Argentina y nosotros

Autor: Willi Noack

Publicado: El Nuevo Día, 20.2.2002

Argentina y nosotros
Willi Noack

Creo que en la actualidad no hay muchos temas grandes igual importantes como la lucha argentina para salir de su crisis. Analizando lo que pasó desde el 20 de diciembre del año pasado hasta hoy, para nosotros sirve de mucho el estudio cuidadoso de los acontecimientos en el país vecino, que tienen una relación directa con nosotros, pues, en cuanto a las causas de fondo, existe una semejanza preocupante hasta aterrorizante. Ambos países están condenados a cambiar estructuras so pena de no lograr la competitividad como miembros de la comunidad internacional. Pero la reforma de las estructuras es justamente el proceso que no avanza con la celeridad necesaria.

En Bolivia se precisa modernizar la CPE, según los reclamos de la sociedad civil manifestados desde hace mucho tiempo. Ya se han identificado los principales temas reiteradamente, pero ahora aparecen las primeras señales de que la tan necesitada Ley de Necesidad de Reformas a la CPE puede otra vez tener la misma mala suerte como hace 5 años: por falta de tiempo en el Congreso será postergado a la próxima gestión de gobierno. Bolivia tiene que esperar otros largos cinco años para corregir déficits y fallas en sus estructuras políticas, que en Argentina se hacen sentir con violencia.

Podemos aprender de nuestros vecinos que ninguna “cosmética” sirve para conservar la estructura de una sociedad feudal y arcaica. Tampoco sirve curar síntomas con curitas, tratando de satisfacer todas las exigencias de todos los grupos en desmedro del conjunto, Pero, en dos meses falta la voluntad y / o la capacidad de la sociedad argentina de acordar los cambios fundamentales.

Argentina necesita entre 20.000 y 25.000 millones de dólares ya. Sin embargo, los países que pueden otorgar esta ayuda, la condicionan a la implementación de las reformas estructurales como condicio sine que non, y las ofertas de países amigos como la del Brasil de condonar 100 millones de deudas argentinas no es nada más que un símbolo de buenas intenciones. Los países ricos no aflojan, parecen socialmente insensibles, y se ganan el odio, pero es una experiencia cotidiana de quien paga la banda pide la música que se toca.

Bolivia tiene, relativamente, la ventaja de haber hecho en los años pasados algunas de sus tareas, mientras en la Argentina se han acumulado los problemas por la postergación de reformas. Ahora están obligados a resolverlos y resulta casi imposible. Es más que probable que, por ejemplo, la redistribución del poder del Estado, con la correspondiente asignación de recursos financieros, bajo el principio de la subsidiaridad, no es viable por la oposición de las Provincias. Es más que probable que el peso argentino se va a disparar (el tipo de cambio actual es “preliminar”. El valor de una moneda depende en gran medida de la confianza en ella.) y que la inflación va a empezar a galopear (pues ningún decreto la para). Es más que probable que la redimensión del aparato estatal, con el despido de empleados sobrenumerados, políticamente no será factible.

Es típico y sintomático el silencia referente a la fuga de 20 a 30 mil millones de dólares del “corralito”, y no se escuchan noticias de la cuenta bancaria en Suiza de Menem, y de escándalos similares. Los diplomáticos no lo dicen, pero: ¿No será que no quieren llenar otra vez una bolsa rota, pues se dan cuenta que algunos ciudadanos argentinos, conocidos con nombre y apellido, llevaban el sistema financiero al abismo, y ahora se le pide a la comunidad internacional a subsanar una maniobra ilegal que no será sancionada?

Sin duda alguna, se trata de un condicionamiento desde afuera; diplomáticamente, para que no sea “injerencia en asuntos de soberanía argentina”, se habla de la tarea propia de los Argentinos de “poner su casa en orden”, pero queda sobreentendido que eso es una condicionante: Tómalo o déjalo (“take it or leave it”). Los financiadores potenciales exigen reformas políticas, que ciertas alianzas boicotean como pueden.

En Bolivia hay un caso notorio: dicen que por esfuerzo propio, sin presión desde afuera, las universidades públicas no tienen la capacidad de reformarse y, de esta manera, por la falta de presión, sigue sin remedio un escándalo de conocimiento de muchos. No aparece nadie que ejerce esta presión. ¿Por miedo? ¿Por cálculos políticos?

También conviene recordarse que el HIPC condicionó la condonación de gran parte de la deuda externa boliviana a la realización de profundas reformas estructurales que avanzan, si es que avanzan, a paso de tortuga.

Sin reformas obligatorias que tienden a superan la corrupción, que institucionalizan el poder del Estado, que garantizan la seguridad jurídica, que procuran la justicia social, que obligan a pagar impuestos y aranceles, etc., no habrá confianza y, por lo tanto, sigue en esencia un Estado por demás conocido y criticado. ¡Más de lo mismo! Y la competitividad queda una utopía.

Amplia cobertura del tema en www.eforobolivia.org

fecha: 2002-02-20 21:54:23
autor: Willi Noack

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