El ‘Mandinga’ no tiene la culpa – Susana Seleme Antelo – 15.1.2012

‘Mandinga’ es el nombre de una tribu africana que sometía a esclavitud a otras etnias que luego asociaron ese nombre con el sufrimiento. En América Latina se atribuye el denominativo al diablo que, dicen, deja olor a pólvora tras cometer su fechoría, y de ahí el refrán: “Mandinga metió su cola”, pero nadie lo ve.

En Bolivia pareciera que Mandinga mete la cola donde y cuando le da la gana, pues ningún funcionario del Gobierno, empezando por el presidente Evo Morales, asume responsabilidades por las graves acciones contra la democracia y el Estado de Derecho que hacen sufrir a la ciudadanía sin distinción de clase, etnia y oficio.

Cualquier ingenuo pensaría que Mandinga dio la orden para intervenir, castigar y hacer sufrir a los pueblos indígenas del oriente y algunos de occidente que marcharon en contra de la carretera que viola el núcleo del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis). Ahora resulta que el fiscal general del Estado exonera a Morales y al ‘vice’ García Linera de toda responsabilidad en aquella represión. Si las dos máximas autoridades del país ni el exministro de Gobierno asumen su cuota en aquel suceso, ¿quién o quiénes tomaron la decisión y quién dio la orden? A su vez, el excomandante de la Fuerza Aérea, que mandó aviones para trasladar a los marchistas detenidos a La Paz, es nombrado comandante general de las Fuerzas Armadas, y aunque no trasladó a nadie, pues los detenidos fueron liberados por el pueblo, dice que él actuó por cuenta propia. Aquí se viola las cadenas de mando, nadie asume responsabilidades, pero queda olor a pólvora y no precisamente de Mandinga.
El que ordena perseguir a opositores políticos y cívicos, aplicarles ‘guillotinas judiciales’, destituirlos, meterlos presos o mandarlos al exilio, tampoco es Mandinga. Los fiscales Marcelo Soza y Henry Suaznábar del complot terrorista-separatista contra los autonomistas de Santa Cruz, Beni y Pando no responden a Mandinga, sino a Morales, García Linera y compañía, pues el Poder Judicial es rehén del poder político.
Mandinga tampoco ordenó a la Policía que reprima a los habitantes de Yapacaní, movilizados y enfrentados durante tres meses por pugnas entre masistas, con un saldo de tres muertos, decenas de heridos, dolor y rabia acumulados. Unos defendían al ya exalcalde David Carvajal, del MAS, cuyo único mérito, según un diputado de su mismo partido, es que “nació en Orinoca y toca la trompeta”, como Evo Morales. Carvajal dio luz verde a colonizadores-cocaleros aliados del oficialismo para cultivar la nada sagrada hoja de coca en los parques nacionales de Choré y Amboró. El resultado, ‘sin querer queriendo’, es el incremento de la frontera agrícola de la coca, de más fábricas de cocaína, amén de feroces actos delictivos-delincuenciales propios de mafiosos narcotraficantes.
Huanuni, Cochabamba, Caranavi, Uncía y Yapacaní son ejemplos de que Morales y sus hombres ‘dejan hacer, dejan pasar’ hasta que las cosas se pudren, pues desdeñan al abecé de la política en democracia: el diálogo, los pactos, los convenios para lograr acuerdos mínimos por el bien común. Como otras veces, el Gobierno, que ‘nada cambia’, usó en Yapacaní el monopolio de la fuerza bruta. Y siempre que las papas queman, a falta de argumentos, los autoritarios achacan a la ‘derecha’ y a ‘golpistas’. Así llevan 90 muertes violentas en seis años, y no es Mandinga el que ordena matar.

* Máster en Ciencias Políticas

 

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