¿Indígena o cocalero? – Iván Arias Durán – 3.9.2011

 

La marcha indígena esta destapando una serie de aspectos que marcaran un antes y un después para el gobierno masista. El primer tema que se ha puesto en cuestión es el referido a la tan mentada sepultura de la República y la erección del Estado Plurinacional por lo que Bolivia pasaba a convertirse en la sumatoria de 36 naciones con “su derecho a la autonomía, al autogobierno, a su cultura, al reconocimiento de sus instituciones y a la consolidación de sus entidades territoriales” (CPE,2009). Esta definición suponía la necesidad de cambiar la forma de interrelación entre el poder central y las naciones, pues obligaba a un trato más horizontal e igualitario entre actores. Pero, claro, eso suena bonito para el papel, porque en la práctica el actual Gobierno no estaba ni está dispuesto a asumir este principio como, igual, jamás, estuvo de acuerdo con las autonomías departamentales ni municipales. Por lo tanto en un acto de lealtad intelectual, deberían proceder a sacar de su folletería y simbología toda esa rimbombante alusión al estado plurinacional con autonomías que, a la hora de la práctica, se la pasan por el forro sin el menor rubor.

La segunda cuestión es la referida a la tramposa unión en una sola palabra de lo indigenaoriginariocampesino(IOC). En la República se diferenciaban a estos tres actores por razones históricas, culturales y económicas. Sin embargo, este respeto republicano a la diversidad fue anulado por los partidarios del estado plurinacional en favor de una homogeneización cuyas consecuencias la estamos viendo ahora: los campesinos y colonizadores reclaman, apegados a la CPE del 2009, que como no hay diferencias, por lo tanto, o todos tienen Territorios o todos tienen tierra porque desde su perspectiva, no es posible que unos tengan más de 1 millón de hectáreas y otros apenas 25 u 50 hectáreas. Por ello están tramitando una nueva Ley de Tierras. Por eso, la marcha de los indígenas tiene una proyección estratégica que subyace a la misma puesto que está en juego no solo el TIPNIS sino los más de 20 Territorios que son codiciados por grupos de migrantes del occidente que, dado su retraso y forma de vida, siguen considerando a la tierra como el factor central del desarrollo en base a la agropecuaria.

El tercer aspecto es el referido a la tan alardeada defensa de la madre tierra. Con el pasar de los años y en especial con el andar de los indígenas de tierras bajas, el gobierno ha sido desnudado y está demostrando que su mentalidad y accionar desarrollista al estilo minero-metalúrgico de bolivianos y brasileros es el que manda. Eso de respeto a la naturaleza les es postizo y les sirvió para encandilar a incautos ( incas con auto en Tiquipaya) y para posicionarse en los afiches pero no para construir un desarrollo diferente. Los liberales practicamos el desarrollo sostenible en vez del pachamamismo hueco. La legalización de 100 mil autos chutos son una pequeña muestra de cómo los plurinacionales aman el fierro antes que a los arboles. El capitalismo salvaje, supuestamente desterrado con Goni, está hoy instalado, vivito y coleando, en la plaza Murillo. “Naturaleza o muerte?!!” Pues, muerte!!!

La cuarta cuestión que está poniendo al régimen en calzoncillos es el referido a si verdaderamente es un gobierno indígena o más bien un gobierno de cocaleros. Los ataques a los pueblos indígenas desde Palacio de Gobierno han sido descarnados y los han tratado de ser agentes del imperialismo, traficantes de tierras, corruptos, manejados por las ONGs y enemigos de los intereses nacionales. La adhesión a los cocaleros ha resaltado como nunca: ni una sola critica a ellos, a esos cocaleros que han invadido y destruido la propiedad privada colectiva de los indígenas del TIPNIS para sembrar más y más coca. En contraposición el régimen no dice una sola palabra de censura a los intentos trogloditas de organizar contramarchas a la cabeza de los cocaleros. O es que se está buscando reeditar  los actos de la Calancha, Cochabamba, Caranavi y Pando?

Esta suma de imposturas e incongruencias el cherry se coronan con las últimas acciones donde, de la noche a la mañana, los agroindustriales (esos chupasangres, agentes del capitalismo, separatistas, encarnaciones de la antipatria y que “querían derrocar al indio”) son tratados con guante blanco, recibidos en Palacio y honrados con la presencia estatal es sus foros como en sus ferias. Ahora son los llamados a salvar a Bolivia del hambre y del aislamiento. Así, el eje cocalero-agropecuarios emerge ante la destrucción de la centralidad indígena y de los movimientos sociales. Y es que entre empresarios siempre es mas fácil entenderse, porque a la hora de la verdad, negocios son negocios y el resto es cháchara. Los agropecuarios, especialmente los que se cuadraron al centralismo, que desde hace años hacen buenos negocios con el régimen, están de plácemes y resultan los grandes victoriosos de estos cinco años de imposturas pseudo revolucionarias que nos llevaron a enfrentamientos entre bolivianos para, a costa de tanto odio y rencor, volver al punto de partida: que ganen los poderosos de siempre y que se imponga la política como el arte de manipular, dominar y anular al opositor y al más débil con el único de objetivo de acumular mas y mas poder. “Esito no más seria”, como dijo el difunto Cayetano Llobet, maestro de certezas.

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1 comentario

  • By Marco Octavio Ribera, 17 Octubre 2011 @ 16:01 pm

    …La Prensa había tenido la culpa..?.

    Marco Octavio Ribera Arismendi
    Biólogo y ecologista

    Causa estupor las declaraciones recientes del segundo mandatario de este estado, que lamentablemente en la práctica esta dejando de ser plurinacional, en sentido de que los medios de prensa convirtieron la demanda del TIPNIS en un “acto central”. No es mi intención primaria salir en defensa de la prensa en este asunto, sin embargo es necesario aquilatar algunas situaciones. Sin duda que el rol de los medios de prensa ha sido importante para posicionar este conflicto socioambiental, aunque muchos de ellos, siguiendo la línea del sensacionalismo y con escaso análisis de fondo. Por ejemplo, muchos medios dieron excesiva importancia a las declaraciones de los jerarcas del gobierno y sus acólitos de diversa talla, y muy poca cobertura a políticos y analistas que esgrimen críticas al accionar del gobierno, mucho menos aún a científicos, expertos o activistas.

    El tema del TIPNIS, no creció tanto en la parafernalia mediática, por las noticias de la marcha en si (a excepción de la brutal acción policial), sino por la constante sarta de ambigüedades y tonterías que los voceros oficiales vertieron a diestra y siniestra en las últimas semanas. Lo que hizo la prensa fue poner de manifiesto y con toda legitimidad, el pobre desempeño gubernamental en el tema. En pocas ocasiones se ha podido ver un manejo de la información tan irresponsable, antojadizo y abusivo, desde los mandos gubernamentales, lo cual incluye la diversidad de acusaciones ligeras a unos y otros. Adicionalmente, un elemento evidenciado por la prensa, que llamó poderosamente la atención, tanto en el país como fuera de el, fue la excesiva arrogancia, empecinamiento y manifiesto deprecio por los indígenas de las tierras bajas del país. Estas situaciones fueron las que agudizaron el conflicto y pusieron al TIPNIS en el centro de atención y no el accionar de la prensa; como es sabido el cojo le hecha la culpa al empedrado.

    A lo largo del conflicto, varios medios de prensa, tuvieron un perfil muy magro, tibio, “light”, y otros varios generaron realmente un escenario informativo serio y con compromiso. Por supuesto que en este razonamiento ni siquiera ingresa el medio de prensa oficial al cual le queda inmensamente grande su lema. Algo que sí llamó la atención fue el perfil de un medio de prensa especializado con marcada identidad contestataria, pero que sobre el TIPNIS no dijo ni miau (claro, alguien tenía que sacrificarse….), salvo por una última edición que, casi forzadamente se animó a sacar una crítica certera desde el seno mismo del “proceso de cambio”, contrarrestado por otro artículo desconcertante por su ambigüedad y su enfoque antropológico dislocado.

    Por otra parte, los medios de prensa en general fueron selectivos con sus notas y reportajes, por ejemplo se dio excesiva importancia a situaciones casi anecdóticas, como las declaraciones olímpicamente desubicadas del asambleísta Coraite, pero dieron poca atención a ciertos elementos que estremecen por su gravedad. Me refiero a las paleolíticas declaraciones del Ministro de Defensa en una de sus arengas militares haciendo referencia al TIPNIS : “…tenemos que romper primero la cordillera que nos tranca, y algunos terrenos reservados que existen por ahí con nombres muy especiales que no dejan que progresemos”. Una visión opuesta en 180 grados a la de su noble antecesora. Al escuchar esto, súbitamente nos sentimos retroceder a las épocas de la barbarie dictatorial, que ignoraba casi todo, y que ofrecía desarrollo con “orden, paz y trabajo”, y nos obligamos a preguntarnos, ¿en manos de quienes estamos? Sobran los comentarios.

    Solo la arrogancia extrema en el ejercicio del poder puede obnubilar el discernimiento básico, independientemente de los cincuenta mil libros que se hayan podido leer, como para no poder reconocer que las demandas indígenas en torno al TIPNIS son un tema central, un ícono internacional por derecho propio (y no un producto mediático), derecho reconocido por las Naciones Unidas (que aunque parezca increíble, también llegaron a ser acusadas eventualmente por el gobierno de apoyar a la marcha) en una Declaración expresa, derecho además apuntalado en la misma Constitución Política del Estado e incluso en el resquebrajado Pacto de Unidad.

    En resumen, es evidente que la prensa en general, ha jugado un rol relevante de contribución a promover la emergencia de un movimiento socioambiental inédito en el país. Gracias a dicho rol, en tres meses de conflicto del TIPNIS, la sociedad boliviana ha alcanzado una mayor comprensión y compromiso sobre el tema de las áreas protegidas y los derechos indígenas, que los operadores del gobierno en seis años.

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