Yo voté nulo – Susana Seleme Antelo – 16.10.2011

Con el derecho democrático que aún no han podido ‘robarnos’ –como quieren robarnos el alma- los impostores de Evo Morales y sus hombres, voté nulo con la mayor de las convicciones. Así expresé mi repudio al asalto del poder judicial con el que el des-gobierno del cambio –cambio al desastre- le dan otro golpe mortal a la democracia y a las arcas del Estado.

Esta elección cuesta  con más de 100 millones de bolivianos –es lo que han dicho los oficialistas, pero deben ser muchos mas- con gastos tan superfluos como entregar el comprobante, luego de la votación, que sepultó ser un duplicado con foto en colores del carnet de identidad. ¡En colores, tanto que puede pasar como original, cuando toda la vida ese comprobante fue un simple cartón blanco, en papel o a lo sumo en cartulina. A la ausencia de transparencia  en todo el proceso, se suman los ‘chanchullos’ monetarios.

Voté nulo sabiendo que  mi voto o el de muchos otros,  no cambiará el resultado válido, por mínimo que sea, para que cada postulante a los órganos del poder judicial se haga del cargo. La intención del voto nulo, o del voto es para aplazarlos políticamente y quitarle legitimidad a la maniobra, si los nulos y los no, son iguales o más que los válidos. Es para convertir este mamarracho electoral en un rechazo masivo, mayoritario, al  poder de Morales y sus acólitos,  y para que se instale como  el inicio del pase a un democrático relevo político en Bolivia.

Voté nulo contra esa parodia electorera porque vulnera un pilar fundamental del sistema democrático: la separación e independencia de los poderes del Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Esa prudente e inteligente independencia impide la concentración del poder en una sola persona, hoy concentrada en el presidente de la exrepública de Bolivia, Evo Morales, y al mismo tiempo presidente de las Federaciones de Cocaleros del Trópico de Cochabamba, hace dos décadas, cuya producción de  coca va como por un tubo a  la economía política de la cocaína, pues esa hoja no es apta para el consumo humano, pero se expande como la peste.

Voté nulo, porque cuando la separación de poderes no existe, se vive una dictadura revestida de democracia, que utiliza el voto ciudadano para dar la apariencia de que el pueblo elige, cuando en los hechos vota pero no elige, y cada elección solo busca que el autócrata Evo Morales se perpetúe en el poder. “Llegamos para quedarnos” dijo a pocos meses de asumido su cargo, en enero de 2006.

Voté nulo, porque la elección de hoy no fue para elegir a quienes  administrarán justicia, pues mucho antes ya habían sido elegidos en el Congreso, hoy Asamblea de mayoría masista, entre gallos y media noche y sin que la mayoría de la ciudadanía los conociera, supiera de sus méritos, trayectoria profesional e idoneidad para ejercer la administración judicial de un país complejo y heterogéneo. Mandando al basurero el criterio de las diferencias y la autonomías -fueron la letra muerta de la ley- la preeminencia de candidatos de Occidente invisibilizó a los de Oriente y el sur, y el centralismo se impuso una vez más. Como señala la politóloga Jimena Costas, “Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija no cuentan con candidatos a la Magistratura -¿casualidad?-, y ni siquiera todos los candidatos al Tribunal Supremo de Justicia que se votan por departamento son de los departamentos en los que se postulan”. Otro sopapo a la democracia plural.

Con nuestro voto, el oficialismo busca la legitimación de sus ya elegidos magistrados,  serviles clientes del poder político, quienes luego aplicarán las ‘guillotinas judiciales’ a los adversarios y enemigos políticos  que decida el Ejecutivo. Entonces se ‘lavarán las manos’, como  vulgares Pilatos, para luego poner, como ya han puesto, caras de ‘yo no fui’: son los magistrados electos por voto popular, dirán, y seguirán mintiendo.

Voté nulo contra el asalto al poder judicial, elección inédita, es cierto por absurda y demagoga, amordazada y a las ‘oscuranas’ pues más de 96 de los candidatos eran solo conocidos por el oficialismo que, al mismo tiempo impidió que los medios de comunicación pudieran entrevistarlos. Hubo prohibición para que hicieran campaña electoral y pudieran darse a conocer a la ciudadanía. Han sido candidatos ‘cuasi zombis’, desconocidos, y con escasa campaña gubernamental, que fue esa fue la promesa para que se mantengan ‘callados’, aunque algunos, los últimos días, repartían latas de cerveza en las calles y pedían el voto.

Quienes sí han hecho campaña han sido el presidente y el ‘vice’ Álvaro García Linera. Morales, en su mejor estilo clientelista y prebendal, la semana pasada repartió computadoras con su imagen en las tapas –para que no les roben, dijo un insulso ministro-,  entregó bonos de  Bs. 1.000 ($us 130) a funcionarios públicos que no se habían beneficiado del incremento salarial de marzo pasado y anunció que entregaría 79 millones de dólares, emergentes de un préstamo del Banco Mundial, a los departamentos de La Paz, Oruro y Chuquisaca para desarrollo agrícola.  Se trata de regiones donde el apoyo a Morales y compañía sufren un desencanto. No faltó el chiste grosero, machista y patriarcal del presidente caudillo y dirigente cocalero, que se cree propietario de las mujeres  y sus cuerpos.

En los hechos esta parodia electorera puede convertirse  en un plebiscito ciudadano a raíz de los reiterados desaciertos económicos, políticos y sociales del gobierno, que nunca tuvo un proyecto de país para el país en su totalidad, como síntesis de múltiples determinaciones, unidad de lo diverso, según el viejo Carlos Marx. Solo fue un proyecto de poder por el poder total, aderezado por las turbias disquisiciones ideológico-teóricas del ‘vice, ’ que  han divido al país, ahora sí parece, sin retorno,  entre Oriente y Occidente desde los núcleos que se suponía eran lo más preciado de los hombres del MAS: los pueblos indígenas y la defensa de la madre tierra. Lo prueba de manera contundente, la marcha de los originarios y la batalla por la defensa del Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro-Securé (TIPNIS), cuyo tratamiento fue la constatación de que la madre tierra y los indígenas les importa un carajo, según la definición de la Real Academia, como la palabra que contiene toda la gama de sentimientos y emociones humanas. El racismo y la discriminación sufrida durante los 64 días de la pacífica marcha de hombres, mujeres con sus niños y niñas –pues sus comunidades se quedan vacías- y  la brutal represión con la que se ensañaron en un descanso reparador de los marchistas, no quedarán en el olvido ni de quienes soportaron el desprecio gubernamental ni la memoria colectiva de Bolivia.

Frente a la parafernalia oficialista, desde la oposición, aun dispersa, pero más orgánica,  ha habido campaña por el voto nulo y por el no, con líderes políticos que han dado la cara, como Rubén Costas, Samuel Doria Medina  y el ex aliado de Morales, Juan del Granado. La elección de hoy, hasta que se conozcan los resultados, será una batalla por la democracia frente al totalitarismo de Evo Morales y sus hombres.

Voté nulo porque esta vergüenza electorera es un nuevo golpe de Estado al sistema democrático en Bolivia y me explico  desde los antecedentes.

La historia reciente.

No es cierto que los 29 años de recuperación democrática, conmemorados el pasado 10 de octubre, han transcurrido sin golpes de Estado. Esa es una lectura parcial –o miope e intencionada- de la realidad porque los golpe de Estado no son necesariamente militares, que de esos, no los ha habido desde 1982. Pero sí han tenido lugar otros ‘golpes’ que afectaron la institucionalidad democrática, y fueron violatorios a la Constitución Política del Estado. 

Los enumero. El primero, cuando el entonces diputado Evo Morales, medio escondido y entre las sombras cuidándose la espaldas, soliviantaba a movimientos sociales,  mineros y cocaleros incluidos, con el argumento de “ni un átomo de gas a Chile”. Lo hizo hasta que forzó la ruptura violenta del período constitucional iniciado 2002, y la salida del electo presidente  Gonzalo Sánchez de Lozada, el 17 de octubre 2003. Fue una guerra-enfrentamiento que dio en llamarse “la guerra del gas”,  entre los políticos, las masas sublevadas y las fuerzas del orden –militares y policías- cuyo resultado fueron más de 60 muertos, muchos heridos y graves secuelas político-sociales. Las Fuerzas Armadas reprimieron a los insurrectos por mandato de su capitán  general, el presidente de la república: violencia contra violencia desigual, armas letales contra dinamitas. Hoy, con Morales como capitan general,  ha sido criminalizada la misión constitucional de mantener y garantizar a un gobierno legalmente constituido, pues todo el mando militar de entonces ha sido condenado  de 15 a 20 años de prisión.

Cito el caso porque el uso de los órganos represivos del Estado, que tiene el monopolio de la fuerza  bruta, se ejecuta   por mandato del capitan general, es decir el presidente de la Nación en cumplimiento a la ‘verticalidad del mando’. La decisión de reprimir la toma él y nadie más. Y no importa si es el mismo quien instruye a quien corresponda que reprima o intervenga o acribille con gases y otros contundentes instrumentos. Esa orden la puede dar él mismo o un directo subalterno, que siempre será su ministro de gobierno o del interior. En el caso de la brutal represión a los marchistas de los Pueblos Indígenas del Oriente por la defensa del TIPNIS, el pasado 25 de septiembre, lo que importa es quién tomó la decisión para reprimir y desbaratar la marcha. Esa toma de decisión es lo que vale, pues la instrucción de entrar al campamento donde estaban descansando mujeres, infantes y hombres, puede no haberla dado Morales, como asegura que no fue el. Pero ese gesto de “yo no di la orden” lo desnuda de manera miserable y cobarde, y no lo libera de la responsabilidad de haber decidido que se pongan fin a la marcha,  que era lo que buscaba. Pero la marcha se fortificó y los indígenas del Oriente, apoyados por otros de occidente –CONAMAQ- han logrado lo que ni Evo Morales con su dudoso 64 % de votos en 2009 logró: han unificado al país, lo han hecho solidario y hasta humilde, ante la dignidad estoica y notable de los pueblos indígenas.

Retomo los golpes a la institucionalidad democrática, siempre arropadso por el diputado Morales de entonces. El segundo, fue la provocada salida de sucesor de Sánchez de  Lozada, su vicepresidente Carlos Mesa. El tercero, fue haber impedido, tras la renuncia de Mesa,  la sucesión constitucional como estipula la Ley de Leyes, a la presidencia de la República del presidente del Senado, el cruceño Hormando Vaca Díez (+) y en su defecto del presidente de Diputados, el tarijeño Mario Cossío. Ambos tuvieron que ceder para no  provocar un baño de sangre ante al ‘corralito’ que Morales, sus adeptos y mineros bien armados y pertrechados de dinamita, les tendieron en Sucre en junio de 2005. De ahí salió el adelanto de elecciones generales, que era lo que Evo Morales, su gente y muchas ONGs buscaban.

La elección de hoy es el cuarto golpe de Estado con el mismo protagonista principal: el actual mandatario, Evo Morales Ayma. ¡Qué hoja de vida! El ser social violento y vertical del dirigente sindical campesino que cultiva hoja de coca que se convierte en cocaína, se replicó en su diputación y en la presidencia de la Nación. Voté nulo porque quienes figuran como candidatos en ese papelógrafo electoral, quizás de buena fe algunos, son cómplices de una farsa democrática, tan impostora como la del indio presidente defensor de la madre tierra y de los pueblos indígenas.

Voté nulo porque se lo merecen los “lobos vestidos de ovejas” como dice la dirigente indígena oriental, Doña Justa Cabrera, justa como su indica su nombre y sabia porque la vida le enseñó que el odio no construye, sino destruye y mata. Voté nulo en homenaje a los maltratados pueblos indígenas de Oriente, que en los más de 500 kilómetros desde Trinidad a La Paz, junto con los del CONAMAQ, le han dicho al gobierno que en Bolivia ellos sí existen, en carne y hueso, y  que no son mero slogan político para cosechar indulgentes simpatías dentro y fuera del país.

Bolivia ha cambiado, más allá de los resultados de este 16 de octubre, esta vez desde el Oriente: los pueblos indígenas le han dado a Bolivia una lección de unidad, decoro, predicamento, dignidad, y ética, tras 64 días de esforzada marcha en defensa del TIPNIS: su casa, la suya, la mía, la nuestra, la de todo el planeta.

Enviado por la autora susana seleme [susanaseleme@gmail.com]

 

 

 

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