘socialismo del siglo XXI’ vuelve recurrentemente a la tendencia a nacionalizar todo y a crear empresas públicas de dudosa eficiencia.

Los métodos, donde impera el neopopulismo, son similares: arbitrariedad, represión política y sectarismo desembozado. Y se descalifican otras opciones políticas con el sambenito de la perversidad del llamado neoliberalismo, a través de una propaganda ‘geobbeliana’.

Entre los objetivos del estatismo se cuenta también la reforma de la educación para que esta sea “anticolonialista, liberadora y popular”. Luego de más seis años se comprueba ahora el fracaso de ese intento; la gran mayoría de los bachilleres de 2011 no pasaron las pruebas de ingreso a la universidad pública. Este es uno de los resultados del estatismo sectario llevado al campo de la educación.

No hay explicación razonable que justifique el empeño en llegar al fracaso, al atraso y al aislamiento. Este es, comprobadamente, el destino de estos experimentos populistas. Los magros resultados ya están a la vista: la mayoría de la población sigue –esto no concuerda con los publicitados índices económicos del oficialismo– en la pobreza, mientras se justifican los privilegios para la cúpula política dominante y la mayoría solo recibe prebendas en forma de bonos. Rige una auténtica ley del embudo: “Lo ancho para unos pocos, lo estrecho para los demás”.

Se atribuye a Hugo Chávez haber dicho que “el Estado no puede ser dueño de todo. Ese es el estatismo, y eso llevó al fracaso al proyecto de la Unión Soviética”. Pero esto no corresponde a su voraz campaña de dominación ni a sus consejos revolucionarios.

Se olvida que el populismo no toma en cuenta el corsi e ricorsi de la historia y que la perpetuidad de este extraño modelo populista es una quimera que siempre desilusionará y terminará mal.

El Deber – Santa Cruz

http://eju.tv/2012/03/sobre-el-estatismo/

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