La política en los albores del totalitarismo – Javier Paz García – 5.3.2012

Aristóteles definía al ser humano como un animal político y con toda razón. El hombre es un ser gregario, que vive en sociedad. La política versa sobre la forma de organización de una sociedad y la toma de decisiones colectivas. Por tal motivo, todo individuo, como miembro de la sociedad, tiene un legítimo interés en la política. Votar en elecciones, informarse o participar en partidos políticos o instituciones civiles son muestras de dicho interés.

La democracia es un sistema político en el cual los gobernantes son elegidos por voto popular y donde cualquier persona tiene el derecho a postularse a cargos públicos. En países democráticos todos los ciudadanos tienen garantizados ciertos derechos, entre ellos el de opinar libremente sin miedo a represalias por parte de los gobernantes y realizar actividad política. Por el contrario, en Estados totalitarios, el legítimo interés a participar en política es negado o truncado por quienes manejan el poder público. Cuba tiene elecciones, pero solo participa un partido político, lo cual hace que en realidad no exista elección, los ciudadanos son privados del legítimo derecho a organizarse en partidos políticos, no existe prensa independiente y la opinión disidente es castigada por el aparato represivo del Estado.

Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua están siguiendo los pasos de Cuba, transitando el camino hacia el autoritarismo y la dictadura. En estos países hay decenas de perseguidos, exiliados y presos políticos, el miedo y la autocensura imperan, y quien se atreve a criticar al régimen o ser parte de la oposición política sufre el acoso legal y no legal por parte del gobierno. El vicepresidente de Bolivia, a menudo repite de manera amenazante que los empresarios no deben hacer política, mostrando claramente una visión antidemocrática, según la cual la actividad política no es un derecho de todos y cada uno de los ciudadanos bolivianos. El juicio al periódico El Universo de Ecuador, demuestra que el mandatario Correa es un autócrata que maneja los otros poderes del Estado a su gusto y que quien se le oponga o critique, corre el riesgo de perderlo todo, incluso su libertad.

Otra forma de promover la autocensura es calificar de “política” la postura de cualquier institución civil. Si los indígenas, un comité cívico o la Iglesia adoptan una postura sobre algún tema en particular, no falta un portavoz del gobierno que los descalifique por adoptar una posición “política”. Para entender la falacia de este argumento hay que separar la actividad política de la militancia partidista. Un comité cívico regional por ejemplo, sin lugar a dudas realiza actividad política en pro de los intereses de su región, simplemente que no lo hace a través de partidos políticos. Cuando la Iglesia deplora el narcotráfico también hace política. Si entendemos al hombre como un animal político y a la política, como parte integral de vivir en una sociedad, hacer política no debe ser una ofensa, como lo quieren hacer ver los autócratas de turno, para quienes la política y el poder deben estar reservados exclusivamente para ellos mismos.

Santa Cruz de la Sierra, 02/03/12

http://javierpaz01.blogspot.com/

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