Persistencia de las ideologías ecologistas en Bolivia paralelamente a prácticas convencionales de desarrollo – H.C.F. Mansilla – 4.3.2012

En las últimas dos décadas (a partir de 1990) se puede observar en Bolivia un fenómeno curioso: el surgimiento de doctrinas sobre el medio ambiente y su cuidado, doctrinas que pasan rápidamente a convertirse en la ideología oficial ─ brillantemente publicitada ─ del gobierno respectivo, y que, en realidad, nunca abandonan el plano de la teoría y la propaganda. Este ha sido el caso de la teoría del desarrollo sostenible desde 1990 y de la concepción del buen vivir, en boga desde 2006. En ambas oportunidades estas ideas, que tienen un contenido muy diverso, pero también notables similitudes, han recibido el apoyo entusiasta de organismos de la cooperación internacional y de distinguidos intelectuales de la vida académica y universitaria, apoyo que, como es proverbial, no ha tenido mucho que ver con el desarrollo concreto del medio ambiente boliviano en la vida cotidiana y sí con las esperanzas y los sueños de aquellos que creen descubrir un potencial pro-ecológico y conservacionista en el Tercer Mundo y fuera de la depravada esfera de la globalización capitalista.

En agosto de 1993 se creó el Ministerio de Desarrollo Sostenible y Medio Ambiente, el cual, según la propaganda oficial, iba a ser cabeza de todo el sector económico y debía funcionar según la llamada Agenda 21 propiciada por las Naciones Unidas. Lo dudoso del caso boliviano debe ser visto en el hecho de que una teoría entre otras fue elevada a la categoría de doctrina oficial del Estado, bajo el aplauso vehemente de casi todas las corrientes políticas del país. En la única declaración programática que hubo de un Ministro de Desarrollo Sostenible se pueden detectar las normativas siguientes, que constituyen hasta hoy la piedra angular de las políticas públicas en este rubro: crecimiento económico, gobernabilidad, justicia social y uso racional de los recursos naturales. La sostenibilidad del desarrollo fue definida con precisión como la “movilización de las energías sociales” para estar a la altura de los desafíos del presente y el futuro. Estas formulaciones eufónicas se han mantenido invariables en los discursos oficiales de todos los gobiernos bolivianos hasta hoy. Lo notable en ellas no es sólo su carácter repetitivo, sino también la función claramente subordinada que corresponde a la problemática ecológica y más aun a programas conservacionistas. En el fondo la doctrina del desarrollo sostenible debía armonizar las metas irrenunciables de la modernización con las modas pro-ecológicas de la cooperación internacional. A comienzos del siglo XXI nos hallamos en una situación general de desilusión y desconcierto, causada por el incremento gigantesco de desarreglos medio-ambientales y por los resultados mediocres a los que han llevado los programas de desarrollo sostenible en todos los países. A su modo, la concepción del buen vivir debería producir hoy en día la sensación de esperanza que es indispensable en el seno de los sectores partidarios de la protección ecológica, que no pueden, por parte, renunciar al propósito de mejorar la suerte de los mortales.

 

Desde entonces se ha expandido y consolidado la idea de que es posible combinar el desarrollo modernizante de Bolivia con la preservación del medio ambiente, por lo menos en líneas muy generales. Empresarios neoliberales, asociaciones sindicales, partidos socialistas, movimientos sociales, corrientes populistas e indigenistas y diversas instituciones religiosas se han plegado con igual entusiasmo a la gran causa armonicista, que presupone ingenuamente que todos los dilemas de desarrollo, aun los más graves, pueden ser integrados en una gran síntesis donde todo se resuelve finalmente en favor de la evolución expansiva del género humano. No es superfluo el recordar que estas doctrinas armonicistas, que descansan en visiones dialécticas de la historia universal, incluyen prosaicos planteamientos redistributivos bajo el rótulo de ecodesarrollo. Por ello es que en Bolivia existe todavía una amplia noción de legitimidad en torno a la necesidad y al ritmo de la modernización, consenso que abarca a muy diferentes sectores sociales y partidos políticos.

 

Se puede aseverar que en Bolivia casi todos los sectores políticos importantes ─ incluyendo, obviamente, los llamados movimientos sociales ─ tienen en el fondo una opinión instrumental de las cuestiones ecológicas que no ha variado sustancialmente en las últimas décadas. Se preocupan por ellas si hay que guardar las apariencias ante la opinión pública internacional o si aparece alguna ganancia financiera a corto plazo. Los sectores políticos creen vagamente que es útil, bajo ciertas circunstancias, hacer declaraciones pro-ecológicas que, además, no obligan a ningún comportamiento concreto en la vida real. El principio normativo superior es muy claro: la economía posee una clara preeminencia sobre la ecología. Es decir: las preocupaciones conservacionistas no deberían perjudicar el crecimiento económico ni impedir la expansión de la frontera agrícola ni dificultar la apertura de nuevos recursos naturales.

 

Las representaciones de los intereses sectoriales de los campesinos indígenas, sobre todo los cocaleros y los colonizadores, exigen de manera cada vez más intensa el acceso libre a los parques nacionales y a los llamados territorios comunitarios de origen de las pocas etnias aborígenes de las tierras bajas, donde aun habitan nómadas, cazadores y recolectores que, como se sabe, requieren de vastas áreas de baja densidad poblacional. Esta constelación es percibida ahora como un lujo que, además, no tendría una justificación moral. Esta opinión es compartida asimismo por los empresarios privados y diversos cientistas sociales, porque la preservación de zonas protegidas sería contraria a las necesidades humanas y a las metas legítimas de desarrollo (“territorios sin habitantes”). La retórica pro-ecológica (el desarrollo sustentable, el buen vivir en armonía con la naturaleza, los derechos de la Madre Tierra) es el aditamento ideológico a la moda del día, que es por supuesto imprescindible debido a la presión de la opinión pública internacional, pero que puede ser abandonado fácilmente si se da una un contexto político, en el cual los intereses sectoriales de algunos movimientos sociales (los colonizadores, los cocaleros) y de los empresarios privados coinciden con el sentimiento general de la nación, que todavía está predeterminado por los valores convencionales de desarrollo, crecimiento y progreso

 

La idea de que las etnias aborígenes del país conviven armónicamente con la naturaleza, sin generar daños ecológicos serios, no es nueva en territorio boliviano. Es una concepción difundida por toda América Latina, sobre todo en las últimas décadas, iniciada por intelectuales que no provienen de las poblaciones indígenas, pero que hablan a nombre de ellas. Las corrientes teluristas, la Teología y Filosofía de la Liberación y el movimiento ambientalista de inclinación izquierdista se han consagrado con bastante éxito a buscar prácticas conservacionistas y fragmentos teóricos pro-ecológicos en la vida cotidiana de las poblaciones indígenas, y ahora se dedican a celebrar y sistematizar esos hallazgos. Se trata, en general, de grupos y tendencias “progresistas”, que han quedado a la intemperie ideológica después del colapso mundial del socialismo en 1989-1991, y que ahora han encontrado una ocupación redituable al reflotar una sapiencia antigua, difícilmente expresable en términos actuales, a la cual atribuyen ahora, según las modas del día, un carácter anticapitalista y pro-ecológico. Por ello hay que observar con escepticismo las nuevas teorías que establecen un “estrecho” nexo entre los conocimientos y las prácticas ancestrales, por un lado, y un desarrollo aceptable de acuerdo a standards contemporáneos, por otro. La esperanza de detectar una racionalidad ambiental y estrategias alternativas para el desarrollo sustentable en los sencillos modelos premodernos de producción agrícola estriba en una simple ilusión: es la confusión deliberada al identificar (a) formas tradicionales de agricultura de subsistencia, de índole estática, con (b) el discurso contemporáneo del desarrollo sustentable, que es básicamente dinámico. Este es el trasfondo general de las teorías en torno al buen vivir, que, bajo la influencia de intelectuales urbanos y postmodernistas, pretenden un renacimiento de las identidades agrarias premodernas que no han sido influidas por la civilización occidental: una operación donde los detalles permanecen en una loable oscuridad.

Enviado por el autor H. C. F. Mansilla [hcf_mansilla@yahoo.com]

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Hugo Celso Felipe Mansilla Ferret, más conocido como H.C.F. Mansilla, nació en La Plata, Argentina el 17 de noviembre de 1942. Ciudadanías argentina y boliviana de origen. Estudió ciencias políticas y filosofía en la Universidad Libre de Berlín. 1973 Promoción doctoral en filosofía por la Universidad Libre de Berlin (magna cum laude). 1976 Concesión de la venia legendi (habilitación para cátedra titular de ciencias políticas para el sistema universitario alemán). Miembro correspondiente de la Real Academia Española desde 1987. Miembro de número de la Academia de Ciencias de Bolivia y de la Academia Boliviana de la Lengua. Catedrático visitante en universidades de Alemania, Australia, España y Suiza.

H.C.F.Mansilla, ha elaborado una teoría crítica de la modernización, que es un intento de aplicar la teoría crítica de la sociedad (proveniente de la Escuela de Frankfurt) a la realidad de los países del Tercer Mundo, combinada con una reflexión sobre el medio ambiente y una crítica de la cultura política del autoritarismo. Su teoría explora los vínculos entre las metas normativas de desarrollo (a menudo de carácter obvio), la compleja identidad colectiva y los modelos de autocomprensión que han elaborado los propios intelectuales del Tercer Mundo. De acuerdo a Mansilla, la mayoría de los esfuerzos modernizantes en el Tercer Mundo pueden ser considerados como una imitación mal lograda de los paradigmas occidentales. El renacimiento de ideologías y prácticas indigenistas y nativistas tendría una función ornamental-ideológica. Mansilla, que también ha publicado en alemán una teoría crítica del poder, es uno de los pocos intelectuales en América Latina que sustenta una opinión escéptica sobre los fenómenos de modernización y globalización y acerca de las corrientes postmodernistas.

Ha publicado cerca de 50 libros y más de 300 artículos, dispersos en revistas de más de 20 países. Sus libros han aparecido en Alemania, España y países latinoamericanos. También es autor de algunas obras de ficción, publicadas en Bolivia. Es colaborador permanente del portal político iberoamericano e-lecciones.net

[editar] Selección de Libros

  • Introducción a la teoría crítica de la sociedad, Barcelona: Seix Barral 1970;
  • Faschismus und eindimensionale Gesellschaft [Fascismo y sociedad unidimensional], Neuwied / Berlin: Luchterhand 1971;
  • Entwicklung als Nachahmung. Vorarbeiten zu einer kritischen Theorie der Modernisierung (Desarrollo como imitación. Prólogo a una teoría crítica de la modernización), Meisenheim: Hain 1978;
  • Nationale Identität, gesellschaftliche Wahrnehmung natürlicher Ressourcen und ökologische Probleme in Bolivien, [Identidad nacional, percepción social de recursos naturales y problemas ecológicos en Bolivia], Munich: Fink 1985;
  • Die Trugbilder der Entwicklung in der Dritten Welt. Elemente einer kritischen Theorie der Modernisierung [Las imágenes engañosas del desarrollo en el Tercer Mundo. Elementos de una teoría crítica de la modernización], Paderborn / Zurich / Viena: Schöningh 1986;
  • Los tortuosos caminos de la modernidad. América Latina entre la tradición y el postmodernismo, La Paz: CEBEM 1992;
  • Ursachen und Folgen politischer Gewalt in Kolumbien und Peru (Causas y consecuencias de la violencia política en Colombia y Perú), Frankfurt: Vervuert 1993;
  • Harmoniebedürfnis und Verewigung von Herrschaft. Elemente einer kritischen Theorie der Macht [Necesidad de armonía y perpetuación del dominio político. Elementos de una teoría crítica del poder], Hamburgo / Münster: LIT 1994;
  • Tradición autoritaria y modernización imitativa. Dilemas de la identidad colectiva en América Latina, La Paz: Plural / Caraspas 1997; Tradición, modernidad y postmodernidad, Caracas: CIPOST / UCV 1999;
  • La difícil convivencia. Diálogos sobre la conformación de una sociedad razonable, La Paz: Caraspas 2000;
  • Zur Theorie der dauerhaften Entwicklung in Lateinamerika [La teoría del desarrollo sustentable en América Latina], Eichstätt: Katholische Universität Eichstätt 2000;
  • El carácter conservador de la nación boliviana, Santa Cruz: El País 2003;
  • Aspectos rescatables del mundo premoderno, Santa Cruz: El País 2007;
  • Problemas de la autonomía en el Oriente Boliviano. La ideología de la Nación Camba en el espejo de las fuentes documentales, Santa Cruz: El País 2007;
  • Teoría crítica, medio ambiente y autoritarismo. La modernización y sus dilemas. Los diez mejores ensayos del autor, Santa Cruz: El País 2008;
  • Memorias razonadas de un escritor perplejo, Santa Cruz: El País 2009.

[editar] Novelas

  • Laberinto de desilusiones, 1983;
  • La utopía de la perfección, 1984;
  • Opandamoiral, 1992;
  • Consejeros de reyes, 1993.

[editar] Referencias

1 comentario

  • By Jorge Gamarra, 5 Marzo 2012 @ 10:41 am

    La doctrina del desarrollo sostenible fue abandonada por el neopopulismo en el poder. Pero no ha sido abandonada por otras esferas públicas como es la gobernación de Santa Cruz, por ejemplo. La Secretaría de desarrollo sostenible y medio ambiente sigue, gracias a Dios, con iniciativas para promover el desarrollo sostenible y de protección del medio ambiente. Los ciudadanos debemos apoyarla poniéndonos de acuerdo sin mezquindades características de los políticos. Y por su parte, las gobernaciones democráticas deberán seguir sus ejemplos para proteger el medio ambiente de sus jurisdicciones.

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