¿Por qué y con qué derecho?
¿Por qué y con qué derecho?
Autor: Willi Noack
Publicado: La Gaceta del Norte, No. 1, 1era semana de noviembre de 1991
El título escogido para esta nota de opinión anticipa la pregunta de algunos, de quizás muchos lectores: ¿Por qué un “gringo” tiene la palabra? ¿Con qué derecho está haciendo uso de ella, y tocando todavía temas netamente nuestros?
Estoy acostumbrado a esta situación y admito francamente que me molestó mucho cuando llegué de Alemania, hace 10 años. Hoy en día, estoy más tranquilo, pues sé que no es la mayoría que piensa así, y hay quienes quieren escuchar opiniones de diferentes enfoques.
Entonces – ¿por qué alzo la voz? La respuesta es muy sencilla: Me gusta mucho vivir en Bolivia, que he elegido como mi nueva patria y, por lo tanto, me duele tener que observar que hay “cosas” que andan bastante mal. La verdad es que existen amenazas concretas que atacan con fuerza nuestra economía y, por consiguiente, a un concepto equívoco impuesto desde afuera y que es una exagerada, desmesurada protección, conservación, preservación del medio ambiente, etc.
Llámelo como quiera: lo que se pretende, bajo estas denominaciones, en grados diferentes, es lo mismo: prohibir que se toque fauna y flora.
Fauna y flora sí, pero después del hombre.
Temo que el Congreso de la ONU, a llevarse a cabo en 1992 en Río de Janeiro, nos va a prohibir la explotación de nuestras riquezas naturales; temo que no quedarán posibilidades de lograr un desarrollo integral, que por un lado está en peligro por “algunos individuos que sobreponen sus intereses particulares al interés común”, como lo expresó, hace poco, don Armando Cabrera, Presidente de la Fundación para el Desarrollo de la Provincia Vaca Díez; sin embargo, por otro lado, los países desarrollados ejercen aún una presión más fuerte sobre nosotros, inhibiendo el desarrollo; pues, al parecer, ellos saben mejor que nosotros mismos que es lo que más necesitamos. Citamos una vez más a don Armando: “Estamos casi abandonados por los poderes del Estado y, por eso, debemos enfrentar juntos los problemas y buscarles solución en la medida de nuestras posibilidades.” ¡Así es!
La segunda pregunta del título de esta nota no la voy a contestar, pues creo que tampoco hace falta y, felizmente, son sólo unos pocos trogloditas los que niegan al ciudadano, sea nacional o “solamente” amigo de Bolivia y su región amazónica, el derecho de la libre expresión u opinión. (¿Estamos?)
Los ecologistas, ambientalistas o “verdes” argumentan:
- con un “futuro mejor”, les pregunto: ¿Y cómo sobrevivir hoy?
- “Con las terribles contaminaciones de aire y agua”, les pregunto: ¿Acaso tenemos que ser burros de carga, perdón, léase, por favor: pulmones del mundo para los verdaderos contaminadores?
- “Con flora y fauna a proteger”, les pregunta: ¿Acaso no prevalece en primera instancia el hombre?
- “Con la conservación de los recursos naturales”, les pregunto: ¿Acaso es justo que nos obliguen a ser por siempre el mendigo sobre la silla de oro?
Tenemos que asignar prioridad a los objetivos a lograr y, antes de proteger un cocodrilo en un gigantesco jardín zoológico llamado “Amazonía”, deben ser resueltos los problemas del hombre amazónico, que consisten en pobreza, en precaria equidad social, en falta de comunicación vial (necesitamos carreteras y caminos para llegar con nuestros productos a los mercados de consumo masivo, pero los “verdes” nos quieren prohibir construir una red vial eficiente) y en muchos problemas mas que conocemos quienes vivimos esta realidad. Debe haber convivido cada sabio ecologista con nosotros antes de proclamar y querer imponer sus recetas absurdas y cínicas, es decir, prohibirnos desempeñar actividades, cuando no existen alternativas.
¿Por qué estoy preocupado? Por prever hasta donde puede ir y, probablemente, irá la presión ambientalista, cada vez más prepotente, y es por falta de contradicción enérgica, rechazo unánime de una injerencia sin precedentes, que provocó a la Iglesia Evangélica Luterana de Alemania hablar de un “Eco-Imperialismo”.
fecha: 2001-07-28 23:42:23
autor: Willi Noack
